Rebeca Yanke
De izquierda a derecha, Bruria, espía durante la Guerra Fría, y su hijo, el escritor húngaro András Forgach. FOTOGRAFÍA CEDIDA POR EL AUTOR
Una madre toca la puerta de la casa de su hijo a horas intempestivas. Él aparece en calzoncillos, con el pelo revuelto, algo confundido: «¡Mamá!, ¿tan temprano?». En una mano, un cubo, en la otra viandas varias y algunas latas. Todo muy maternal, bastante normal, pero esta historia es cualquier cosa menos común. La madre, además de ejercer de ello, es la señora Pápai, una espía de los servicios secretos de su país, Hungría.
El hijo, entonces, formaba ya parte de la contracultura húngara, eran los 80 del siglo XX y la señora Pápai no acudía como madre sino como agente secreto: dentro de la casa de su hijo se estaba quedando, unos días, un poeta que estaba siendo investigado.
«Acordamos que si la señora Pápai se enteraba de que su hijo iba a estar fuera del piso durante un buen rato, nos avisaría para tener el acceso libre. En último caso, haríamos el trabajo necesario el 20 de diciembre de 1983, mientras ella hacía la limpieza del piso».
Éste es un extracto de aquellos archivos secretos que, ahora, están en manos deAndrás Forgách (Budapest, 1952), novelista y traductor al que no dejan de llegarle nuevos documentos periódicamente, según él mismo ha relatado a este diario, y a quien la editorial Anagrama acaba de publicar en España El expediente de mi madre, una novela en tres partes y en varios estilos que se ha traducido ya a 14 idiomas.
Hay vidas de película y, si resulta que quien la afronta es escritor, ponerla por escrito es el primer paso para entender la propia existencia. Imagínese el cuadro: una mañana de 2013 Forgách se despierta como aquella mañana en que su madre, según dijo, quería limpiarle la casa. Un bibliotecario que está revisando documentos se topa con el nombre del novelista y decide informarle de que aparece en los archivos secretos del país, porque su progenitora, Bruria, había trabajado para la dictadura de János Kádar y continuó transmitiendo información también tras su muerte.
«Como te podrás imaginar, escribir este libro ha sido complicado. A medida que leía el expediente de mi madre intentaba voces distintas que me permitieran sobrellevar mis inhibiciones, pero ciñéndome lo más posible a la realidad. Me importaba ser irónico, casi sarcástico en ocasiones. Más allá de que mi madre fuera la persona más bella que yo haya conocido en toda mi vida, quería también mostrar los aspectos mitológicos de la historia, porque si una historia no es mitológica entonces no merece la pena escribirla».
Así describe Forgách este proceso de intromisión y revelación que, al cabo, coloca a su madre bajo los focos. Lo hace por escrito pocos días antes de llegar a Barcelona donde, ayer por la tarde, participó en los encuentros del Festival BCNegra.
- P. ¿Por qué necesitaba narrar o ficcionar la historia de su madre?
- R. Como escritor, no podía permitirme no hacerlo, porque de lo contrario hubiera comprometido no sólo mi escritura sino también mi lenguaje e incluso a mí mismo. Conocer el pasado, observarlo sin la luz de la caridad, es fundamental para cualquier cultura. No puedes ser escritor si no puedes afrontar tus problemas fundamentales. Mi padre era esquizofrénico pero en cierto modo lo somos todos, estamos hechos de paradojas, y éste es el caldo de cultivo perfecto para que un escritor, probándose a sí mismo y ante el mundo, sepa si realmente lo es.
- P. ¿Cuál es la realidad de la vida de su madre, ahora que leyó sus expedientes?
- R. Fue una madre maravillosa, a ella le debo toda mi fuerza y toda mi empatía. Su vida era una enredo entre ideologías, atraccciones y elecciones y su personalidad caótica se reflejaba en sus malas decisiones, como casarse con mi padre, aunque yo no existiría de no haberlo hecho, y el país en el que decidió vivir. Dio lo mejor de sí misma y no era verdaderamente consciente de que colaborar con el gobierno no estaba bien desde el punto de vista moral porque, siendo comunista, y siendo comunista el país, así como sus superiores, ella creía que sólo estaba ayudando.
- P. El libro ha sido traducido ya a 14 idiomas, ¿cuál le gustaría que fuera el siguiente?
- R. Con la excepción de Croacia, y ahora Rusia, los países vecinos, como Rumanía, República Checa, Serbia y Polonia, esto es, los llamados países del Este de Europa, no están demasiado interesados en la novela. Me sorprendió al principio, pues tenemos una historia común, pero quizá ésa sea la razón: tienen sus propias historias de agentes secretos y el mercado está lleno. Pero sigo teniendo esperanza, y quizá la versión cinematográfica que está por venir ayude, en que más países se interesen.
- P. En 'El expediente de mi madre' hay periodismo, archivos secretos, lirismo, ficción y también su propia vida...
- R. Necesitaba contarlo todo, ser todo lo transparente que pudiera, una tarea complicada para un escritor y para cualquiera. De hecho sigo estando dentro de todo ello, porque no deja de llegarme material nuevo desde los archivos. Recibo nuevos documentos cada tres o cuatro meses. Este libro podía ser una unidad únicamente si te atrevías a ser ecléctico, y eso refleja mis conflictivos sentimientos hacia él.
- P. ¿Cómo está siendo acogida la novela en los distintos países en los que se ha traducido?
- R. No dejo de aprender con este libro, y con cada traducción. Italia, Inglaterra, Croacia, Canadá, Holanda y ahora España, y traducido al español y al catalán... en cada uno de los países hay un eco distinto y, cada vez que tengo que contar mi historia a una persona, sigo aprendiendo de mí y de mi país. Algunos me dicen que es una novela 'demasiado húngara', muy específica, y que no se entenderá, que sólo resonará el escándalo que narra, la traición de una madre, en los dos sentidos, pues de algún modo yo también la estoy traicionando ahora con este libro, pero no tenía opción. Lo que tengo clarísimo ahora mismo es que, después de hablar con muchas personas en Alemania y Francia, es que se trata de literatura, y esto me agrada. Si sólo hubiera sido un escándalo, no habría merecido la pena.
- P. No es la primera vez que escribe sobre su familia...
- R. Efectivamente, escribí un libro sobre mi familia en 2007, se titula 'Zehuze', un volumen largo, de 700 páginas, así que sí, es cierto, manejar recuerdos familiares no es nuevo para mí, pero ahora debería reescribir algunas partes de ese libro, con las cosas que ahora conozco.
- P. Mientras vivía, ¿pensó alguna vez que su madre tenía una vida secreta?
- R. Era una mujer reservada en muchos aspectos de su vida, también yo lo soy, aunque después de este libro no tanto... Cuando le hacíamos preguntas, no solía dar respuestas claras. Pensé que igual tenía una aventura amorosa. Ella sentía que no podía abrirse, aunque lo deseara fuertemente.
- P. Ella hereda la labor de espionaje de su padre cuando él se pone enfermo. ¿Tal vez necesitaba algo de acción en su vida?
- R. Siempre fue una persona activa, siempre ayudaba a los extraños y siempre tenía alrededor gente joven. Cuando la enfermedad de mi padre se hizo intolerable, su depresión comenzó a aflorar. Pensó que debía hacerlo por su familia, y en verdad nos ayudaba, por ejemplo si resultaba complicada hacerse el pasaporte; ella tenía contactos. Era una idealista. no ganó nada con todo esto, bueno, tal vez una cosa, podía ir a menudo a visitar a su familia en Israel, cosa que para ella era vital, digamos que su intimidad estaba muy lejos, aunque ella odiaba el nacionalismo y el sionismo, pero su cultura estaba en Israel. Estaba llena de contradicciones, por eso era tan interesante, me parece.
- P. ¿Puede contarnos algún detalle que nos deje entrever qué tipo de persona era?
- R. Era rapidísima a la hora de colaborar si veía a alguien en apuros. Generosa, lo daba todo y ayudaba donde fuera. Mientras, sus problemas no dejaban de aumentar y creo que ésa es una de las razones por las que falleció tan pronto, con 63 años. Tenía mucho sentido del humor y aceptaba a todo tipo de personas, era curiosa, leía mucho y escuchaba música clásica. Nutría las ambiciones de sus hijos dejando de lado las suyas. Era el arquetipo de madre y podría hablar de ella infinítamente pero... lo más importante está en el libro.
No es fácil ser padre y escribir a la vez, porque la escritura requiere de soledad, pero trato de estar a la altura en ambas cosas.
- P. ¿Qué es más difícil, hacer ficción pura o utilizar la autobiografía para ello?
- R. Como sabe, no es ésta mi primera novela con elementos biográficos fuertes. Mi primer libro, que se publicó en 1999, cuando tenía 47 años, trabaja ese campo: es una biografía ficticia de una sacerdote budista y zen pero, por lo demás, un chico joven que comienza a trabajar en el mundo del teatro. Mezclando estos dos elementos y esforzándome por ocultarme al máximo, conseguí ser absolutamente sincero al mismo tiempo. Pero para poder escribir de una manera ficticia sobre mi propia vida tuve que escribir antes algunas piezas en prosa bajo seudónimos y de ahí surgió el libro 'Fui 12 mujeres' pues lo escribí desde la perspectiva de ser una mujer, y esto me ayudó mucho a crear ficción.
- P. Usted ahora es padre, ¿cómo le va a explicar a su hijo quién fue su abuela? ¿Quizá con el libro?
- R. Soy un feliz padre de un niño de dos años. Y nació justo cuando terminé el libro, como si éste hubiera liberado algo en mí porque yo deseaba un bebé desde que tenía 40 años y me ha costado un cuarto de siglo conseguirlo. No es fácil ser padre y escribir a la vez, porque la escritura requiere soledad pero trato de estar presente en la vida de mi hijo y continuar escribiendo al mismo tiempo. No es fácil pero sólo cuando el reto es grande hay posibilidades de hacer algo que lo sea también. Es la ley natural.
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