Miguel González
La reacción de dos soldados españoles evitó una matanza de militares europeos en Malí.
Estado en que quedó el coche bomba que explotó junto a la base europea de Kulikoro (Malí). EMAD
Disparos de fusilería seguidos de una potente explosión sobresaltaron al teniente coronel José María Leyra pasadas las tres de la madrugada del domingo. Las ventanas reventaron, las literas se movieron y se desplomó el techo de uralita de algunos dormitorios. Nunca antes había sido atacado el centro de adiestramiento del Ejército maliense en Kulikoro, a 60 kilómetros de la capital. “Si el coche bomba se mete 10 metros más adentro habría sido una catástrofe”, respira aliviado el jefe del contingente español.
A esa hora dormían en el cuartel 550 militares de la misión EUTM Malí, incluidos 243 españoles. Dos pick-ups llegaron desde el norte saltándose un control de la gendarmería local. Del primero saltaron siete hombres armados que empezaron a disparar contra una entrada clausurada de la base. Aún no se sabe si estaban mal informados o era una maniobra de distracción. Si pretendían despistar a la guardia, no lo consiguieron.
Segundos después, una camioneta se lanzó contra la entrada principal, custodiada por militares malienses y españoles. Una pequeña zanja la obligó a reducir velocidad y los españoles, un cabo y un soldado, abrieron fuego con sus armas ligeras y la ametralladora 12.70 del blindado Lince, frenándolo en seco.
Detrás apareció la otra pick-up, que maniobró para colarse en la base. Imposible. La primera le bloqueaba el paso. El conductor optó por inmolarse: hizo estallar su carga a 10 metros de la valla exterior. Su cuerpo quedó hecho pedazos y el vehículo reducido a chatarra. El lunes por la mañana, los artificieros españoles lograron desactivar la carga, aún intacta, de la primera camioneta: 500 kilos de TNT. Una tonelada entre los dos.
El teniente coronel elogia la rápida reacción de sus hombres, a los que “no les tembló el pulso” para abrir fuego y frenar un ataque que nadie esperaba y sobre el que no había alerta previa. “Han sido nuestros ángeles guardianes”, confiesa. Además de abundantes destrozos, la deflagración causó heridas leves a los dos guardias malienses de la puerta, atendidos en el hospital militar, y dejó en las inmediaciones el cadáver de un civil cuya identidad aún se desconoce. Ni siquiera se descarta que fuera uno de los yihadistas que se esfumaron tras disparar contra la base.
Aunque nadie ha reivindicado el doble atentado, el teniente coronel español asegura que los atacantes “no eran de la zona” y que los grupos yihadistas que campan a sus anchas por el norte y centro del país “no tienen aquí el apoyo de la población”.
Todos los inmuebles del complejo castrense han quedado dañados y algunos completamente inutilizados, por lo que la prioridad ahora es ponerse manos a la obra para “recuperar la normalidad cuanto antes”.
Leyra asegura que la formación del Ejército maliense avanza según lo previsto (ya han sido instruidos unos 12.000 efectivos), pero admite que la situación “es muy complicada” y que Malí tiene “graves problemas estructurales”, desde la presencia de Al Qaeda hasta conflictos interétnicos, por lo que “cuesta una enormidad dar el menor paso”.
A finales de mayo, este ferrolano de 49 años y el resto del actual contingente español, cuyo grueso procede de la Brigada de Infantería Ligera Aerotransportable (Brilat), con base en Figueirido (Pontevedra), volverán a casa. El pasado 28 de diciembre el presidente Pedro Sánchez les ordenó personalmente en Kulikoro hacerlo “con la misión cumplida”, pero “sanos y salvos”.