Pablo Pardo
Donald Trump habla con la prensa en el Despacho Oval, en Washington. NICHOLAS KAMMAFP
- Un informe publicado por el Congreso asegura que Arabia Saudí e Irán, enemigas declaradas, podían haber tenido armamento nuclear desde 2017.
- Varios asesores de Trump llevan años negociando la venta a Arabia Saudí de reactores nucleares por valor de "decenas de miles de millones de dólares".
¿Una carrera nuclear entre Arabia Saudí e Irán? Ése es uno de los escenarios de pesadilla de las diplomacia de Occidente en general y de Estados Unidos en particular: que las dos potencias del Golfo Pérsico, enemigas declaradas, tengan, además, armamento nuclear.
Pero esa situación ha estado a punto de producirse desde 2017, según un informe provisional publicado el martes por la Cámara de Representantes en el que se detalla cómo varios asesores de Donald Trump llevan años negociando la venta a ese país de reactores nucleares por valor de "decenas de miles de millones de dólares", según declara en el documento el secretario de Energía de Estados Unidos, Rick Perry.
De acuerdo con el informe, la última ronda de negociaciones tuvo lugar la semana pasada, cuando el propio Donald Trump se reunió con representantes de seis empresas que diseñan reactores nucleares para discutir su venta a Arabia Saudí, un país que en septiembre manifestó su intención de construir 16 reactores nucleares, y que en 2017 ya afirmó que, si Irán se hacía con armas atómicas, ellos harían lo mismo.
La Cámara de Representantes ha anunciado una investigación para examinar la negociación, porque la venta de reactores a Arabia Saudí no sería sólo problemática desde el punto de vista geoestratégico, sino que podría violar la Ley de Energía Atómica de 1954, que regula el uso de esa fuente energética y su transferencia a terceros países.
A ello se suma la política. Para la oposición demócrata, atacar los vínculos políticos y personales entre el equipo de Trump y Mohamed bin Salman, el príncipe heredero y líder 'de facto' de Arabia Saudí es una estrategia de éxito garantizado. Y más aún tras la controversia que rodea al país árabe después del descuartizamiento, por orden de Bin Salman, del periodista Jamal Khashoggi, en octubre, y a la crisis humanitaria desatada por la intervención de saudí -con apoyo directo de Estados Unidos- en la guerra civil de Yemen.
Pero hay, además, otro factor: la corrupción. Las negociaciones fueron lanzadas y están siendo llevadas a cabo por ex asesores y amigos personales de Trump. Ése es el caso del ex consejero de Seguridad Nacional, Michael Flynn, que, antes de entrar en el Gobierno, trabajó para la consultora IP3 International, la principal promotora de la venta. Flynn se ha declarado culpable en la investigación de la trama rusa, y está a la espera de ser sentenciado a cárcel.
También está envuelto en las conversaciones el financiero de origen libanés Tom Barrack, amigo de Trump y organizador en 2017 de los actos de la toma de posesión del presidente, que también están siendo investigados por posible corrupción. La semana pasada, Barrack defendió el descuartizamiento de Kashogghi alegando que "las atrocidades en Estados Unidos son iguales o peores que en Arabia Saudí". Otros ex altos cargos que han participado en las negociaciones son K.T. McFarland, la ex 'número dos' del equipo de Seguridad Nacional de Trump, y Derek Harvey, que dirigió la unidad de Oriente Medio en el mismo organismo.
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