Javier Ayuso
El intento fracasado de golpe de Estado en la URSS, en agosto de 1991, desencadenó una serie de acontecimientos que pondrían fin a casi un siglo de historia.
Tres civiles increpan a soldados soviéticos, en Moscú, el 21 de agosto de 1991. AP
El intento fracasado de golpe de Estado en la URSS contra Mijaíl Gorbachov, que mantuvo en vilo al país entre el 19 y el 21 de agosto de 1991, desencadenó una serie de acontecimientos que pondrían fin a casi un siglo de historia. Gorbachov abandonó la secretaría general del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS), firmó el decreto de disolución del KGB y las repúblicas soviéticas comenzaron a proclamar su independencia. Esta es la crónica que EL PAÍS publicó el 29 de agosto de 1991 sobre la clausura de las viejas instituciones comunistas:
Los soviéticos han perdido definitivamente el respeto a las viejas instituciones del régimen. Hasta tal punto que algunas de las antiguas sedes del PCUS han sido ya destinadas a nuevos usos. El edificio que albergaba a los comunistas del distrito de Krasnopresnenski, el mismo en el que se encuentra la ya célebre Casa Blanca (Parlamento de Rusia), se utiliza desde principios de semana para reclutar a los voluntarios que quieran formar parte de la futura Guardia Nacional Rusa anunciada por Borís Yeltsin.
Los cambios avanzan inexorablemente en la Unión Soviética. Mientras el Sóviet Supremo discute cómo se organizará el nuevo sistema federal o confederal del país, los ciudadanos se muestran decididos a acabar con el viejo régimen.Tan sólo cinco días después de que fueran clausuradas las sedes del Partido Comunista de la Unión Soviética (PCUS) y nacionalizados sus edificios, los seguidores de Borís Yeltsin han empezado a usarlas para organizar sus propias estructuras. Es como si la prisa por enterrar las viejas instituciones acabase con el fantasma golpista.
A menos de un kilómetro de la Casa Blanca está situada la sede del PCUS del barrio de Krasnopresnenski, uno de los 33 distritos de la capital soviética, que fue célebre en 1905 por las refriegas que allí se produjeron entre los primeros revolucionarios y el Ejército zarista.
Ese edificio con la fachada pintada de rojo, recibió el pasado día 23 la visita de las autoridades de Moscú para sellar las oficinas y los archivos del partido, que más tarde serán investigados. Pero los seguidores del presidente ruso han decidido que no se pueden desaprovechar tantos metros cuadrados. Y, sin pensárselo dos veces, han montado allí mismo la oficina de reclutamiento para la futura Guardia Nacional Rusa.
Mijaíl tiene 30 años, es topógrafo de profesión, pertenece a la reserva militar soviética con el rango de oficial y participó activamente en la defensa de la Casa Blanca. Ahora es el responsable del reclutamiento de voluntarios para la Guardia Nacional. "Esta guardia la empezamos a organizar desde la propias barricadas en nuestro Parlamento", explica, "y aunque todavía no se haya creado legalmente, estamos recibiendo solicitudes para que cuando Yeltsin apruebe el decreto pueda funcionar inmediatamente. Hasta ahora ya se han inscrito más de 5.000 personas solamente en esta oficina. Y hay varias más en la ciudad".
La idea de la Guardia Nacional surgió en medio de la defensa de Moscú contra los golpistas. Yeltsin indicó, fracasado el golpe, que tenía previsto crear ese ejército de Rusia para defenderla de nuevas amenazas involucionistas.
Sus seguidores no han querido esperar a que las leyes sigan su curso y se han lanzado a reclutar gente. "Lo que pretendemos", añade Mijaíl, "es mantenemos unidos todos los que defendimos la democracia en la Casa Blanca. Una, vez que se normalice la situación, queremos que la guardia esté formada por voluntarios y soldados de reemplazo que puedan elegir entre hacer el servicio militar en el Ejército soviético o en nuestra Guardia Nacional".
Algunos curiosos, que merodeaban ayer bajo la lluvia frente a la sede del disuelto Comité Central del PCUS, también creen que se ha pasado una página de la historia. Este caserón, ahora decorado con tres banderas con los colores blanco, azul y rojo de Rusia, guarda todavía los grandes secretos de la historia de la Unión Soviética. Hace apenas dos días se ha descubierto que está unido con el Kremlin por un túnel por el que sólo transitaban los máximos responsables del PCUS.
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