Manuel P. Villatoro
El 3 de febrero de 1943 la URSS informó de que el Sexto Ejército (al mando de Friedrich von Paulus) había sido derrotado una jornada antes. Así se dio por finalizada la batalla de Stalingrado.
Von Paulus, durante el cerco - ABC
«Cuando los nervios fallan no hay otra solución que decir: “No puedo más” y matarse, Tenía el deber de suicidarse». Las palabras que Adolf Hitler dedicó a la actuación de Friedrich von Paulus (al frente del Sexto Ejército) tras conocer su capitulación ante los soldados de la URSS en el invierno de 1943 fueron de un desprecio total. No en vano, poco antes le había exhortado a combatir hasta el último hombre contra los «rojos» otorgándole un ascenso envenenado a mariscal de campo.
«Ningún mariscal alemán se ha rendido jamás ante el enemigo», le espetó tras comunicarle la buena nueva. Sin embargo, el oficial optó por romper aquella tradición a sabiendas de que su muerte sería inútil. No le faltaba razón, pues su arriada de bandera significó la derrota definitiva de las fuerzas nazis que sitiaban Stalingrado. Una humillación que el Camarada Supremo dio a conocer el 3 de febrero de ese mismo año.
Nace un héroe nazi
De origen burgués (el «von» lo incluyó él mismo en su apellido), este oficial sufrió en Stalingrado una de las derrotas más sonadas de la Segunda Guerra Mundial y se ganó el odio de los mandamases del Tercer Reich. Y todo, poco después de ser catapultado hasta la cúpula del Sexto Ejército tras la muerte de Walther von Reichenau -famoso por su crueldad a la hora de tratar a los prisioneros en su poder-.
De Paulus se dijo que le faltaba poder de decisión, que era un cobarde y que había dejado morir a sus hombres. La realidad, no obstante, es que logró defender su posición durante meses ante un contingente superior de soviéticos que le cercaban mientras el hambre y el frío menguaban a sus soldados. Al menos, así lo explicó el mismo militar en un despacho enviado al Grupo de Ejércitos y al Alto Mando: «El valor combativo de la tropa decrece rápidamente debido a la falta de provisiones, de combustible y de munición. Dieciséis mil heridos carecen de los cuidados necesarios. […] Síntomas evidentes de desintegración».
El desastre
La odisea germana empezó en noviembre de 1942, mes en que el Sexto Ejército había pasado ya a la defensiva en el frente de Stalingrado. El día 19 comenzó la «Operación Urano», una misión mediante la que el Ejército Rojo rodeó la ciudad para «embolsar» a sus defensores y lograr que se rindiesen. Lo cierto es que los hombres de Stalin lograron completar su objetivo en pocos días al atacar los puntos clave de las defensas nazis (la mayoría, defendidos por tropas rumanas).
«El 23 de noviembre, los rusos procedentes tanto del norte como del sur arrollaron por completo a los rumanos y convergieron sobre un puente que atravesaba el río Don en Kalash, que era la línea de comunicación y abastecimiento del ejército de Paulus. […] En el interior habían quedado aislados 300.000 hombres», explica el autor del blog, afirma el historiador Jesús Hernández, autor del blog « ¡Es la guerra!», en « Breve historia de la Segunda Guerra Mundial».
A partir de este momento comenzó el calvario de las tropas nazis. El Sexto Ejército de Paulus se vio rodeado por tropas soviéticas sedientas de sangre. ¿Qué hizo Hitler? Lejos de ordenar a sus hombres la retirada, instó al oficial a defenderse afirmando que les suministrarían alimentos, munición y ropa de abrigo mediante la «Luftwaffe» mientras se mandaban tropas para romper el cerco. La promesa era totalmente falsa, pues de las 700 toneladas diarias de material que prometió hacer llegar a los defensores el pomposo Goering (líder de la fuerza aérea nazi) apenas logró enviar 100.
Con todo, Hitler no dudó y ordenó a Erich von Manstein ponerse al frente de un contingente mecanizado de ruptura. Una fuerza que se las vería con los rusos, que se habían atrincherado en las afueras de Stalingrado para evitar que nadie reforzara a los supervivientes que resistían en el interior.
Mientras las tropas de auxilio se dirigían hacia Stalingrado, los defensores de la ciudad sufrieron todo tipo de penurias. Entre otras tantas, la muerte por congelación debido a las bajas temperaturas (de hasta 25 grados bajo cero), la falta de alimento (pronto se acabaron hasta los caballos) y la escasez de combustible para los carros de combate.
La situación era tan precaria que muchos soldados alemanes prefirieron suicidarse a permanecer un día más allí. Los más avispados, por el contrario, se hirieron levemente para solicitar ser llevados a retaguardia en avión.
Durante los meses que duró el cerco la situación se tornó en un esperpento. Hitler se negó en rotundo a que el Sexto Ejército se retirase (Manstein no tenía órdenes de crear un corredor que permitiera escapar a los sitiados, sino de reforzarles) y ascendió a Paulus a mariscal el 30 de enero para evitar que se entregase y hacer que, llegado el momento, se suicidase.
Sin embargo, el militar germano desobedeció a Hitler y terminó capitulando ante los soviéticos. Por su parte, Manstein no pudo cumplir su objetivo. Un verdadero desastre para los intereses del nazismo. La derrota se hizo pública el 3 de febrero, cuando se desveló «el fin de la batalla de Stalingrado».
Traidor
Paulus acabó sus días airado por la traición de Hitler. «Disgustado por el trato que le dio Hitler, Paulus, su jefe de gabinete, el general Schmidt y al menos uno de sus comandantes de cuerpo (von Seidlitz) se unieron y dirigieron el movimiento antihitleriano patrocinados por la Unión Soviética. Después de eso, se establecieron en la Alemania Oriental», afirma a ABC el versado historiador David Glantz, autor de « A las puertas de Stalingrado», el primer tomo de una tetralogía editada por «Desperta Ferro» sobre esta contienda.
¿Fue Paulus un traidor que se tomó la justicia por su mano? Glanz duda de ello. «Francamente, después de observar el sufrimiento de los soldados del Sexto Ejército, no los culpo. Sin embargo, a pesar de la cooperación de Paulus, el siempre vengativo Stalin se aseguró de que pocos de los supervivientes del Sexto Ejército alguna vez regresaran a Alemania», añade. Von Paulus falleció el 1 de febrero de 1957, tras una vida dedicada a las armas.
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