viernes, 10 de noviembre de 2017

Declaración Unilateral de Independencia DUI. The End. Es el final

EL PAÍS Análisis
Lluís Bassets

¡Bienvenidos a la legalidad constitucional!



También Forcadell escuchará los insultos que recibió Puigdemont aquella mañana del 26 de octubre cuando a punto estuvo de convocar elecciones. Si la independencia y la república eran cáscaras vacías, símbolos sin valor legal alguno, nada de lo que se ha hecho hasta ahora tenía sentido. Las máscaras han caído. Como dijo Emile Zola, la verdad está en marcha y nada la frenará. Una detrás de otra, todas las mentiras irán cayendo. Uno tras otro, todos los mentirosos quedarán en evidencia.
Toda la historia del proceso independentista responde al mismo mecanismo, el de un doble tablero, que ha sido de una eficacia prodigiosa en momentos cruciales como la consulta del 9N, hace tres años. Cuando conviene se trata de realizar meramente gestos simbólicos, consultas no vinculantes o procesos participativos sin más valor que el de una consulta. Pero en caso de contar con suficiente participación y un buen resultado se intenta traducir los símbolos en hechos. Así han ido avanzando, sigilosamente, en un gradualismo rupturista con el que querían llegar hasta la secesión.
Así es como rompieron con el Estatuto y la Constitución, desatendieron las sentencias del Constitucional, vulneraron los derechos de la minoría y llegaron a planificar, incluso, las leyes y la estructura para la organización de la independencia. Todo era simbólico, ahora lo hemos visto. Cierto. Aunque detrás de los símbolos debían llegar las acciones. Y llegaron pero ya sin consecuencias: la república fue declarada pero no tuvo fuerza para nacer.
Ahora el culebrón se ha terminado. No hay nueva temporada. Puede que haya un nuevo culebrón, pero tendrá que responder a otro guión: totalmente constitucional. Se verá. Pero de las decisiones judiciales de ayer, fruto del comportamiento de Forcadell y de la mesa, se deducen consecuencias políticas sin mucho margen para la ambigüedad. Una parte del soberanismo, para intentar salvar los muebles, ha renunciado a la unilateralidad y al juego fuera de la Constitución.
También tendrá consecuencias electorales. Que nadie insulte a Santi Vila, porque su comportamiento en nada difiere del comportamiento de Forcadell, Corominas, Simó, Guinó, Barrufet y Nuet. O sí, Vila al menos tuvo la coherencia de defender la legalidad y se bajó del disparate a tiempo antes de vulnerarla. Será difícil que quienes aceptan el 155 puedan ir juntos con quienes lo rechazan desde Bruselas o desde la cárcel de Estremera.
En resumen, es una excelente noticia. Lo es que no le caiga la prisión incondicional a Forcadell y a todos sus compañeros. Lo es también su acatamiento de la legalidad constitucional. Si todo hubiera empezado así, estaríamos en otro punto, menos dramático y sin tantos costes de todo tipo, económicos, políticos, personales incluso. ¡Bienvenidos todos ellos a la vida política legal y democrática que jamás debieron abandonar para abrazar una causa rupturista visiblemente quimérica y absurda!

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