Antonio Maqueda
Un tercio de lo que exporta España se ha generado fuera, señala un informe de la Fundación BBVA y el IVIE.
No basta con aumentar las exportaciones para mejorar la riqueza nacional. En una economía globalizada, puede ocurrir que un país como España tenga un papel intermedio en la producción y necesite importar muchos bienes para poder vender fuera. Tal es el caso del automóvil: el diseño se hace allá donde esté la matriz, y las piezas proceden de lugares más baratos. De modo que aquí solo se ensamblan los componentes, algo que reviste menos valor. Y, por tanto, lo que realmente se queda en la economía española al final es menor. Eso denuncia un informe de la Fundación BBVA y el Instituto Valenciano de Investigaciones Económicas (IVIE): las exportaciones españolas generan menos empleo cualificado que en los principales países europeos, sostiene.
Gracias a la apertura comercial, la tecnología y el transporte, muchas veces hoy los bienes se producen a través de cadenas de producción o redes de colaboración en las que el trabajo se divide entre empresas y ubicaciones muy distintas. Son las llamadas cadenas de valor globales. Y la clave del éxito para un país consiste en retener las actividades que brindan un mayor valor añadido. El ejemplo clásico es el de un iPhone fabricado en China. Aunque se haya manufacturado en el gigante asiático, el grueso de los beneficios y salarios se dirige a Estados Unidos, que es donde se ha desarrollado el diseño y la tecnología. En China se queda muy poco.
La Fundación BBVA y el IVIE han elaborado un estudio sobre la competividad española en las cadenas de producción global. Y pese a la mejora de las exportaciones registrada durante la última década, España no figura muy bien en el reparto: "Genera menos empleo de alta cualificación a partir de sus exportaciones que los principales países europeos", afirma el documento publicado este viernes. Y el motivo reside en que "participa menos en las tareas de mayor valor dentro de las cadenas de producción globales".
"La economía española tiene más dificultades que otras europeas para desarrollar actividades más generadoras de valor añadido", explican los autores. Y ello se debe a la escasa inversión empresarial en I+D, innovación, tecnologías de la información, formación de los trabajadores o marketing. En España, los trabajos cualificados, y por tanto los mejor remunerados, tienen un peso menor en la producción para exportar: un 26%. La cifra se sitúa por debajo de lo que supone en Reino Unido, Francia o Alemania: entre un 33,8% y un 35,1%. Lo que, según el estudio, evidencia el "débil posicionamiento de la economía española" en las cadenas de valor. El Banco de España y Funcas han concluido que las exportaciones españolas están sufriendo más el reciente parón exterior debido a su bajo contenido tecnológico, que las hace más sensibles a la competencia en precio.
Mientras que en España solo el 26% del empleo creado por las exportaciones de automóvil es de alta cualificación, en Alemania alcanza el 36,4%. En el textil, el trabajo cualificado supone en España el 16%, frente al 35% de Francia y el 33% de Reino Unido. En el sector agroalimentario español está en el 10%, lejos del 21% de Reino Unido, dice el documento. Y añade que aunque España haya avanzado en su integración dentro de las cadenas globales, el empleo en la industria manufacturera se reduce porque se ha estado deslocalizando hacia países emergentes. Ya solo representa un 11,1 % del total, hecho que sucede igual en las grandes economías occidentales y que está detrás de las actuales tensiones proteccionistas.
"Los expertos hablan de la sonrisa del valor. Hay más valor en las fases de preproducción y postproducción de la cadena, es decir, la concepción, la investigación, el diseño, el marketing y los servicios. En cambio, hay menos valor en las actividades rutinarias de producción. La posición de los países es mucho mejor cuantas más tareas consiguen del principio o del final", explica Francisco Pérez, director de investigación del IVIE y uno de los autores del estudio. Un ejemplo positivo sería Zara, que externaliza la confección pero que diseña y distribuye.
Así que ahora se vende más en el exterior, pero también se participa más en las cadenas de producción internacional. Lo cual significa que ha aumentado lo que se importa para luego comerciarlo fuera. El 30,9% del valor de las exportaciones españolas se genera en otras economías, diez puntos más que en 1995, subraya el estudio. En consecuencia, el porcentaje de valor que se mantiene en España, —es decir, de sueldos y beneficios— apenas toca el 70%, un nivel inferior al de los principales países europeos. A saber: Alemania, Francia, Reino Unido e Italia.
Y este fenómeno es más acusado en la industria que en los servicios. Mientras que en la producción de bienes se importa el 40% de los insumos que se precisan, en los servicios solo se importa un 10%. De forma que aunque las ventas de manufacturas son mayores en euros, los servicios dejan un mayor valor añadido: aportan el 50% de los sueldos y beneficios que dejan las exportaciones frente al 37% que se queda de las manufacturas. En 1995 representaban el 39% y el 48%, respectivamente.
En un contexto de digitalización y robotización, el informe alerta de que la economía española se enfrenta a "mayores desafíos por su elevada concentración de ocupados en puestos de producción o fabricación, frente a los de creación o preproducción y, en general, los más basados en el conocimiento". "Los puestos relacionados con las actividades de fabricación son los más expuestos a la automatización y robotización. Afrontar esos retos pasa por mejorar el posicionamiento en las cadenas de valor, reorientando la especialización hacia las actividades y tareas más creativas, que generen más valor añadido", concluye.
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