Alberto Bravo
«Shows» legendarios, montañas de lsd, tormentas y muertes: tres días históricos que siguen despertando nostalgia.
Cerca de 500.000 jóvenes acudieron a Bether, en Sullivan County, para escuchar las 32 actuaciones programadas.
Fueron tres días de paz, amor y música. Pero también de caos. Para unos, la consolidación de la contracultura a nivel masivo. Para otros, el final de la inocencia y el inicio de una depresión que se acentuaría con los sucesivos conflictos políticos, la guerra fría y la pérdida de unos valores que en realidad siempre fueron utópicos. Realmente, puede que fuera un poco de todo. Entre el 16 y el 18 de agosto, cerca de 500.000 jóvenes acudieron a Bether, en Sullivan County, para escuchar –y otras cosas– las 32 actuaciones programadas. El masivo festival no se celebraría propiamente en el pueblo de Woodstock, pues los granjeros se negaron. Este fue solo el comienzo de los múltiples problemas que sufrirían los idealistas organizadores.
Y más complicaciones: las invitaciones rechazadas. La más notable fue la de Bob Dylan, quien a pesar de vivir en Woodstock por aquellos días declinó las sucesivas ofertas de los promotores. Por dos razones: su profundo odio a los «hippies» –estaba harto de que asaltaran su casa con total impunidad– y porque ya había aceptado una millonaria oferta para el festival de la Isla de Wight, que se celebraría dos semanas después en el archipiélago británico. Por diversos motivos, tampoco estuvieron Beatles, Doors, Led Zeppelin, Byrds o Joni Mitchell.
Pero el cartel sí sería lo suficientemente atractivo porque reuniría a varios de los representantes más ilustres de aquella irrepetible generación de músicos: Jimi Hendrix, Janis Joplin, Joan Baez, John Sebastian, Santana, Canned Heat, Grateful Dead, Creedence Clearwater Revival, The Who, Jefferson Airplane, Joe Cocker, The Band, CSN&Y y más. Para que nada faltara, el evento sería filmado en cine y la película ganaría un Oscar. Al final, fue el éxito de la cinta lo que salvaría a los promotores del desastre económico. Hubo actuaciones memorables y que pertenecen ya a la historia de la música, momentos representativos de una generación. Por ejemplo, la tremenda exhibición de Hendrix, con demencial e icónica interpretación del himno estadounidense con su llameante guitarra. O The Who con un arrasador espectáculo. O la presentación en sociedad de un joven Santana que por entonces era un torrente creativo. O la clase de The Band. O la consolidación de Joplin como una estrella mayor. O la belleza de las canciones de Crosby, Stills, Nash & Young. O Joe Cocker desatado cantando aquello de «With a Little help from my Friends». Pedazos de historia.
Muertes y tormentas
Sin embargo, el festival sería recordado también por la perversión de unos ideales. Hubo montañas de LSD y un indecente tráfico de drogas. Hubo vandalismo y gente que se creía con el derecho de asaltar violentamente los cielos solo por llamarse «hippies». Hubo muertes. Las fuertes tormentas registradas a lo largo del encuentro trajeron también una brillante metáfora de lo que fue Woodstock 1969: una preciosa lluvia que acabó llenándolo todo de barro. Muchas teorías apócrifas nacerían tras la celebración del festival. Y el tiempo acabaría dando la razón a quienes hablaron de la «depresión post-Woodstock». Vietnam seguiría su curso, tan lleno de napalm, abusos y destrucción. EE UU se instaló en irresponsabilidad gubernamental. Y el arte, incluida la música, también cambiaría. Se irán desarrollando dos corrientes musicales predominantes: el rock and roll masivo, al albur del desarrollo de la gran industria y los multimillonarios contratos, y la consolidación de la introspección del cantautor, con grandes figuras del área Lauren Canyon, como Jackson Browne, Joni Mitchell, Neil Young, James Taylor y otros. Nadie se volvería a recuperar de Woodstock, ya fuera por amnesia inducida o nostalgia. Aquello fue el final de algo y el comienzo de otra cosa. Sí, los tiempos seguían cambiando.
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