Ana Torres Menárguez
Bulgaria, Letonia y Rumanía presentan el mayor número de muertes por cada 100.000 habitantes.
Vecinas de Oia, una localidad en Pontevedra. ÓSCAR CORRAL
España es el país de la Unión Europea con la tasa de mortalidad anual más baja. En 2016, hubo 829 muertes por cada 100.000 habitantes, por debajo de las 1.002 de media europea, según los datos publicados este martes por Eurostat, la oficina de estadística comunitaria. Los expertos coindicen en su diagnóstico: a la dieta rica en frutas, verduras y pescado se suma la sociabilidad, los españoles dan más importancia a pasar tiempo fuera de su casa con su red de amigos y eso se traduce en mayor movimiento. “Aunque los países nórdicos tienen un PIB per capita superior —Suecia ocupa el puesto número 17 y España el 34, según datos del Fondo Monetario Internacional—, en los países mediterráneos hay un estilo de vida que favorece la longevidad”, apunta Manuel Anguita, presidente de la Sociedad Española de Cardiología.
Junto a España, los otros tres países con menor tasa de decesos fueron Francia (838), Italia (843) y Malta (882), también en el arco mediterráneo. En el polo opuesto, Bulgaria (1.600), Letonia y Rumanía (ambas con 1.476) presentaron las mayores tasas.
Las causas de muerte siguen siendo las mismas que en ediciones anteriores. De las 5,1 millones de personas que murieron en la UE en 2016 —unas 80.000 menos que el año anterior—, un 36% fueron como consecuencia de enfermedades del sistema circulatorio, principalmente ataques cardíacos y accidentes cerebrovasculares. El segundo gran grupo, el 26% del total, se correspondió con casos de cáncer. El 33% de esas muertes fueron de personas menores de 75 años (1,7 millones); el 29% tenían entre 75 y 85 años (1,5 millones), y el 38% tenían más de 85 años (1,9 millones). Los únicos países donde el cáncer fue la primera causa fueron Dinamarca, Francia, los Países Bajos y Reino Unido.
En España la baja tasa de mortalidad se explica con la alta esperanza de vida: la media de edad de las muertes es de 83 años, frente a los 80,6 del resto de países de la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE). España es el segundo por detrás de Japón, donde ese indicador alcanza los 83,9 años. “Pese al panorama privilegiado de España, el reto pendiente es reducir la arterioesclerosis, que es el envejecimiento de las arterias y el cúmulo de grasa y colesterol malo en sus paredes”, alerta el doctor Anguita, que recuerda que el 50% de la población presenta niveles excesivos de colesterol malo, provocado por una mala alimentación, falta de ejercicio y, en algunos casos, por un componente genético.
MENOR INVERSIÓN SANITARIA
España es uno de los países en el que más cayó la inversión en sanidad durante los años de la crisis. Entre 2009 y 2013, el Estado incrementó el gasto en 0,6 puntos. En años anteriores, esta tasa alcanzó los 3,4 puntos. El gasto sanitario en 2016 se situó por debajo de la media de la OCDE, unos 2.800 euros por habitante al año, casi 700 euros menos que el resto de países, cuya media sobrepasó los 3.400 euros.
El 99,8% de los españoles tienen acceso a la sanidad pública, dos puntos por encima de la media de la OCDE (97,9). Aunque el número de médicos por habitante es superior a la media (3,9 por cada 1.000 habitantes frente a 3,4), suspende en número de enfermeros: hay 5,3 por cada 1.000 habitantes, frente a los 9 de media del organismo.
“Los más afectados son los mayores de 70 años y nuestra población está muy envejecida”, añade. En 2050, casi un 40% de la población española tendrá más de 65 años, según previsiones de la OCDE. A la alta tasa de esperanza de vida se suma la baja natalidad —1,3 hijos por mujer—. Desde 1970 hasta 2015, la esperanza de vida en España mejoró en más de diez años, desde los 70 hasta sobrepasar los 80. Por sexos, las mujeres viven hasta cinco años más que los hombres, y superan los 85 años de media, como sucede en Japón, Francia, Corea del Sur y Suiza.
“No nos tenemos que contentar al compararnos con otros países europeos, sino analizar en qué estamos fallando y predecir cómo podría repercutir en la mortalidad futura”, indica Ildefonso Hernández, catedrático de Medicina Preventiva y Salud Pública de la Universidad Miguel Hernández. Uno de los focos a analizar, apunta el experto, es la pobreza infantil. España tiene una de las mayores tasas de la UE (28,3%), solo por detrás de Rumanía (32,2%) y Bulgaria (29,2%). “Ese estrato de la población se está exponiendo a alimentos baratos pero pobres nutricionalmente. Esa ingesta aumenta el riesgo de enfermedades cardiovasculares y aunque el impacto todavía no es visible, lo será”, añade.
El repunte de los fumadores es otro de los condicionantes. El efecto disuasorio de la ley antitabaco, que entró en vigor en 2011, empezó a flaquear en 2017, cuando los consumidores diarios crecieron en cuatro puntos porcentuales respecto a 2010, con un 34% de la población adicta. “Hay que reforzar las políticas públicas que restrinjan el consumo de tabaco, con una incidencia directa sobre las enfermedades cardiovasculares y el cáncer. Hacen falta medidas valientes y drásticas, como el control de las bebidas azucaradas”, opina Carmen Vives, expresidenta de la Sociedad Española de Epidemiología y profesora de la Universidad de Alicante.
Otras causas de muerte
La tercera causa de muerte en la UE fueron las enfermedades del sistema respiratorio, que mataron a 422.000 personas en 2016 —el 8% de todas las muertes—. Las enfermedades del sistema digestivo, con 222.000 muertes, fueron el 4%; las enfermedades mentales y del comportamiento como la demencia, causaron 220.000 muertes, otro 4%; y las enfermedades del sistema nervioso, incluido el alzhéimer, provocaron 219.000 muertes, el 4%.
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