Isabel Ferrer
El Rijksmuseum expone por primera vez juntas casi todas las obras del maestro del Siglo de Oro que guarda en sus fondos.
Un grupo de visitantes, este miércoles ante 'La ronda de noche' PETER DEJONG AP
Las antológicas reviven en cierto modo al artista que homenajean, y 350 años después de la muerte de Rembrandt, el Rijksmuseum de Ámsterdam ha tomado una decisión histórica. Posee la mayor colección del mundo de pinturas del maestro del Siglo de Oro (22 lienzos) y ahora las expone juntas en sus salas. A su lado, ha dispuesto 60 dibujos y más de 300 grabados, prácticamente Todos los rembrandts -así se titula la muestra, abierta hasta el 10 de junio- de sus fondos.
La exposición sigue sus inicios como pintor, ilustra la época de los retratos de familia, recuerda su pasión por plasmar a las personas de la calle y no se olvida de las escenas bíblicas. Tampoco faltan los autorretratos, que hacen partícipe al espectador del paso del tiempo, sus alegrías y desdichas.
Es la vida misma, de la mano del "pintor del pueblo". La expresión corresponde a Taco Dibbits, director de la pinacoteca, que cifra la atracción generada por Rembrandt en un hecho: "Nos pinta como somos y nos vemos reflejados en sus caras; por eso le resulta tan cercano a todas las generaciones". Para Dibbits, la evolución del pintor va más allá del lógico aprendizaje del oficio a base de tiempo. Muy poco, en este caso, porque a los 28 años era ya la firma más requerida de Holanda. "Comprende que la gente necesita otro tipo de pincelada. De ahí que en sus telas haya seres humanos auténticos, no modelos, y de todas las clases sociales", añade.
Su entusiasmo no desentona si se miran los retratos de Maarten y Oopjen Soolmans, el adinerado matrimonio de Ámsterdam que en 1634 encargó sendos lienzos de cuerpo entero, del estilo habitual en la nobleza, para presentarse en sociedad. Posaron vestidos de negro brillante y con encajes aún más esplendorosos que muestran su condición de nuevos ricos. Y, con ellos, la ternura de la declaración de amor de La novia judía (1665). O la tristeza contagiosa de Jeremías lamentando la destrucción de Jerusalén(1630).
El Rijksmuseum conoce el poder de atracción de los lienzos, pero esta vez apuesta por los dibujos y grabados. Con marcos modernos y paspartús grises, componen un festival en blanco y negro y sepia. Son tan pequeños que es preciso acercarse para comprobar que se trata, por ejemplo, del famoso Autorretrato con los ojos muy abiertos (1630). Reproducido a menudo en gran formato, rebosa expresividad. "Es el artista que más se retrata a sí mismo, el modelo más fácil. No le interesa la belleza, sino la verdad, y por eso grabó y dibujó sin parar, porque era un perfeccionista", incide Dibbits.
El primer hereje del arte
Para Jonathan Bikker, conservador del museo y autor deRembrandt, biografía de un rebelde, "fue el primer hereje del arte, que rompía las normas y pintaba lo que otros no hacían", por ejemplo, "mujeres desnudas que no eran diosas griegas, sino lavanderas o ancianas llenas de arrugas". Dibbits apunta que los surcos de la piel "eran el mejor motivo de inspiración, aunque choque el reflejo de una vejez sin edulcorar".
La apoteosis de la muestra contrasta con el triste final del creador. Vital, laborioso y gastador, perdió a Saskia, su querida esposa, y a tres de sus hijos. A los 63 años estaba arruinado y Tito, el único vástago varón superviviente, abrió un negocio de arte y lo contrató como pintor para evitar que su obra acabara embargada por las deudas. Pero eso no le sacó de la ruina y, a su muerte en 1669, fue enterrado anónimamente en la iglesia de Westerkerk, en Ámsterdam. No tenía dinero para pagar una lápida con su nombre y los historiadores creen que puede yacer en algún lugar de la pared norte del templo junto a su hijo, fallecido apenas 11 meses antes a los 27 años.
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