Javier Verramendi- Desperta Ferro Ediciones.
Primera ofensiva republicana de la Guerra Civil española, es una de las batallas política y estratégicamente más relevantes de la contienda.
El viajero que haya circulado por la autopista A-6 en dirección al noroeste, debería saber que, a su izquierda, entre las localidades de Las Rozas y Torrelodones, se extiende uno de lugares más importantes de la Guerra Civil española: el campo de batalla de Brunete. Si es observador habrá visto, al subir la larga cuesta que sirve de puerta a la sierra noroeste de Madrid, dos grandes caserones que enmarcan la autopista. A la derecha, sobre una colina de rocas, se alza la llamada «Casa de Franco», el palacio del conde de las Almenas, que recientemente era noticia porque, una vez más, se había incendiado parte del techo. En este lugar, hoy muy deteriorado, tuvo su cuartel general el Ejército Popular de la República durante la batalla a la que nos referíamos. Al otro lado, sobre una cresta que se desploma hacia el río Guadarrama, está «Casa Panarras», que también fue cuartel general, durante la misma ofensiva, del XVIII Cuerpo de Ejército republicano.
Eran las 22.00 horas del 5 de julio de 1937 cuando, al sur de Valdemorillo, se pusieron en marcha los hombres del V Cuerpo de Ejército republicano. Se iniciaba una de las maniobras de infiltración más importantes de la historia. En cabeza iba la 46ª División comandada por Valentín González, el Campesino, detrás la seguía la 11ª, bajo el mando de Enrique Líster, como el anterior, un famoso líder miliciano. Sus hombres iban a pasar la noche caminando hacia el sur. Los del Campesino para tomar Quijorna y la cresta que se extendía al norte de dicho pueblo, coronada por el vértice los Llanos; los de Líster, para conquistar Brunete.
No había amanecido cuando llegaron las brigadas de la división de Líster y comenzó la maniobra. La 9ª, en cabeza, se dirigió hacia el este de inmediato, siguiendo la carretera que, hoy entre urbanizaciones, lleva hasta Boadilla del Monte; la 100ª, que la seguía, rodeó el pueblo por el oeste, cruzó la carretera de Quijorna y se colocó al sur del casco urbano antes de atacarlo y derrotar con rapidez a la guarnición. Luego marchó hacia el sur, por la carretera de Sevilla la Nueva, hasta las puertas de dicho pueblo. Queda una brigada, la 1ª, que llegó la última y que pronto iba a tener que ayudar a otras unidades.
Si bien al alba del 6 de julio, hoy hace justo 82 años, Brunete ya estaba en manos de la República, a Líster sus compañeros le habían fallado. A su derecha, al Campesino se le había echado la alborada encima, tuvo que improvisar su ataque sobre la marcha y había fracasado.
Quijorna y Los Llanos, defendidos por un batallón de Tiradores de Ifni y por la 5.ª Bandera de Falange de Castilla, resistían. A su izquierda, el XVIII Cuerpo de Ejército tampoco había tenido el éxito esperado, pues, a pesar de haber lanzado un ataque clásico, fue incapaz de capturar Villanueva de la Cañada.
Acabar con la resistencia
El problema no era baladí, toda la logística de Líster tenía que pasar por dicho pueblo y los combatientes de la 2ª Bandera de Falange de Sevilla que defendían el lugar estaban dispuestos a evitarlo. Para acabar con la resistencia fue necesario enviar a la 1ª Brigada de Líster que, en consecuencia, no pudo apoyar a las otras unidades de su división, de modo que, sin refuerzos, los hombres que habían ido hasta Boadilla del Monte y Sevilla la Nueva se vieron obligados a dar media vuelta. Aun así, la batalla iba a durar hasta el 26 de julio. Muchos lugares se convirtieron en sitios de muerte. Junto a la M-506, donde da la curva al salir de Villanueva del Pardillo, está la Loma Fortificada; al sur, el Olivar, coincide en gran medida con la urbanización que hoy se llama El Olivar de Mirabal; y también el vértice Romanillos, o el Mosquito, la Loma Quemada y la Artillera, algunos sepultados por las urbanizaciones, mientras otros siguen durmiendo bajo las encinas, calcinados por el sol de julio.
El fracaso republicano
La batalla de Brunete fue un momento crucial de la Guerra Civil española. Hasta aquel verano de 1937, la República se había limitado a reaccionar, a bailar al son que le tocaban los franquistas. La marcha sobre Madrid y el asalto a la capital, la conquista de Málaga, las batallas del Jarama y de Guadalajara, la ofensiva de Vizcaya y la conquista de Bilbao, todas ellas eran operaciones ofensivas de los franquistas que habían obligado a la República a defenderse. Esta defensa había sido férrea, en algunas de estas ocasiones, eficaz, aunque una guerra no podía ganarse retrocediendo paso a paso, el Gobierno republicano era consciente de que tenía que pasar al ataque. Pero lo difícil era encontrar el momento, porque los alzados no se detenían y, ahora, tras haber desistido de conquistar Madrid, pretendían devorar la cornisa Cantábrica, donde, separada del resto de España, resistía la fuerza republicana. Para ello se plantearon diversas opciones, y finalmente se optó por Brunete, una ofensiva con idea doble: por un lado, cercar, atacando también desde Usera, a las fuerzas franquistas que, incrustadas en la Ciudad Universitaria y desplegadas por la Casa de Campo, asediaban Madrid; por otro, obligar al enemigo a detener sus operaciones en el norte para volver al centro de la península. Aunque el Ejército republicano estaba preparado, ninguno de los objetivos se cumplió. Retrasados por los fracasos del primer día, los republicanos no pudieron cercar a las tropas, y aunque Franco ordenó que muchas del norte se desplazaran al nuevo campo de batalla, mes y medio después todo había terminado y podía reanudar la ofensiva. La República había fracasado.
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