Antonio Maqueda
La salud de Alemania es vital para la economía nacional, ya que el 10,7% de las exportaciones se dirigen a este mercado.
Cadena de montaje de la planta de Volkswagen en Navarra.
"Llevamos cuatro trimestres consecutivos revisando a la baja el crecimiento de la zona euro por razones puntuales. En algún momento tendremos que considerar que algo más puede estar pasando", dijo el gobernador del Banco de España, Pablo Hernández de Cos, en su última comparecencia en el Congreso. El comentario era, en el fondo, una clara referencia a la tradicional locomotora de la eurozona, Alemania. Un trimestre tras otro, se han recortado las previsiones del PIB alemán. En un primer momento se adujeron motivos climatológicos, luego se argumentó que había dificultades temporales en la industria del automóvil a la hora de poner en marcha los nuevos estándares medioambientales. Ahora parece claro que la moderación de la demanda china está provocando un frenazo de las exportaciones germanas. Lo que parecía que era algo meramente pasajero cobra visos de una ralentización mayor.
En ese contexto, la pregunta es cómo puede afectar a España el frenazo teutón. En medio de una desaceleración generalizada, la economía española aguanta sorprendentemente: entre octubre y diciembre, el PIB creció un 0,7% trimestral frente al 0,0% que registró Alemania.
"La incertidumbre arancelaria ha provocado el peor crecimiento de la inversión en China en 25 años, lo que a su vez ha impactado en las exportaciones alemanas, que suponen el 50% del PIB alemán, y en la industria germana, que representa el 30% del PIB alemán. Todo ello también afectará a España pero bastante menos, ya que la industria aquí solo aporta 14 puntos de PIB", explica Ignacio de la Torre, economista de Arcano. En general, los expertos señalan que parte del problema de fondo reside en China, y España no vende tanto de forma directa al gigante asiático.
Aun así, las cifras del PIB español ya muestran una cierta caída interanual de la industria al cierre del año. Y una parte significativa se achaca al automóvil, cuya producción de unidades disminuyó un 1% en 2018. La dependencia en este sector de Alemania se antoja enorme. Por un lado, España produce componentes para los fabricantes germanos de vehículos, que están sufriendo dificultades para adaptar la nueva normativa medioambiental y que venden menos, sobre todo a China. Por otra, buena parte de la producción española son vehículos más bien pequeños y medianos que se comercializan en el resto de Europa. Por ejemplo, el principal mercado de Seat es Alemania. Y precisamente la demanda alemana de coches se ha frenado.
Han descendido las ventas de aeronaves, automóviles, motos y motores
Lo cual ya se refleja en los datos de comercio exterior de bienes. Las exportaciones españolas a Alemania suponen el 10,7% de las ventas al exterior. Hasta noviembre eran unos 28.000 millones. Y han retrocedido un 0,7% frente al 7,7% que crecieron en 2017. El dato ha contribuido decisivamente al peor comportamiento del sector exterior en 2018. Alemania es el principal proveedor de España y el segundo comprador tras Francia. Según cifras del departamento de Comercio, las exportaciones españolas a Alemania descienden en las rúbricas de "aeronaves, automóviles, motos y motores". Solo las ventas estrictamente de coches a Alemania han cedido un 0,2%.
También se está notando otro efecto obvio. Alemania es el tercer país que más turistas trae a España. Sin embargo, coincidiendo justo con ese peor rendimiento de la economía germana, las llegadas de visitantes alemanes han estado bajando en términos acumulados desde abril del año pasado. Las caídas se corresponden también con la recuperación de un destino más barato como Turquía, que resta flujos a España.
Esos son los canales más directos por los que se percibe el impacto de la desaceleración alemana. Sin embargo, la cosa no queda solo ahí. "Alemania supone casi un tercio de la economía de la zona euro. Si se ralentiza con fuerza, el impacto sería generalizado por la elevada integración comercial y por el importante peso que tienen las cadenas de valor en Europa, de las que Alemania es un eje fundamental", señala Gonzalo Solana, director de la cátedra Nebrija Santander en internacionalización de empresas.
Es decir, puede afectar de manera muy fuerte por una doble vía: una, arrastrando primero a Francia e Italia en una especie de dominó que acabe derrumbándose por toda Europa. Un 50% de las exportaciones de España se dirigen a la eurozona; un 65% a la UE. Y dos, si bien España exporta relativamente poco más allá de Europa, forma parte, aunque sea a un nivel más modesto, de las cadenas de producción globales, y se desconoce cuánto de verdad vende España fuera a través de Alemania, como sucede con los componentes del automóvil. Por lo tanto, de persistir los problemas en la economía germana, terminaría perjudicando a la actividad en España más de lo que ya lo ha hecho. Por el momento, se ha notado en la industria, las exportaciones y, en consecuencia, la inversión. Y la actividad ha aguantado sobre todo gracias al consumo interno y el gasto público.
No obstante, el grueso de los analistas todavía espera que esta ralentización no vaya a mayores. "Es la desaceleración propia de la pérdida de fuerza del ciclo, se trata de algo acotado y en cuanto pase la incertidumbre Alemania recobrará algo de impulso", sostiene Raúl Mínguez, jefe de estudios de la Cámara de Comercio de España. En opinión de Ignacio de la Torre, tres factores harán que la eurozona se recupere algo: la nueva inyección millonaria que el BCE brindará a la banca, la llamada TLTRO; el descenso de la prima de riesgo de Italia, y la combinación de estímulos fiscales y subidas de salarios en Alemania.
Mientras esa mejora ocurre o no, el comentario del gobernador Hernández de Cos sobre el carácter más estructural de los problemas no es baladí. En el seno del Banco Central Europeo se cierne un arduo debate sobre el ritmo de salida de las políticas monetarias expansivas. Hasta ahora Alemania era el país que con más tesón defendía las subidas de tipos. Cuando se les objetaba que en el horizonte se vislumbraba una ralentización, los alemanes alegaban que su desaceleración era simplemente algo coyuntural y que su mercado laboral funcionaba a pleno rendimiento. Incluso, daba señales de sobrecalentamiento. Sin embargo, a la luz de los datos, en estos momentos otros países pueden esgrimir que el frenazo reviste mayores dimensiones. "Requiere mayor prudencia", decía el pasado lunes el vicepresidente del BCE, Luis de Guindos, en Madrid. Esta salida a un paso más lento puede beneficiar mucho a países todavía muy endeudados como España, que tiene una elevada deuda y, por tanto, con una factura de intereses muy sensible a los tipos. En este caso, las malas noticias procedentes de Alemania ofrecen un lado positivo. Máxime si de verdad solo se trata de un tropiezo puntual.
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