Judith de Jorge
Encuentran 17 anomalías genéticas en los esqueletos de una familia de esa especie humana que vivía en la cueva asturiana de El Sidrón.
Recreación de los trece neandertales de El Sidrón - Universidad de Oviedo
La desaparición de la faz de la Tierra de los neandertales, esa especie humana a todas luces inteligente y sofisticada que habitó Europa durante 300.000 años, es uno de los mayores misterios de la evolución humana. ¿Fue la presión del hombre anatómicamente moderno lo que acabó con ellos? ¿Acaso no fueron capaces de adaptarse a cambios en el clima? Probablemente las causas de la extinción sean varias, pero un grupo de investigadores del CSIC ha encontrado nuevas pruebas de que la endogamia, la unión de personas de ascendencia común o naturales de un pequeño espacio geográfico, pudo ser un factor decisivo.
Los científicos, que han publicado sus resultados en la revista «Scientific Reports», han detectado 17 anomalías congénitas en esqueletos de trece neandertales recuperados de la cueva de El Sidrón en Piñola (Asturias), todos ellos miembros de una misma familia. Estas singularidades han aparecido en la nariz, la mandíbula, las costillas, el pie y la muñeca, entre otras partes del cuerpo.
Las peculiaridades físicas eran compartidas por varios miembros del grupo, compuesto por siete adultos (cuatro mujeres y tres hombres), tres adolescentes y tres niños. Por ejemplo, al menos cuatro tenían una en el cierre del arco anterior o posterior de las vértebras cervicales. También son destacables las encontradas en el escafoides, uno de los huesos de la muñeca. Además, los investigadores no descartan que estas y otras singularidades se repitieran en más individuos del grupo asturiano, ya que en algunos casos los restos recuperados son pequeños.
«La malformación del pie pudo haber causado cierta cojera o un andar peculiar y algunas anomalías forman parte de un síndrome más general o están relacionadas con deficiencias inmunitarias, pero en sí mismas no son necesariamente patológicas. La clave es su señal genética», explica Antonio Rosas, investigador del Museo Nacional de Ciencias Naturales y coautor del estudio.
Pocos y aislados
Según el paleoantropólogo, esos hallazgos indican unos niveles de endogamia elevados, mantenidos en el tiempo y que además aumentaron entre los últimos grupos sobrevivientes. «Los neandertales vivían en grupos pequeños y separados geográficamente entre sí, por lo que estaban prácticamente aislados», señala. Como resultado, empezaron a cruzarse entre los miembros de una misma familia y, con el paso del tiempo, el grupo se fue reduciendo aún más, lo que al final pudo llevar a una importante disminución de la variabilidad biológica neandertal.
La información obtenida de los neandertales de El Sidrón concuerda con los estudios genéticos de los restos fósiles de otros neandertales europeos, como los de la cueva croata de Vindija y los de Altai, en Siberia. En ambos casos se produjo la endogamia. En Altai, además, hubo consaguinidad, descendencia entre hermanastros.
Entonces, ¿fueron estas uniones las que acabaron con los neandertales hace 40.000 años? Rosas cree que la endogamia pudo ser un factor importante, pero no el único. Como explica, también hay que considerar el deterioro de los ecosistemas ocupados por el avance de la glaciación, «que fragmentó las poblaciones y las dejó cada vez más aisladas, lo que a su vez favoreció la endogamia». A esta circunstancia se suma la baja tasa reproductiva de los neandertales y unas capacidades culturales determinadas. Al final, la irrupción del Homo sapiens pudo poner la «puntilla» a un declive que ya venía de atrás.
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