David Mediavilla
Sapiens, neandertales y denisovanos copulaban entre ellos y es probable que tuviesen hijos con características peculiares.
Los humanos tenemos una sensibilidad especial para distinguirnos de los otros. El neurólogo argentino Facundo Manes cuenta cómo comprobó esta tendencia en un experimento con chilenos mapuches y no mapuches. “Les colocamos electrodos y les mostramos fotos de ambos grupos sociales. En cuestión de milisegundos el cerebro se da cuenta de si la foto pertenece a su etnia o no y si pertenece lo asocia con algo positivo y si no con algo negativo”, explica.
Las pequeñas diferencias entre los individuos de nuestra especie han servido para negar la humanidad a grupos casi idénticos en multitud de ocasiones y no cuesta imaginar el recelo mutuo que debieron sentir las poblaciones humanas de hace más de 30.000 años, cuando los sapiens aún tenían que compartir la Tierra. “Los denisovanos y los neandertales eran bastante distintos genéticamente. Como comparación, un denisovano y un neandertal eran más distintos entre ellos que dos personas cualquiera que vivan hoy, sin importar de dónde sean”, explica Viviane Slon.
Los híbridos no son una mezcla de las especies de sus padres sino que suelen presentar formas y tamaños nuevos
La secuenciación del genoma de especies extintas ha mostrado que algunos de sus miembros superaron ese recelo inicial, copularon y tuvieron descendencia. En la actualidad, todas las poblaciones humanas, salvo los subsaharianos, tienen al menos un 2% de ADN neandertal, y los estudiosos del material genético antiguo han observado que, pese al escaso número de individuos del Pleistoceno cuyo genoma se ha secuenciado, los vestigios de cruces entre diferentes especies aparece en los análisis con una frecuencia inesperada.
Hace tres años, un equipo del Instituto de Antropología Evolutiva de Leipzig (Alemania) liderado por Svante Pääbo, el padre de la revolución del ADN antiguo, secuenció el genoma de un humano moderno encontrado en Rumanía. Solo había que remontarse cuatro generaciones para encontrar un ancestro neandertal en el árbol genealógico de aquel hombre. El hallazgo parecía improbable, pero esta semana se anunció un descubrimiento que hasta ahora se habría considerado imposible. Slon, Pääbo y varios miembros más del dream team de la paleogenómica de Leipzig habían encontrado al primer caso de descendiente directa entre dos grupos humanos distintos. Denny, como han llamado a la joven de 13 años encontrada en la cueva siberiana de Denisova, tenía una madre neandertal y un padre denisovano.
“Estos estudios nos dicen que la mezcla entre estos grupos sería frecuente cuando se encontraban, aunque no se encontrarían mucho, porque eran pequeños y estaban separados por grandes distancias”, afirma Sergi Castellano, un investigador del University College de Londres que cuando trabajaba en Leipzig demostró que neandertales y humanos procrearon durante decenas de miles de años. Más difícil de saber a partir de los análisis genéticos es la naturaleza de aquellos encuentros, si se trataría de un sexo más o menos consensuado, si después Denny fue criada también por su padre o si la tribu la aceptó como una más.
La adolescente de Denisova fue un pequeño milagro. Las especies de sus padres se habían comenzado a separar hace 390.000 años y desde entonces su compatibilidad reproductiva no había dejado de descender. Este fenómeno se ha observado en los cruces entre neandertales y sapiens. “Existen algunos estudios genéticos que apuntan a que la hibridación habría afectado negativamente a la fertilidad neandertal. Las madres sapiens que engendraban fetos masculinos habrían desarrollado un tipo de histocompatiblidad hacia el cromosoma Y del neandertal que, en muchos casos acabarían con abortos naturales”, añade María Martinón-Torres, directora del Centro Nacional de Investigación sobre la Evolución Humana (CENIEH) en Burgos.
Una vez nacida, también es posible que su carácter mestizo le complicase la vida. “Existen estudios, como los de Rebecca Ackerman, sobre híbridos de primera y segunda generación de monos babuinos, que demuestran que en los híbridos se producen un número muy alto de anomalías poco frecuentes en las poblaciones originales, y que son sin duda reflejo de alteraciones del desarrollo”, indica Martinón-Torres. “En estos híbridos existe un número significativamente mayor de patologías dentales bilaterales y asimetrías craneales, por ejemplo. Además, los híbridos suelen ser mucho mayores o mucho más pequeños que las especies parentales, lo que es evidencia de una modificación de los procesos de desarrollo normales”, continúa. “Podemos decir que aunque la pieza encaja, el encaje no es biológicamente perfecto”, concluye.
Los dientes de los humanos encontrados en Denisova son gigantes si se comparan con los neandertales
La directora del CENIEH apunta además a otro misterio en torno a aquellos humanos con padres de especies distintas. “Sabemos poco sobre cómo reconocer a un híbrido en el registro fósil. Tenemos siempre la idea de que tiene que tener un poco de su padre y de su madre o una morfología intermedia entre ambos. Sin embargo, estos estudios sobre híbridos de babuinos de Ackerman apuntan a que muchas veces no se parecen ni a su padre ni a su madre, sino que se producen novedades morfológicas”. La propia Martinón-Torres, en un artículo publicado en Current Anthropology que aborda la cuestión de los denisovanos como híbridos, propuso que en la búsqueda de más individuos de esta especie se traten de identificar anomalías, como cambios de tamaño significativos, asimetrías o patologías dentales. En este sentido, recuerda que, si se compara con los de los neandertales, “los dientes hallados en Denisova son gigantes”.
Es muy probable que Denny fuese una niña especial para su grupo, pero de ella solo se conserva un pequeño fragmento de hueso y su genoma no nos dice si era mayor o menor que un neandertal o un denisovano normal o si tenía un cráneo asimétrico. Para completar estos huecos del rompecabezas, los cazadores de denisovanos llevan años peinando amplias regiones de Asia en busca de nuevos yacimientos en los que comenzar a reconstruir a esta especie que solo conocemos por su ADN. Cuando se encuentren, la experiencia dice que también se hallarán los rastros del sexo entre especies y se podrá saber más sobre cómo se relacionaban entre ellas e incluso tratar de reconstruir cómo fue el final del resto de especies humanas con las que ya no podemos copular.
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