J.M. Mullet
Más de medio siglo después del asesinato de John F. Kennedy, siguen produciéndose películas y libros que cuestionan la versión oficial. Pero la ciencia desmiente esas teorías.
Uno de los episodios del siglo XX que más dudas suscitan es el asesinato del presidente de Estados Unidos John Fitzgerald Kennedy, en 1963. Oficialmente el caso está resuelto. El presidente fue asesinado al ser alcanzado por dos disparos de fusil. El tirador fue Lee Harvey Oswald, que actuó en solitario y que no pudo ser juzgado al ser asesinado a su vez por Jack Ruby durante un traslado. Sin embargo, desde hace más de 50 años, diferentes fuentes siguen cuestionando esa versión.
A principios de los noventa, la película de Oliver Stone JFK avivó esta polémica al plantear la hipótesis que en su momento defendió el fiscal Garrison de que hubo una conspiración detrás del asesinato de Kennedy. La prueba en la que se basaba era que, según el informe oficial, la trayectoria de una de las balas era inexplicable, lo que hizo que fuera definida como “bala mágica”. En la película, el fiscal, interpretado por Kevin Costner, afirma: “El Gobierno dice que unos físicos han realizado complicados cálculos y han demostrado que una bala puede hacer esta trayectoria, pero la física teórica dice que un elefante es capaz de estar colgado por el rabo de una margarita y no caerse”. Quizás esta frase pretendía reafirmar ante el público lo absurdo de la versión oficial. Sin embargo, lo único absurdo es esta frase, que personalmente me sacó de la película. Si analizamos las pruebas del asesinato de Kennedy desde el punto de vista de la ciencia, no hay demasiado margen para la conspiración.
La bala no tiene nada de mágica. Oswald llegó al almacén de libros donde trabajaba con su fusil y con cuatro balas. Solo disparó tres. La primera falló. La segunda es la “bala mágica” que alcanzó al presidente en el cuello e hirió al gobernador, y la tercera es la que le impactó en el cráneo. La reconstrucción de la trayectoria de la segunda bala que se hace en la película de Oliver Stone o en cualquier documental que apoye una teoría de la conspiración nunca tiene en cuenta dos factores. Los asientos traseros, donde iban el presidente y su esposa, Jacqueline, estaban más elevados para que el público los viera mejor, y el coche estaba en movimiento. Teniendo esto en cuenta y la posición desde la que disparó Oswald, se aprecia cómo la trayectoria de la bala fue normal, incluyendo su desvío al impactar con el presidente, lo que explica la herida del gobernador.
¿Pudo haber varios tiradores, como señalan muchas teorías? Nada nos hace pensar eso. La grabación de Abraham Zapruder —el hombre que filmó con su tomavistas lo ocurrido— y la física elemental lo descartan por completo. Hay quien defiende esa teoría alegando que el movimiento de la cabeza de Kennedy al recibir el impacto sugiere que el tirador se encontraba delante de él. Sin embargo, su cabeza se comporta como un péndulo balístico, y un principio físico llamado conservación del momento lineal explica perfectamente la trayectoria, y esta concuerda con que el disparo se realizó desde la ventana del depósito de libros, donde estaba Oswald. Pero hay otro factor que ningún defensor de la “bala mágica” tiene en cuenta. En la grabación de Zapruder se ve claramente que la bala impacta en Kennedy y en el gobernador Connally instantáneamente. Si hubo dos tiradores, tuvieron que disparar a la vez. ¿Pudieron hacerlo? Diversas fuentes afirman que el otro tirador estaba escondido en unos arbustos de la calle por donde pasaba la comitiva. La distancia entre Oswald y Kennedy en el primer impacto era de 53 metros y de 81 en el segundo. La velocidad del sonido es de 340 metros por segundo, y un rifle Carcano modelo 91/38, como el que utilizó Oswald, tiene una velocidad de salida de la bala de 700 metros por segundo. Eso implica que un segundo tirador escondido en los arbustos habría escuchado la detonación unas décimas de segundo después del impacto, por lo que, si hubiera disparado al oír el tiro de Oswald, las balas no hubieran llegado simultáneamente. Y, como en todas las teorías forzadas, se obvia lo que la niega. La distancia entre el famoso arbusto y el coche de Kennedy era de aproximadamente 10-12 metros. La bala se desplaza a una velocidad superior a la del sonido, por lo que produce una detonación de 175 decibelios. Si tenemos en cuenta que el ruido de una taladradora equivale a 120 decibelios, el estruendo por el disparo habría sido tan grande y a tan escasa distancia que hubiera provocado que toda la gente que estaba en la calle se girara, igual que pasa cuando alguien tira un petardo sin avisar. Esto no lo recoge la grabación ni lo señaló ningún testigo. Además, a tan escasa distancia, un disparo de fusil habría volatilizado la cabeza del presidente por completo. La magia no existe, y las “balas mágicas”, tampoco.
Si no fue Oswald, ¿quién?
Una forma de razonar es la reducción al absurdo. Consiste en examinar una hipótesis o un argumento, asumirlo como cierto y mediante razonamiento lógico llegar a una contradicción o absurdo, con lo que se demuestra que la afirmación es falsa. Si no fue Lee Harvey Oswald quien asesinó a JFK, ¿quién fue? Repasando todas las explicaciones alternativas a las conclusiones de la Comisión Warren, resulta que se han propuesto 42 grupos como responsables del asesinato, con 82 posibles sicarios y unas 214 personas implicadas. Y en 56 años nadie ha declarado nada ante un juez o ha vendido una exclusiva por la que le darían millones.
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