Francisco De Andrés
El Corán tolera a los cristianos, si pagan el tributo especial, pero un dicho de Mahoma ordena su expulsión de la península.
La Kaaba, en plena peregrinación a La Meca - EFE
Viajar a Arabia Saudí, por negocios o por contrato de trabajo, requiere conocer un número de reglas vitales, y una de ellas es la estricta prohibición de practicar en su territorio ninguna religión salvo la nacional: el islam suní, según las normas de la corriente radical wahabí. Están estrictamente prohibidos los lugares de culto, así como las reuniones -incluso en las embajadas- con fines religiosos. La llamada «policía religiosa» vela por el cumplimiento de esta norma, y son frecuentes los chivatazos que acaban con la deportación de trabajadores cristianos, normalmente filipinos o indios de Goa.
Paradójicamente, son numerosos los estudiosos del islam que siguen insistiendo en que el Corán predicó la tolerancia de los nuevos musulmanes hacia los habitantes cristianos y judíos de Arabia. Existen, sin duda, versículos del Corán que alaban a la llamada Gente del Libro, pero son más abundantes los que instan a hacer la guerra a cristianos y judíos. La aparente contradicción se explica -según algunos eruditos- por razones cronológicas: las aleyas conciliadores habrían sido dictadas durante la era de La Meca, en la que Mahoma cultivó la amistad de cristianos y judíos en su enfrentamiento con los politeístas; y las hostiles serían las de su época en Medina, cuando el profeta se convirtió en líder militar y predicó la difusión universal del islam.
En su obra «Jihad islámica», M.A. Khan menciona 14 versículos del Corán que no dejan lugar a dudas de la voluntad de Mahoma de lanzar a sus seguidores contra los judíos y los cristianos. No obstante, el último versículo citado en esa relación (Corán 9:29) insta a pelear contra ellos solo hasta que «paguen el tributo y sean humillados». Según ese principio, los seguidores de las dos religiones del Libro, judíos y cristianos, podrían seguir practicando su fe en la península arábiga bajo esas condiciones.
¿Por qué entonces la prohibición absoluta, que viene arrastrándose desde hace siglos? El argumento no está en el Corán sino en los «dichos y hechos del profeta», -segunda fuente de la ley musulmana- recogidos después de la muerte de Mahoma y establecidos como canónicos. Tal como recoge Bernard Lewis («Licencia para matar», Foreign Affairs), uno de ellos relata que el profeta, ya en el lecho de muerte, afirmó: «Que no haya dos religiones en Arabia». El dicho fue aceptado como auténtico, y el califa Umar, el segundo tras la muerte de Mahoma, lo llevó a efecto mediante un edicto que acabó expulsando de toda la península a las tribus judías y cristianas.
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