J.M.Zuluaga
Al Qaeda y Daesh tratan de convencer a los suyos de una “victoria” que nunca llega.
Abu Bakr al-Baghdadi, líder del Estado Islámico, en una imagen de 2014
En el plazo de unos pocos días, los dos principales cabecillas del yihadismo terrorista, Ayman al Zawahiri (Al Qaeda Central) y Abu Bark Baghdadi (Daesh) han pedido paciencia a sus seguidores. Tranquilidad porque, al final, se alcanzará una “victoria” sobre los “infieles”, que nunca llega.
Alardean de los atentados que cometen en distintas zonas del mundo, que son numerosos, es cierto, pero que no logran ningún resultado práctico salvo el de causar muerte y destrucción.
Resulta impensable, al menos de momento, que estas bandas criminales vayan a conseguir a cambiar el régimen político de los países donde operan, y lograr imponer califatos de carácter islámico, en los que se pueda implantar la Sharia como ley fundamental, el islamismo en su versión más extremista.
Además, la repercusión de los atentados que cometen es bastante pobre desde el punto de vista mediático y, salvo excepciones, como cuando perpetran acciones criminales contra los cristianos, pasan inadvertidas en occidente. Lo mismo ocurre con los actores (lobos) solitario que, cuchillo en mano, la emprenden con los viandantes en algún país occidental, que son tratados como personas desequilibradas, porque no hay que estar muy bien de la cabeza para seguir las consignas del yihadismo.
La situación desespera a los citados cabecillas y se observaba claramente en el último mensaje de Baghdadi: “En cuatro días, los combatientes de ISIS vengaron al pueblo de Siria al lanzar una redada en ocho países, llevando a cabo 92 ataques que fueron planificados previamente en su tiempo y objetivos”, al referirse a la reacción tras la pérdida de su último bastión en Siria, Al Baghouz. Agregaba que hubo “una segunda incursión de desgaste al llevar a cabo 61 ataques en 11 países en tres días” Y abundaba en otros datos, con los que quería demostrar que sus “combatientes” mantenían la actividad terrorista en distintas partes del mundo.
Se trata de argumentos para convencer a los suyos de que está siguiendo la estrategia correcta, pero la realidad es que, a efectos prácticos, su fanatismo le llevó a conquistar, y perder después, en el plazo de cinco años, el “califato” que había montado en Siria e Irak, con el balance de miles de muertos o heridos, tanto en las filas propias como en la de los “infieles”; y con el problema añadido, que tuvo que reconocer, de los miles de prisioneros, entre ellos mujeres y niños, que ha dejado atrás mientras él, el gran líder, figuraba como “desaparecido en combate” porque no dio la cara en ningún momento.
Objetivos blandos
En los últimos días, Daesh ha difundido carteles en los que copia una de las últimas portadas de la revista de Al Qaeda “Inspire” sobre descarrilamiento de trenes. Todo ello, dentro de la guerra psicológica que desarrollan ambas bandas terroristas y que cada día produce menos efectos. Se les ha ido la mano con las amenazas y, además, han surgido extrañas “fundaciones”, que parecen funcionar por iniciativa propia. Una de ellas, anunciaba recientemente que iba a colocar en España bombas lapa debajo de los coches, como hacía ETA.
Al pedir paciencia, los cabecillas yihadistas hacen siempre referencia a El Corán y a las enseñanzas del profeta Mahoma para tratar de convencer de que actúan respaldados por una voluntad divina. “Actúen porque Alá verá sus obras, y Su Mensajero,y los creyentes”, se decía en uno de los últimos mensajes.
Con todo, la situación no es para tranquilizarse dado que la estrategia de cualquier terrorista es la de la huida hacia adelante. Los expertos opinan que entre los planes criminales de Al Qaeda y Daesh están los de cometer atentados de envergadura en occidente, donde este tipo de ataques tienen una mayor repercusión mediática. Otra cosa, es que lo puedan llevar a cabo con la facilidad que les gustaría, dadas las medidas de seguridad que se mantienen.
Los objetivos llamados “blandos”, ataques indiscriminados contra la población, como los dirigidos contra tropas militares o fuerzas de seguridad, están en la agenda de las bandas yihadistas. El perpetrado por Daesh en Kabul, el pasado mes de agosto, con un balance entre 200 y 400 víctimas, según sea la fuente, fue una combinación de ambos.
Con este tipo de criminales hay que estar preparados para lo peor en cualquier momento; no pueden mantener unidas unas organizaciones mediante discursos, más o menos religiosos y belicosos, o con la enumeración de atentados aquí y allí. Necesitan “hacer ruido” y hay que estar prevenidos para evitarlo.
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