viernes, 1 de febrero de 2019

50 AÑOS DEL MÍTICO FESTIVAL HIPPIE. Paz, amor, música y muerte: el lado oscuro del festival hippie de Woodstock

ABC Cultura
Nacho Serrano

Se cumplen 50 años del evento «flower power» por antonomasia, cuya historia está llena de luces y sombras.




Decir Woodstock es decir paz, amor, música, libertad. Es casi como decir paraíso en la Tierra. Y efectivamente, la celebración de aquel festival supuso un punto de inflexión histórico en la noción social del papel de la juventud, de sus inquietudes políticas y de sus expresiones culturales como agentes de cambio. Más de medio millón de hippies desbordaron todas las previsiones de asistencia al macroconcierto que se celebró en una granja de Bethel, en el estado de Nueva York, confirmando que el «flower power» cambiaría el mundo o moriría en el intento.
«Todo aquello resultó en una gran demostración al mundo de lo que era el movimiento contracultural, de su trasfondo y su relevancia, generando un sentimiento de enorme esperanza para muchísima gente, al menos por un instante», dijo su organizador Michael Lang en una reciente entrevista con ABC, en la que reconoció que hubo cierto caos ante el desborde de previsiones. «Como apareció tantísima gente las carreteras colindantes se quedaron bloqueadas, y muchos camiones llenos de amplificadores e instrumentos no podían llegar a tiempo. Al final todo el mundo se coló, porque había tanto caos en las carreteras que ni siquiera llegó el autobús que traía los tickets. Así que cuando la multitud tiró abajo las vallas, en realidad ya no importaba porque nadie iba a poder comprar su entrada».

Un muerto por cada día de paz y amor

En efecto, de aquel Woodstock del '69 quedó, además del idílico souvenir oficial, otra buena ristra de anécdotas poco conocidas. Algunas de ellas teñidas de tragedia. Durante aquellos «tres días de paz y música», otros tantos jóvenes perdieron la vida en medio del caos. El primero, víctima de la falta de planificación y el desorden logístico. Era un chaval de 17 años llamado Raymond R. Mizzak, que fue atropellado por uno de los tractores que aún seguían acondicionando el recinto incluso después del arranque de los conciertos. Mizzak se echó a dormir en el suelo de una zona de matorrales y fue aplastado por la máquina sin que su conductor se percatase.
Al día siguiente falleció un joven por sobredosis de heroína, y unas horas después, se produjo otra muerte cuya causa no llegó a confirmarse. En la prensa de la época se habló de una apendicitis no tratada por falta de personal médico, pero otras fuentes apuntan a un golpe de calor originado por el consumo de toracina, medicamento que se empleaba para mitigar los malos viajes de ácido. Al margen de estos accidentes, ocho mujeres sufrieron abortos involuntarios, y el departamento de salud documentó 5.162 incidencias médicas, incluidos 797 casos de intoxicación severa por drogas durante la celebración del festival. Para colmo la comida se agotó el primer día, y los asaltos a los puestos de alimentación solo pararon cuando el ejército movilizó un helicóptero para enviar provisiones.

El dinero es lo primero

El festival pretendía ser una cumbre del idealismo hippie, pero la cuestión económica generó tensiones entre los organizadores y algunos artistas, como Jimi Hendrix. «Nosotros queríamos que nadie cobrase más de 15.000 dólares, pero su management quería más», recuerda Lang. Así que en compensación, le pedí que diera dos actuaciones. La famosa, con la que cerró el festival, y otra inaugural en acústico». Pero después de cobrar por adelantado, Hendrix finalmente se salió con la suya. «La actuación en acústico no se produjo, porque no apareció», asegura Lan. «No me cabreé con él porque en ese momento había tanto caos que no tenía ningún sentido perder los nervios más todavía. Le pedimos a Richie Havens que subiera él a inaugurar el festival». En ese momento, viendo la magnitud que estaba cobrando el evento, varios artistas exigieron cobrar el doble de lo pactado, y algunos como Janis Joplin o The Grateful Dead incluso reclamaron cobrar en mano por adelantado, poniendo en serios aprietos la continuidad del festival. Lang y sus socios no tenían dinero, y tuvieron que suplicar a un banco local para que les prestase algo de «cash» para los adelantos.
Michael Lang no pudo contar, ni mucho menos, con todos los grupos que le hubiera gustado. Y es que hubo muchos artistas de leyenda que no vieron nada especial en Woodstock. The Doors rechazaron actuar porque pensaron que no sería tan importante como Monterey, Fantasy Fair y similares citas anteriores (aunque su baterista John Densmore sí apareció por allí, para tocar un rato con Joe Cocker). Lo mismo contestaron Led Zeppelin, que además hicieron la competencia al festival tocando esos días en Nueva Jersey, porque según su mánager, «en Woodstock solo hubiéramos sido una banda más».
Bob Dylan simplemente dijo que no le interesaba, y el día que empezó el festival cogió un barco para viajar a Inglaterra, donde sí actuó en el festival de la Isla de Wight. Los Beatles fueron descartados porque Lennon, además de exigir la presencia de Yoko Ono sobre el escenario, lo tenía muy difícil para entrar en el país tras ser arrestado por posesión de drogas el año pasado. Cuando Ian Anderson recibió la propuesta para actuar con su banda Jethro Tull, le preguntó a su manager: «¿Habrá montones de chicas desnudas, gente tomando drogas y bebiendo cerveza, haciendo el tonto en el barro? ¿Sí? Entonces no quiero ir. No me gustan los hippies». El Jeff Beck Group llegó a estar contratado, pero se disolvió días antes del festival, y Iron Butterfly estuvieron muy cerca de integrar el cartel, pero sus excesivas demandas (querían un helicóptero para ellos solos, para ir y volver al festival rápida y cómodamente) también los dejaron fuera. También se llamó a los Rolling Stones, pero Mick Jagger prefirió seguir con el rodaje de la película «Ned Kelly» en Australia, y Keith Richards acababa de ser padre.
A pesar de todos los contratiempos, Woodstock salió adelante y pronto se convirtió en leyenda. Pero Michael Lang acabó arruinado: el festival requirió 3,1 millones de dólares para su organización, e ingresó 1,8 millones. No volvió a celebrarse hasta 1994, cuando se convirtió en un rentabilísimo negocio de nostalgia edulcorada que se repitió en 1999 y que según asegura Lang, volverá este mismo verano para celebrar su 50º aniversario.

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