Marta R. Domínguez
La Universidad de Copenhague coteja el ADN de la necrópolis de Los Ahijones con el genoma de los godos.
Los arqueólogos de Argea, examinan dos de los cuerpos encontrados - ABC
Tras un largo periodo de luchas en Europa, a finales del siglo V, unos 300.000 visigodos envainaron la espada para alzar el arado y adentrarse en una Hispania en la que apenas habitaban un millón de humildes campesinos hispano-romanos. Llegaron hasta aquí llamados por el propio Imperio romano, que quería frenar el avance devastador del resto de tribus bárbaras y que ellos, tras expulsarlos, repoblasen los terrenos yermos. Entre otros asentamientos, los visigodos convirtieron en su próspero hogar el solar en el que ahora las excavadoras trazan un vial que conectará el desarrollo de Los Ahijones con el resto de Vicálvaro. Siguiendo su rastro, también han aterrizado aquí los investigadores de la Universidad de Copenhague, que buscan a sus antepasados en la necrópolis que fue hallada en este páramo en 2010.
Cuando se quiso iniciar la construcción de esta carretera, las piquetas se toparon con el que es el enterramiento más antiguo y más grande encontrado hasta la fecha en la Comunidad. Si la sorpresa fue mayúscula para los investigadores españoles, más aún lo fue para los arqueólogos escandinavos, cuyo afán por reconstruir el periplo del pueblo godo por el mundo les trajo hasta esta parcela para extraer el ADN de los restos de los 894 individuos que fueron exhumados.
«El Museo de Historia Natural de Dinamarca y el Centro de Geogenética de la Universidad de Copenhague han logrado obtener la secuencia genética de los godos, que proceden de Dinamarca y Suecia, y pretenden ver en qué cantidad hay ese genoma en la población que vivía en Vicálvaro», explica a ABC el arqueólogo Jorge Vega, que dirigió la excavación junto a Roberto Menduiña.
«Este estudio, aún en proceso, permitirá determinar la huella genética de la población enterrada», añade Vega, cuyo equipo de arqueólogos independiente, Argea, colabora en este proyecto internacional. Los resultados se conocerán, si todo va según lo previsto, a lo largo de este 2019. Una veintena de este equipo de expertos extrajo durante dos años todos los cuerpos y objetos que se encontraban en un área de 9.067 metros cuadrados. En total, se documentaron y excavaron 824 tumbas, algunas de ellas con dos individuos enterrados.
No obstante, dado el grado de deterioro de muchos de ellos, sólo se pudo realizar un análisis antropológico en el 30 por ciento de los cuerpos. «Los demás estaban tan deshechos que no nos permitían estudiarlos, eran sólo la impronta. Están excavados en un terreno compuesto por yesos y este material drena muy mal, el agua se acumula en su base y los cuerpos se diluyeron en una especie de sopa en la que no hay masa ósea que luego se pueda estudiar», arguye el experto.
Saqueos
La necrópolis ha sido objeto de diferentes saqueos desde la antigüedad. Pese a que las piezas documentadas son muchas, es evidente que el ajuar de la mayoría de los individuos fue robado. Sin embargo, en algunos enterramientos sí que se han logrado recuperar objetos de adorno personal compuestos por hebillas de cinturón, pendientes de tipo aro, collares de cuentas de pasta vítrea, anillos de sección circular y rectangular, cuchillos y pinzas.
También se rescató un pequeño conjunto de jarras y botellas con una o dos asas. «Las piezas más antiguas son de finales del siglo V, que parece coincidir con la llegada a Hispania de los visigodos, y los últimos son de principios del siglo VIII, que coincide con la llegada de los musulmanes», concluye Vega, que añade que, después, la población se trasladó a 500 metros y se islamizó. La aldea se mantuvo en pie hasta el inicio del siglo X, momento en que se abandonan la mayor parte de los asentamientos rurales en Madrid y se trasladan a vivir a las ciudades, que ya están fortificadas.
Falsa alarma
Una vez finalizada la excavación, en 2012, la Dirección General de Patrimonio autorizó las obras promovidas por la Junta de Compensación sobre los terrenos que ocupaba la necrópolis. No obstante, la crisis económica y los litigios que frenaron los desarrollos del Sureste paralizaron las obras y las oquedades quedaron a la vista hasta hace apenas unos días. «Una vez extraídos todos los restos arqueológicos quedan solo los hoyos de las estructuras, sin ningún valor arquitectónico y, al estar excavados en el terreno natural, no pueden conservarse», aclaran desde la Consejería de Cultura, ante la alarma vecinal.
El resultado de aquellos dos años de trabajo de campo se ha prolongado en otros seis más de investigación para traducir a hechos todos los indicios que arrojan las mediciones de los huesos, tendones y dientes. Todos los restos, tras su análisis e inventario, han sido depositados en el Museo Arqueológico Regional, donde está previsto realizar una exposición que relate todo lo que aquel yacimiento cuenta a través de sus cuerpos y sus ofrendas funerarias.
Exposición y parque arqueológico
«De la excavación también nos llevamos sedimentos para ver si en el futuro se podía hacer algún tipo de analítica con ellos, porque en algunos enterramientos hemos visto que podía haber cálculos renales en algunos individuos», cuenta Vega, que deja la puerta abierta a continuar esas investigaciones. Esa ingente cantidad de material -unas 500 cajas que se encuentran ahora en el depósito del Museo- ha arrojado una información certera sobre cómo era la vida entonces.
Otro de los objetivos de la Consejería es, precisamente, divulgar toda su historia a través de un parque arqueológico que se instalará en las inmediaciones del yacimiento, para que los vecinos tengan conocimiento de quiénes y cómo eran los vicalvareños hace más de 1.200 años.
No hay comentarios:
Publicar un comentario