César Cervera
Detalle de un capitán de los Tercios de Flandes en el cuadro «El Camino Español» - Ferrer Dalmau
De un periodo de reposo, el italiano regresó pasado de peso e intentó aliviarse ingiriendo mucho vinagre para reducir kilos. Aquel método de adelgazamiento le hizo perder de golpe 40 kilos y le dejó la piel tan flácida que los soldados decían a modo de chanza que pronto podría hacerse un jubón.
Cuando el III Duque de Alba, Fernando Álvarez de Toledo, partió al frente del ejército mejor adiestrado de Europa a aplastar la rebelión de Flandes también lo hizo con los mejores oficiales, entre ellos Chiappino Vitelli, un italiano curtido en mil batallas en el Mediterráneo. Los Tercios españoles estaban formado por una algarabía de soldados de distintas naciones, desde italianos a valones, donde los castellanos integraban su tropa más selecta y orgullosa que, sin embargo, respetaba por encima del lugar de procedencia la maestría con las armas. Vitelli, maestre de campo general de los tercios, no tardó en ganarse la admiración de estos soldados de élite. No así en sus últimos años de vida, cuando el mal estado físico del condotiero se convirtió en un asunto de chanza general...
Los primeros años como militar de Chiappino Vitelli se desarrollaron lejos de la influencia española. Como explica José Miguel Cabañas Agrela en la entrada que le dedica en el diccionario biográfico de la Real Academia de Historia, este condotiero e ingeniero militar pertenecía a una de las familias más poderosas de Umbría, una región en el centro de Italia, y se hizo célebre a los 23 años por vengar el asesinato de su padre a manos de una facción rival.
Al servicio de los Medicci, combatió a los turcos en 1544 y más tarde puso su espada a disposición de Génova. No obstante, la vida que los condottieri habían conocido durante siglos, luchando sin distinción por tal o cual príncipe italiano, llegó a su fin con la irrupción de España y Francia en el fragmentado mapa político de la península itálica. Aún bajo el ala de los Médicis, juntó esfuerzos a las tropas de Carlos I de España y V de Alemania para destruir la nueva República de Montalcino, apoyada por Francia, en 1555. A partir de entonces unió su camino con el del Imperio español.
Un hombre de confianza para el Gran Duque
La alianza de los Médicis con Carlos y su sucesor, Felipe II, permitió que Chiappino Vitelli participara en distintas operaciones en el Mediterráneo bajo bandera hispánica. En 1564, tomó parte en la conquista del Peñón de Vélez de la Gomera, una posición clave en la defensa del Mare Nostrum ante el avance musulmán. Es por ello que cuando el Rey de España organizó, en 1567, un ejército para acallar los rumores de rebelión en los Países Bajos resultó innegociable su incorporación como número dos de esta fuerza formada por 10.000 soldados, que debían reforzarse con mercenarios italianos y alemanes.
El comandante principal, el Gran Duque de Alba, celebró este particular fichaje calibrando lo valioso que iba a ser su talento para abrir una ruta militar desde Milán hasta Bruselas. Y es que la experiencia de Vitelli como ingeniero militar permitió llevar a buen puerto uno de los mayores éxitos logísticos del siglo XVI: el Camino Español. Este corredor militar fue durante 55 años la principal causa de que el Imperio español pudiera sostener una guerra a 1.500 kilómetros de su corte y manteniendo un ejército que en algunos momentos sobrepasó los 80.000 soldados. Bajo la batuta de Vitelli, los mejores ingenieros del imperio trabajaron en crear pasos de montaña, ensanchar los caminos y levantar puentes. Solo en este primer viaje 300 zapadores se anticiparon al resto de tropas con la intención de ampliar el camino desde Novalesa hasta el paso.
Fue también la buena mano táctica de Chiappino Vitelli la que facilitó al ejército hispánico saltar de victoria en victoria por el territorio en rebelión. Una vez calmadas las aguas, lo que en Flandes solo significaba una tregua, el Duque de Alba destinó a Chiappino a reforzar las defensas de Amberes, donde se instaló la más desmesurada ciudadela del país con capacidad para 800 soldados y sus familias. El Duque, además, repartió indicaciones para alzar una estatua de su figura en la plaza central de esta ciudad.
Vitelli se convirtió así en poco tiempo en alguien imprescindible para Alba. Según recoge Fernando Martínez Laínez en su libro «Un pica en Flandes: La epopeya del Camino Español» (EDAF), el noble castellano afirmó en cierta ocasión que «Chapin y yo, haremos un buen maestre de campo general, y separados, no valdremos cosa alguna».
Hasta tal punto confiaba en él que le eligió como emisario en 1569 para negociar con Isabel I en Inglaterra la restitución de un tesoro de la flota española que los protestantes habían incautado sin justificación mediante el año anterior. Tras esta misión diplomática poco exitosa, Vitelli pasó un periodo en España y vio desde la distancia como la situación política de Flandes volvía a caldearse a causa de las decisiones políticas del gobernador.
Mala salud y demasiada carne
En 1572 acudió al cerco de Mons en ayuda del Gran Duque de Alba, que estaba viviendo uno de sus momentos más críticos en Flandes. Con el país atacado desde distintos frentes, los españoles prefirieron concentrar sus esfuerzos en esta localidad al sur del país, aunque eso supusiera el abandono de algunas guarniciones en el norte. En una escaramuza, el italiano resultó herido por una bala de arcabuz y tuvo que ser transportado por sus soldados en parihuelas en los siguientes combates. Debió retirarse a Bruselas cuando las heridas empeoraron y fue necesario un periodo de reposo.
Incluso sin su director de orquesta, Alba volvió a salir victorioso de este laberinto y la victoria en Mons fue seguida por la recuperación de Ooudernarden, Terramunda, Tilemont y Malinas. Precisamente aquí, a pesar de que las autoridades habían rendido la ciudad, se produjo un saqueo a modo de castigo ejemplar debido a que los lugareños habían entregado la urbe a los rebeldes sin la menor resistencia. El precedente de Malinas hizo que las siguientes resistencias se alargaran hasta límites extremos, lo cual marcó el principio de una nueva estrategia rebelde. La economía española no podía soportar asedios tan largos y costoso, en tanto, Orange estaba por la labor de demostrárselo a toda Europa.
De su estancia fuera de Flandes y de su periodo de reposo, Chiappino Vitelli regresó con una más que visible obesidad, de la que intentó aliviarse ingiriendo mucho vinagre para reducir kilos. Aquel método de adelgazamiento le hizo perder de golpe 40 kilos y le dejó la piel tan flácida que los soldados decían a modo de chanza que pronto podría hacerse un jubón. Aquella tendencia a la gordura y su progresivo deterioro físico fueron claves en las causas de su muerte, en febrero de 1576, cuando participaba en la toma de Zierikzee, ya bajo el mando de los sucesores de Alba, que abandonó el país en 1573.
Durante los trabajos de fortificación de esta localidad norteña, el incansable oficial de 56 años falleció al caer de una silla de mano que le transportaba mientras supervisaba las obras. Tras caer en un canal, el abundante italiano fue llevado de urgencia hasta una fortaleza cercana para intentar, sin éxito, salvar su vida. No fue posible... En clave de humor Fernando Martínez Laínez recuerda en el mencionado libro que no faltó quien culpó entonces a los propios porteadores de haberle despeñado adrede para no tener que cargar con el jefe obeso ni un kilómetro más.
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