Raquel Díaz
El yeso depositado en un lago ha desvelado el secreto.
La Gran acrópolis, con el Edificio de los Cinco Pisos en Edzná, México. NICK EVANS
"Durante el período conocido como Clásico terminal (800-1000 d.C), el clima en la península estuvo caracterizado por ciclos de sequías continuadas", añade. Las reconstrucciones paleoclimáticas obtenidas a partir de los sedimentos de la laguna demuestran que hubo un descenso en la cantidad de lluvia anual (en torno al 40-55%), con picos de hasta el 70%, comparado con las condiciones actuales. "Las sequías acontecidas durante esta época fueron, sin duda, de las más severas -en términos de intensidad y duración- de los últimos 10.000 años", puntualiza el coautor del estudio.
Varios factores favorecieron el hundimiento de la civilización maya, pero todo indica que la sucesión de sequías fue uno de los más importantes. Sin embargo, como recalca Gázquez, "desconocemos la capacidad de adaptación que pudieron tener los mayas ante eventos bruscos y extremos como este". Teniendo en cuenta que durante los terremotos que asolaron México en septiembre del año pasado, las estructuras prehispánicas permanecieron impertérritas, sin apenas daños, como los que sí habían sufrido las edificaciones más modernas; la capacidad de adaptación de esta cultura parece admirable.
Un secreto escondido en el yeso
Para cuantificar la gravedad de este período de escasas precipitaciones durante el colapso maya, investigadores de la Universidad de Cambridge y de la Universidad de Florida desarrollaron un método para medir los diferentes isótopos del agua atrapada en el yeso de la laguna Chichancanab, en la Península de Yucatán. Este mineral se forma en tiempos de sequía -años con lluvias inferiores al 50%-, cuando desciende el nivel del agua de lagos y cuencas cerradas. "Para que el yeso aparezca en el lago se necesitan al menos 4 años seguidos con escasas precipitaciones y cada muestra que hemos analizado representa aproximadamente entre 10 y 15 años", explica el investigador.
"La ventaja de nuestro método es que puede ser aplicado a otros depósitos de yeso, abundantes en decenas de lagos, sedimentos marinos e incluso cuevas", subraya Gázquez. Además, este método también funcionaría fuera del planeta. Recientemente se han descubierto importantes depósitos de yeso en la superficie de Marte que podrían analizarse con el mismo procedimiento para desvelar cómo era el clima del planeta en el pasado.
Como 'línea de base' para comparar los datos obtenidos del yeso se utilizó la franja temporal comprendida entre 1994 y 2010. Después, los investigadores analizaron las precipitaciones y el agua de varios lagos de la Península de Yucatán. Con estos datos evaluaron el comportamiento de la laguna ante distintas situaciones climáticas más actuales (años secos o años más húmedos) para, posteriormente, compararlo con los resultados del yeso, correspondientes al período maya.
La datación de las muestras de yeso se produjo gracias a un descubrimiento fortuito, una semilla había quedado atrapada en el yeso y tras datarla con carbono-14, los científicos pudieron aseverar que la muestra era de entre el 780 y el 990 d.C. Período que coincide perfectamente con el declive de la civilización, constatado a partir de restos arqueológicos como la disminución del número de estructuras civiles y templos construidos.
La resolución temporal de las dataciones con carbono-14 no sirven para evaluar los cambios climáticos a pequeña escala (de décadas). Sin embargo, el conjunto presentado en el estudio indica que prevaleció un clima relativamente seco entre el 600 y el 1100 años d.C., "con condiciones de aridez que variaron en intensidad, pero que fueron máximas durante el período Clásico terminal de esta civilización", indica Gázquez.
El cambio climático contribuyó a la desaparición del Imperio maya
Teresa Guerrero
El sitio arqueológico de Caracol, en Belice. | Douglas Kennet
Durante siglos el hombre ha intentado, sin éxito, controlar las fuerzas de la naturaleza, como demuestran numerosos episodios en la historia. Ahora un equipo de investigadores ofrece esta semana un nuevo ejemplo. Según explican en un artículo publicado en la revista 'Science', los cambios en el clima en la región que hoy es Centroamérica propiciaron el declive de una de las civilizaciones más prósperas: el Imperio Maya.
Durante muchos años, las razones que causaron el colapso de esta civilización, que alcanzó su máximo desarrollo desde el año 300 de nuestra era hasta el 1.000 (durante el denominado periodo clásico), han sido uno de los grandes misterios para los historiadores. Un imperio que ha vuelto a la actualidad debido a la cercanía del 21 de diciembre, una fecha en la que se cumpliría el fin del ciclo en el calendario maya. Este acontecimiento ha desatado una oleada de predicciones apocalípticas a pesar de las aclaraciones de los arqueólogos, que han echado por tierra estas profecías sobre el fin del mundo al demostrar con sus hallazgos que los mayas no ponían fecha a los ciclos cósmicos.
Los historiadores fechan hacia el siglo XI el inicio del ocaso de la civilización maya clásica, cuyas ruinas nos han permitido hacernos una idea del esplendor que llegó a alcanzar y que se extendió por el territorio que hoy ocupan México, Guatemala, Honduras, El Salvador y Belice. Durante el periodo clásico hicieron grandes avances en campos como la astronomía y la medicina.
Según este estudio publicado en 'Science', en el que han colaborado arqueólogos y geólogos, los periodos de sequía causados por el cambio climático contribuyeron a largo plazo a la fragmentación social y al colapso político.
Los investigadores que firman esta nueva investigación, liderada por Douglas Kennett, de la Universidad del Estado de Pennsylvania, se basaron en el estudio de estalagmitas de 2.000 años de antigüedad de la cueva Yok Balum, en el sur de Belice. Esta cueva se encuentra a unos cinco kilómetros de las ruinas de la ciudad de Uxbenka.
Estalagmitas, un archivo natural
Tomaron muestras de esta cueva y midieron la composición de los isótopos de oxígeno en las estalagmitas para crear un registro de lluvias. Estos isótopos viajan con la lluvia en los depósitos de la cueva y están incorporados en el crecimiento de estas formaciones milenarias. De esta forma, reflejan la cantidad de precipitación que cayó a la superficie terrestre.
Según explican en su artículo, los registros de lluvia grabados en las estalagmitas de esta cueva reflejan que las épocas de más precipitaciones coinciden con la expansión de la población maya y el desarrollo que se dio durante el periodo comprendido entre los años 450 y 660. Según señala Bennett en una nota de prensa, normalmente los periodos en los que se producen abundantes precipitaciones favorecen un incremento de la producción agrícola y una explosión de la población. Una situación que los mayas habrían vivido durante esos años. "Esto permitió la proliferación de ciudades como Tikal (Guatemala), Copán (Honduras) y Caracol (Belice)", afirma Bennett.
Tras esta época, llegó un periodo caracterizado por varias sequías, que causaron un declive en la producción agrícola en los siglos siguientes y contribuyeron a la desintegración de los sistemas políticos.
El análisis de las estalagmitas reveló que las sequías más severasocurrieron tras el colapso político generalizado de los centros del imperio. Estiman los investigadores que se produjeron en los años 1.020 y 1.100. La civilización maya, no obstante, continuó tras el periodo clásico hasta la llegada de los españoles.
Los mayas dejaron numerosos testimonios de su poderío en sus monumentos de piedra, que reflejan la rica cultura, avanzada tecnología y sofisticado sistema político que debieron tener. Para el investigador Kennett los abundantes registros de los mayas nos ofrecen una oportunidad para examinar los efectos a largo plazo del cambio climático y su impacto en las poblaciones.
Satélites para averiguar qué ocurrió
El uso de las nuevas tecnologías está ayudando a los arqueólogos a esclarecer las razones de la desintegración del imperio maya. Un estudio que combinó los datos recabados por los arqueólogos con las observaciones realizadas por los satélites de la NASA para analizar las ruinas mayas concluyó que la región estaba deforestada casi en su totalidad.
Por el polen atrapado en antiguas capas de sedimento del lago averiguaron que hace unos 1200 años, poco antes del colapso de este imperio, el polen de los árboles había desaparecido progresivamente y había sido reemplazado por polen de maleza. La deforestación habría propiciado un aumento de la temperatura de la región que podría haber llegado hasta los seis grados, según las estimaciones realizadas por los científicos de la NASA. Como consecuencia de este aumento de las temperaturas habría afectado la calidad de la tierra, haciéndola menos propicia para la agricultura, y cambiando los patrones de lluvias.
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