Lucía Abellán
París y Berlín aceptan una asociación más estrecha que en el pasado.
España se alía con las dos grandes potencias europeas para ganar influencia en la era post-Brexit. Alemania y Francia han iniciado un ejercicio de cooperación con España con el propósito de desbloquear asuntos clave que lastran hoy el avance de la Unión Europea. Representantes de esos tres países esbozaron la semana pasada una lista con seis puntos (entre ellos la migración, el presupuesto europeo y la elección de cargos comunitarios) que guiarán el diálogo de esta especie de G3.
Sánchez conversa con Merkel y Macron en el Consejo Europeo de octubre en Bruselas. PIER MARCO TACCA GETTY
La retirada británica del tablero comunitario y la hostilidad que muestra Italia bajo el actual Gobierno populista están redefiniendo el equilibrio de poderes en la familia europea. En esa coyuntura, España busca acercarse más al eje francoalemán, al que siempre ha secundado en los grandes asuntos. La diferencia ahora consiste en que París y Berlín aceptan una asociación más estrecha que en el pasado. Una reunión celebrada el pasado miércoles en la embajada alemana en Madrid certificó el proyecto, según explican a EL PAÍS fuentes del Ministerio de Exteriores y confirman fuentes de ambos países europeos, que matizan que, por el momento, se trata de una “tormenta de ideas aún sin formato fijo”.
En ese encuentro, la pareja francoalemana ofreció a España incorporarse al Tratado de Aquisgrán que suscribieron Merkel y Macron a finales de enero. Este documento, destinado a revitalizar su alianza histórica y a adaptarla a los nuevos desafíos, se abrirá a otros Estados. El primero en recibir el ofrecimiento ha sido España. Más allá de este elemento simbólico, el secretario de Estado para la UE, Marco Aguiriano, y los dos embajadores francés y alemán identificaron seis áreas de cooperación en asuntos en los que Europa muestra dificultades para el consenso.
El primero de ellos es la migración, que enfrenta a los socios comunitarios desde la crisis de refugiados desatada en 2015. París, Berlín y Madrid coinciden en cooperar con los países y de tránsito de las migraciones para mitigar los flujos hacia Europa, un ámbito en el que España tiene gran experiencia. Aun así, los intereses de España difieren de los de los dos socios en algunos aspectos de este espinoso dossier. El plante que hizo el ministro del Interior, Fernando Grande-Marlaska, a una propuesta de reparto de migrantes abanderada por Francia y Alemania el pasado jueves en Bucarest refleja los límites del acuerdo en este terreno.
Los países también pretenden unir fuerzas en la batalla por las cuentas europeas 2021-2017, las primeras sin Reino Unido dentro del club y sin su aportación neta a esos presupuestos, que deja un agujero de unos 10.000 millones anuales. Tampoco resultará automático el entendimiento sobre la reforma de la unión monetaria, un proyecto en el que Alemania no acaba de dar las muestras de flexibilidad que le exigen Francia y el frente sur de la UE. Para evitar que estos esfuerzos caigan en saco roto, los Gobiernos se han comprometido a celebrar encuentros periódicos de secretarios de Estado de la UE de los tres países antes de cada cumbre europea. Habrá otros formatos de coordinación más ambiciosos, según las fuentes consultadas.
El impulso definitivo a este proyecto lo dio a finales de noviembre el ministro alemán de Exteriores, Heiko Maas. El dirigente socialdemócrata visitó a su homólogo español, Josep Borrell, en Madrid y ya evocó esta idea de estrechar lazos. Francia se mostraba entonces algo más remisa, especialmente ante la idea de configurar un nuevo grupo en el seno comunitario. Entonces, el ministro alemán abogó por “incorporar a España al grupo de los grandes motores de la UE, necesario ahora más que nunca para construir la Europa política”.
LAS DIFICULTADES QUE ENFRENTA LA ALIANZA
La fórmula, pese a todo, despierta grandes interrogantes. Está por ver que los tres países logren mantener una sola voz en asuntos conflictivos como la migración. También el grado de seguimiento que harán otros socios de los eventuales consensos entre Madrid, París y Berlín. La gran ampliación europea de 2004, y más recientemente el Brexit, han impulsado el auge de subgrupos en la UE. La llamada nueva liga hanseática (liderada por Holanda y que aglutina a los países bálticos y a los nórdicos) puja con fuerza por hacer una UE más centrada en el mercado único y menos en la cohesión social. Más visible —aunque menos organizado—, el grupo de Visegrado se opone fieramente al concepto de solidaridad en la política migratoria.
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