viernes, 8 de febrero de 2019

El ejército afrancesado de José I: los españoles borrados por traidores de la historia. 4º ESO

ABC HISTORIA
César Cervera

En «El Ejército español de José Napoleón» (Desperta Ferro), Luis Sorando Muzas trata de alumbrar la historia de uno de esos bandos sin voz, la de las unidades españolas que sirvieron con el hermano de Napoleón.

Zapador del Regimiento de Fusileros de la Guardia Real. Ilustración de Dionisio Álvarez Cueto - DESPERTA FERRO


Se quedó corto el poeta al hablar de dos Españas. Son bastantes más, y algunas tan olvidadas como la de los españoles que sirvieron a José I. Ocurrió con el bando de la Beltraneja, rivales de los Reyes Católicos; con los comuneros que se rebelaron contra Carlos V; los partidarios de que reinara el Archiduque Carlos en vez de los Borbones o con los Carlistas que se opusieron a Isabel II... A la España que no encaja con el relato oficial se la borra irremediablemente de los libros o, al estilo soviético, se le difumina en las fotografías.
En «El Ejército español de José Napoleón» (Desperta Ferro), Luis Sorando Muzas trata de alumbrar la historia de uno de esos bandos sin voz. «Es evidente que hubo españoles luchando contra otros españoles en la Guerra de Independencia. Para ellos fue una derrota trágica. No fueron ejecutados, pero quedaron marcados de por vida y pasaron por un largo periodo de prisión en muchos casos. Hasta 1820, se alargaron los procesos que llamaban de “incidencia”», explica el autor.
Tras el nombramiento como Rey de José Napoleón el 6 de junio de 1808, el hermano del Emperador buscó la manera de obtener la fidelidad de aquellos regimientos del Ejército borbónico que se encontraban en las plazas norteñas bajo control francés. «José aspiraba a ser pronto un rey independiente. Aliado de Francia, pero con su propio gobierno y su propio ejército, de modo que pudiera pacificar sin ayuda de otros el país», cuenta el autor de «El Ejército español de José Napoleón» sobre el origen de estas unidades de afrancesados.
Durante su breve estancia en Madrid, José aprobó un nuevo escudo real y planteó la posibilidad de constituir la Gendarmería y las Guardias Cívicas con el fin de mantener el control de las zonas rurales. Sin embargo, la derrota en Bailén hizo renegar de este proyecto a los pocos españoles que apoyaron al monarca. «Todos mis oficiales españoles me han abandonado, menos cinco o seis personas», aseguró José, desesperado por la situación.
«Podría haber sido un buen Rey en otras circunstancias. A su modo quería lo mejor para España, aunque se equivocaba de medios. Logró sacar adelante medidas muy interesantes que luego su hermano anuló por otras vías. Era, además, un poco depresivo y el hecho de que no le quisieran en España pesó mucho en su ánimo», defiende Sorando Muzás.

¿Algo más que un embrión?

Refugiado en Vitoria, José I retomó en octubre de 1808 su plan de crear un ejército español a su servicio. Empezando por reorganizar su guardia real y los símbolos de la Corona. Su propuesta de crear unidades propiamente españolas se topó pronto, sin embargo, con la negativa de su hermano, que desconfiaba de que se pudiera sacar algo ventajoso de los soldados autóctonos. El Emperador únicamente estaba de acuerdo en crear unidades con reclutas forzosos y prisioneros que fueran adiestrados previamente, a fuego lento, en Francia.
Solo después de la serie de victorias cosechadas a finales de año y principios de 1809 por los franceses, Napoleón cambió de opinión: «Podría ser una buena medida crear algunos regimientos de españoles [...] uno al norte en Palencia y otro a El Escorial y alrededores».
Fotografía de Luis Sorando Muzás
Fotografía de Luis Sorando Muzás
La captura de 5.600 prisioneros en Uclés (Cuenca) sirvió la ocasión para poner en marcha el proyecto de José I, si bien los resultados nunca terminaron de ser los deseados. El 4 de febrero, el ministro de Defensa, Gonzalo O’Farrill, informó de que un teniente coronel de la antigua División de La Romana, derrotada en Mansilla, había formado un batallón de casi 500 hombres, nombrado provisionalmente 1º Ligero de España. Unas semanas después, el Emperador comunicaba a su hermano que el regimiento había «desertado con armas y bagajes. Y pasará lo mismo con los otros regimientos».
A pesar de que hubo más tropiezos y deserciones masivas, José I no desistió hasta el último día en la creación de varios regimientos plenamente españoles, cuyas trayectorias irregulares se detallan con minuciosidad en «El Ejército español de José Napoleón». «Se creó el embrión, la estructura y los mandos, pero poco más. Si José hubiera tenido más estabilidad habría prosperado. En cambio, el proyecto se quedó en unidades leales pero dependientes, no un ejército como tal, que combatió junto a los franceses con suerte desigual», asegura Sorando Muzás, que cita en su obra historias que van más allá de las deserciones en desbandada, entre ellas la defensa heroica que hizo en Sevilla una guarnición formada por españoles leales a José I.

Un vacío historiográfico y visual

El Ejército de José I vivió entre dos tierras, las dos igual de hostiles. Los franceses no dejaron de ver durante la guerra a los regimientos españoles del Rey como un fermento de desertores y un gasto inútil, mientras que el otro bando, los denominados patriotas, se mostraron despiadados con los «josefinos» o «juramentados» (el término afrancesado es posterior). «Se fue relativamente condescendiente con las milicias que los franceses establecieron en cada localidad para vigilar el contrabando y la retaguardia. Como mucho se les obligó a alistarse varios años en el Ejército borbón a modo de castigo. No así con los que participaron en el Ejército de José I, a los que se les reservó hambre y miseria. Los que estuvieron en Francia tuvieron más suerte, porque allí con la restauración borbónica se fue más permisivo. Muchos entraron en el Ejército francés, que tiene una larga tradición de extranjeros sirviendo en sus unidades», añade uno de los mayores expertos en uniformes en España.
«Se fue relativamente condescendiente con las milicias que los franceses estableció en cada localidad para vigilar el contrabando y la retaguardia. No así con los que participaron en el Ejército de José I»
En su libro, fruto de varias décadas de investigación, Luis Sorando Muzás reconstruye los estandartes y uniformes de cada una de las unidades que sirvieron con José I. Este asesor vexilológico del Museo del Ejército y presidente de la Asociación Napoleónica Españolase interesó por este ejército olvidado cuando muy joven se topó en el libro «Soldados de España», de Jose Maria Bueno Carrera, con varias ilustraciones de los supuestos uniformes de estos regimientos. «Me picó la curiosidad, y con años de investigación he podido descubrir que todo eran invenciones de otros autores», señala.
Hasta esta obra editada por Desperta Ferro no había apenas nada escrito sobre el Ejército de José, entre otras cosas porque los archivos del efímero rey fueron destruidos de forma minuciosa. De ahí el gran esfuerzo de pensar desde cero los uniformes y el aspecto de estos soldados. Para la tarea gráfica, Soranto Muzás ha contado con la ayuda del pintor Augusto Ferrer-Dalmau y de Dionisio Álvarez Cueto, un ilustrador que murió en lo mejor de su carrera, con 42 años.
Con todo, aún son muchas las cuestiones abiertas: «Se cómo no vestían muchas unidades, pero no como lo hacían. He limpiado el terreno a la falsedad, pero no soy capaz de dar una respuesta a todas las dudas. Ojalá alguien siga con la investigación, alguien que incluso me lleve la contraria y aporte nuevas cosas. Es triste no tener con quién discutir de un tema porque no hay nada escrito sobre él».
ABC Historia aprovechara para charlar con Soranto Muzás de otros aspectos de la Guerra de Independencia:
¿Estaba desfasado el Ejército español antes de la llegada francesa?
Estaba, sobre todo, bastante desmembrado como consecuencia de nuestra alianza con Francia. La Armada había quedado destruido en Trafalgar por servir a los franceses, mientras nuestras mejores tropas habían ido a Dinamarca a vigilar las costas del Mar del Norte. España estaba desguarnecida. El resto de nuestro ejército estaba o vigilando Gibraltar o en Portugal, que no hay que olvidar que tenía guarnición española. Los primeros meses de guerra contra Napoleón fueron de improvisación total, con voluntarios que no habían dado un tiro en su vida y sin caballería prácticamente. Y aún así, es cierto que con ayuda inglesa, fuimos capaces de armar ejércitos y aguantar seis años de guerra. Fuimos el único país de Europa que fue capaz de algo así. En otros países hubo guerras, pero alternada con varios años de rearme y de paz. Aquí no hubo pausa.
¿Cuál fue exactamente el peso de los ingleses en la guerra?
He dicho mucha ayuda inglesa, pero en la mayoría de partes de la Península solo hubo asistencia material, no tropas como tal. Únicamente en la zona de Extremadura hubo tropas ingleses. Inclinaron la balanza, pero no fueron tan imprescindibles como se nos ha contado.
El ilustrador Dionisio Álvarez Cueto, fallecido en 2009
El ilustrador Dionisio Álvarez Cueto, fallecido en 2009
Otro de los mitos que persigue a los soldados españoles es que eran simples guerrilleros.
Es falsa esa imagen de los españoles tras años de guerra escondidos con un trabuco al hombro por los peñascos. Figuras como Juan Martín Díez, llamado «el Empecinado», tenían varios regimientos a su disposición, perfectamente uniformados y adiestrados, aunque ciertamente sin una base fija. El guerrillero típico no existió una vez los ingleses tomaron Andalucía. A partir de entonces quedaron unidades formadas por guerrillas, sí, pero no en un sentido literal. 200 jinetes no eran una guerrilla.
¿Qué opinaba Napoleón sobre la capacidad militar de los españoles?
Cuando estuvo en la isla de Elba reconoció en sus memorias la tenacidad de los españoles, que llegado el momento se habían levantado como un solo hombre de honor. Pero, durante la guerra fue bastante despreciativo. No se fiaba de ellos como aliados y tenía grandes celos de su hermano, que era patoso pero buena persona. Cada vez que José tuvo una idea provechosa, el Emperador dictó algún decreto que no solo anulaba lo conseguido por su hermano, sino que le perjudicaba ante el pueblo. Sin ir más lejos, cuando José I entró en Sevilla, el Emperador anunció por sorpresa un decreto por el que se anexionaba Cataluña, Aragón y Navarra. La gente que apoyó a José no le quedó más remedio que abandonarle, pues los hechos demostraban que no estaba creando un reino independiente, sino desmembrando España.
¿Está usted de acuerdo con la denominación de Guerra de Independencia?
Siempre lo hemos llamado Guerra de Independencia, y probablemente se quede así. Pero obviamente tiene algo de guerra civil, incluso como preámbulo de la guerra civil que se vivirá en los años 20, cuando los liberales se decepcionaron con la poca apertura de Fernando. Los partidarios de las Cortes de Cádiz descubrieron tarde que tenían más en común con José que con Fernando.
Fue una guerra que rompió con todo lo establecido en aquel tiempo.
Los franceses no comprendían que los españoles no respetaran las normas básicas de la guerra, pero es que las desconocían, puesto que era una fuerza improvisada en su origen. Por ejemplo, los franceses no comprendían cómo, tras un largo asedio, entraron en Zaragoza y aún así los españoles no capitularon. Era una regla acordada, y allí se les obligó a conquistar casa por casa. Tampoco entendían que un ejército derrotado se volviera a presentar al combate al día siguiente.
Fue la guerra total, hubo que despreciar las reglas del honor y la caballería. Ambos bandos cometieron auténticas salvajadas. La gente se ha quedado con la imagen simplista de los soldaditos de Napoleón desfilando, pero aquí se despellejó, se crucificó y se quemó vivo al enemigo. Cuesta creer en una guerra tan salvaje, con crímenes más propios de guerras contemporáneas o de la Guerra Civil. No había tantos convencionalismos como hoy, ni Tribunal de Ginebra. Aparte de que Napoleón confiaba en que, como en la propia Francia, la represión acabaría de golpe con el problema. No todos los pueblos eran como los españoles que, cuanto más nos daban, más nos levantábamos.

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