RAFA DE MIGUEL
El método de descarte no garantiza una solución a la crisis de la salida del Reino Unido de la Unión Europea.
Theresa May, este lunes, en la Cámara de los Comunes EFE (MARK DUFFY)
Nada es lo que parece, y sobre todo, "nada es definitivo en la crisis del Brexit" que mantiene bloqueado al Reino Unido. El Parlamento ha arrebatado a Theresa May el control del proceso, pero los diputados no tienen siquiera claras las reglas del mecanismo que se proponen poner en marcha este miércoles. Y hay más peros. El Gobierno no está obligado a acatar lo que decida Westminster, ni Bruselas tiene por qué aceptar las propuestas que surjan de la votación, muchas de ellas con un contenido voluntarista e irreal. El sistema de las "votaciones indicativas" es un procedimiento de descarte por el que se discuten las alternativas al plan del Brexit de May hasta dar con la que suscite mayor apoyo. En el pasado, el sistema se ensayó con escaso éxito. Tony Blair quiso hacer uso de él para una reforma de la Cámara de los Lores que acabó frustrada. Estas son las opciones.
El plan de May
A pesar de que la primera ministra admitió esté lunes que no disponía de apoyos parlamentarios para sacarlo adelante, después de escuchar la negativa de los principales líderes euroescépticos y de sus socios norirlandeses del DUP, May no se rinde. Sigue siendo el único acuerdo de retirada firmado acordado con la UE. Si finalmente fuera aprobado, en una tercera votación, permitiría que el Reino Unido pudiera disponer de tiempo hasta el 22 de mayo para llevar a cabo los procedimientos legislativos internos necesarios para desarrollar el tratado. Si Westminster vuelve a rechazarlo, Bruselas ha impuesto el 12 de abril como fecha definitiva de la salida.
Brexit sin acuerdo
Es la opción deseada por los euroescépticos. Abandono total de la UE el próximo 12 de abril. El Reino Unido sería en adelante un tercer país, sometido a las reglas generales de la Organización Mundial del Comercio. Todos los análisis económicos vaticinan un desastre si finalmente esta alternativa fuera la elegida. A pesar de los miles de millones de euros que el Gobierno británico ha destinado a los preparativos ante un posible Brexit salvaje, la conclusión general es que el país aún no está a punto para saltar por ese precipicio. Algunos temas sectoriales relevantes, como los acuerdos en materia de aviación, están algo más atados, para evitar un caos total.
En teoría, el Parlamento ha votado hasta en dos ocasiones para que no se produzca un Brexit sin acuerdo, pero esas resoluciones son más la expresión de un deseo que un acto legal vinculante.
La solución laborista
A pesar del compromiso del principal partido de la oposición de respaldar un segundo referéndum, el líder del Partido Laborista, Jeremy Corbyn, lleva semanas hablando con conservadores moderados para impulsar un tipo de Brexit suave. Supondría mantener al Reino Unido dentro de la unión aduanera y acatar gran parte de la normativa del Mercado Interno, así como alinearse con la protección en materia laboral y social de la UE.
El segundo referéndum
Un millón de británicos reclamaron el pasado sábado por las calles de Londresque la ciudadanía vuelva a tener voz en la crisis del Brexit. En principio, no parece que esta opción pudiera recabar la mayoría parlamentaria para salir adelante. Dependerá mucho, en última instancia, del texto que se proponga para la papeleta. La posibilidad de incluir alguna de las alternativas discutidas -incluido el plan de May- y no simplemente una opción binaria como en 2016 podría hacer más atractiva esta salida. Sin embargo, la semana pasada el Parlamento ya rechazo la idea. Una moción en defensa de una segunda consulta obtuvo el respaldo de apenas 85 diputados, aunque es cierto que los laboristas decidieron abstenerse estratégicamente porque no consideraban que el momento para impulsar esa opción era el apropiado.
Acabar con el ‘backstop’
Algunos conservadores sostienen contra viento y marea la posibilidad de retirar unilateralmente del acuerdo firmado con la UE la provisión del backstop, la salvaguarda irlandesa que ha supuesto el obstáculo insalvable en todo este proceso. Se trata de una garantía impuesta por Bruselas para evitar que se levanten de nuevo entre las dos Irlandas controles fronterizos que pusieran en riesgo la paz alcanzada en el Acuerdo de Viernes Santo. Bajo lo establecido, el Reino Unido permanecería dentro de la unión aduanera el tiempo necesario para negociar una nueva relación comercial y política con la UE. Los euroescépticos creen que se trata de una trampa que les retendrá indefinidamente y les impedirá negociar tratados comerciales con naciones terceras. Pero por mucho que Westminster diera su respaldo a esta opción, es prácticamente imposible que la UE la aceptara.
Un Brexit "a la noruega"
Ha ido cobrando fuerza esta alternativa, defendida por conservadores como el diputado Nick Boles y a la que el laborismo, con reparos, mira con buenos ojos. El Reino Unido permanecería dentro de la unión aduanera y del Mercado Interior, sometido a las reglas del Espacio Económico Europeo, la situación en la que se encuentra hoy Noruega. Sería el mejor de los males posibles para aquellos que, de un modo lampedusiano, quieren que todo cambie para que todo siga, más o menos, igual. El problema, dicen sus críticos, es que el resultado sería seguir sometido a las reglas de Bruselas sin que el Reino Unido tuviera, como hasta ahora, voz en las decisiones.
Queda todo por decidir. Cuáles de estas opciones son debatidas. En qué orden. Con qué método de descarte. Y sobre todo, lo más importante: si alguna de ellas consigue una mayoría de respaldo lo suficientemente amplia como para que el Gobierno se vea obligado a hacerla suya y Bruselas se convenza de que es una solución a la actual crisis.
No hay comentarios:
Publicar un comentario