Óscar Gutiérrez Garrido
Espoleada por el último pronunciamiento del líder del ISIS, la marca yihadista se extiende ya, con atentados y grupos afines, a una decena de países al sur del Sáhara.
Militares nigerianos inspeccionan un vehículo militar incautado al grupo yihadista Boko Haram, el 3 de julio en el Estado de Yobe, en Nigeria. AUDU MARTE AFP
Plan b yihadista activado. Desde que el 29 de abril, el líder del Estado Islámico (ISIS, en sus siglas en inglés), el iraquí Abubaker al Bagdadi, apareciera en una grabación, la primera en cinco años, instando a los suyos a seguir sembrando el terror más allá de Siria e Irak, teatro de la derrota, las coreografías en las redes se repiten: no pasan muchos días sin que alguno de los numerosos grupos afines al ISIS reúna a sus hombres, les ponga ante las cámaras, junten todos las manos y renueven votos de lealtad al califa. Han posado afganos, turcos, rusos, filipinos... Pero sobre todo africanos, desde el flanco nigeriano al corazón del Sahel. A estos últimos, Al Bagdadi les dedicó unas palabras sin duda inusuales; ensalzó la adhesión a la causa de malienses y burkineses y la figura de Abu al Walid al Sahrawi, uno de los hombres más buscado del Sahel. "El viento sopla a favor del ISGS (Estado Islámico del Gran Sáhara, liderado por Al Sahrawi)", dice en un correo electrónico Héni Nsaibia, investigador del proyecto de análisis de conflictos ACLED, "han crecido, incrementado sus capacidades y expandido sus operaciones". Son un fenómeno del terror en alza en un continente en el que, según el recuento en el que coinciden los expertos, al menos una decena de países se ven amenazados por grupos en la esfera del ISIS.
El ISGS actúa en el maldito triángulo fronterizo entre Malí, Burkina Faso y Níger; sin menospreciar el temor de las autoridades al contagio hacia los vecinos Gana, Togo y Benín -en este último fueron secuestrados en mayo dos turistas franceses, liberados luego en Burkina en una operación en la que murieron dos soldados galos-. Un informe reciente de la ONU calcula entre 100 y 200 los combatientes en sus filas. Un cálculo quizá prudente sobre todo en relación con otro de los monstruos del yihadismo en el Sahel, el grupo JNIM, el gran paraguas de organizaciones en la esfera de Al Qaeda, que pudiera sumar más 800 hombres. Pero no son enemigos e incluso, según este mismo informe, habrían colaborado en varios ataques en Malí el pasado mes de febrero.
Según el Africa Center for Strategic Studies (ACSS), un centro de análisis dependiente del Departamento de Estado norteamericano, los dos grupos, el JNIM del maliense Iyad Ag Ghaly y el ISGS de Al Sahrawi, protagonizaron 464 ataques en 2018, el triple que un año antes. Pauline Le Roux, analista de este centro, calcula que el ISGS estuvo detrás del 42% de las muertes producidas en el Sahel el pasado año a manos de grupos islamistas. "Si sigue al ritmo actual, el ISGS será responsable en 2019 de más de 570 muertes", señala Le Roux en un intercambio de correos, "más que ningún otro grupo del Sahel".
La guerra contra Al Sahrawi, nacido en El Aaiún, viejo conocido de la rama magrebí de Al Qaeda, está lanzada. El pasado junio, una operación en la que participaron fuerzas militares de Francia, Estados Unidos y Níger acabó con la vida de una veintena de miembros de la rama del ISIS en el Sáhara. En el intercambio, cerca de Tongo Tongo (Níger), los franceses tuvieron que hacer un aterrizaje de emergencia de uno de sus helicópteros, aunque no sufrieron bajas. Sí las sufrió EE UU en esa misma zona en octubre de 2017, cuando una emboscada del ISGS acabó con la vida de cuatro soldados norteamericanos y cinco nigerinos. Pero ni siquiera entonces, con el eco mediático que tuvo la operación, la maquinaria de propaganda del califato mostró tanto interés por el Sahel como Al Bagdadi hizo en su vídeo de abril de este año, ya con el califato sobre cenizas.
Camillo Casola, del centro italiano ISPI (Instituto para los Estudios de Política Internacional), apunta a que el "incremento en el número de franquicias regionales dispuestas a reconocer la autoridad política e ideológica del califato ayuda al ISIS a fortalecer la narrativa según la cual su capacidad de actuar no ha cambiado, tapando así sus derrotas en el escenario local". La franquicia de Al Sahrawi, no obstante, ya había jurado lealtad al califato en mayo de 2015, pero solo ahora ha recibido la bendición definitiva. Al Bagdadi reconoce además a este grupo dentro de lo que llama la provincia Estado Islámico de África Occidental (ISWAP, en sus siglas en inglés), hasta ahora gobernada por la escisión de Boko Haram en Nigeria bajo las órdenes de Abu Musab al Barnawi y demoledora en la región de lago Chad (Nigeria, Chad, Camerún y Níger)
Según cifras reunidas en el informe de la ONU, ISWAP tiene entre 1.500 y 3.000 combatientes. Esta misma organización calcula que en el último semestre de 2018, los hombres de Al Barnawi mataron a 700 militares nigerianos. "El grupo", señala el reporte, "tuvo acceso a fuentes de liquidez y equipo militar, como armas, munición y vehículos, además de desarrollar sistemas de reconocimiento a través de drones". Por todo esto, Héni Nsaibia, de ACLED, los considera los más peligrosos de entre los terroristas africanos en el escenario ISIS.
Pero hay más. En la grabación emitida en abril por la productora yihadista Al Furqan, Al Bagdadi sostiene entre las manos un informe bajo el título Provincia de África Central. Esto es, el ISIS extiende sus tentáculos al sur del Sahel. Esa provincia yihadista haría referencia sobre todo a la actividad terrorista en la República Democrática del Congo del grupo islamista Fuerzas Democráticas Aliadas (más conocido por su denominación inglesa Allied Democratic Forces, ADF), nacido en la vecina Uganda a mediados de los noventa. Aunque los lazos operacionales con el califato ya caído son incluso más difíciles de sostener que los del Sahel, la maquinaria de propaganda del ISIS ya ha mostrado imágenes de sus uniformados y asumido la autoría de tres ataques este año en Beni, en el este de Congo.
Esta suerte de departamento yihadista en el África Central llevaría su marca más allá de la propia geografía, hasta Mozambique, en la franja sureste africana, donde el ISIS ha mostrado ya sus simpatías hacia un grupo islamista en la región de Cabo Delgado. "La clave", señala Le Roux, del centro de análisis ACSS, "no es la adhesión al ISIS, sino la fuerza y conexión de un grupo extremista con la población. Cuando alguien se une a un grupo radical, no está necesariamente pensando en si es el que más cerca está del ISIS sino en si es el que mejor protege sus intereses". Para esta analista, pese a la fuerza de la marca ISIS, aún hoy, el mayor reto a la seguridad en África lo representan dos organizaciones que amenazan la autoridad del Estado, esto es, Boko Haram en Nigeria y Al Shabab en Somalia. De este último, por cierto, también existe una escisión bajo la esfera del Estado Islámico.
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