César Cervera
En términos de la leyenda, el discípulo de Platón enseñó a Alejandro a pensar como un griego pero a luchar como un «bárbaro», en vista de que los atenienses le habían negado la dirección de la Academia por su condición de macedonio.
El reino de Macedonia, donde nació Alejandro Magno, era considerado en la Antigüedad un territorio de bárbaros y extranjeros. Atenas, Esparta, Tebas y otras ciudades estado helenas se negaban a aceptar que lo que hoy forma parte de la Grecia histórica estuviera habitado por compatriotas. Nacido en Estagira (Península de Calcídica), al este de Macedonia, Aristóteles sufrió parte de esos mismos recelos y, de cara a la historia, educó al hombre llamado a someter toda Grecia y lanzarse al corazón de Asia: Alejandro Magno.
La semana pasada se anunció el posible hallazgo de la tumba de Aristóteles en Estagira, precisamente en la localidad donde tuvo lugar el nacimiento del filósofo. La península de Calcídica, a menos de dos horas de Tesalónica, era parte del reino de Macedonia hace 24 siglos. El lugar, muy cerca de la acrópolis y con vistas sobre la bahía, tenía un altar para sacrificios, y una arquitectura que revela su importancia. No en vano, su valor histórico deriva de haber sido la cuna de uno de los tres grandes filósofos griegos de la Antigüedad y genio dedicado a múltiples campos. Aristóteles está considerado el primer investigador científico en el sentido moderno de la palabra.
Más allá de su obra, Aristóteles es recordado por su vinculación con los reyes de Macedonia. Su padre, Nicómaco, era médico de la corte de Amintas III, padre de Filipo II de Macedonia, y, por tanto, abuelo de Alejandro Magno. De hecho, Aristóteles fue iniciado de niño en los secretos de la medicina, pero su carrera se encaminó pronto hacia la filosofía. Con 17 años, el joven fue enviado a Atenas para estudiar en la Academia de Platón.
No está claro cuánto de próxima fue la relación entre Platón (discípulo, a su vez, de Sócrates) y Aristóteles, así como no lo están las razones por las que a la muerte del maestro su alumno más aventajado no heredó la dirección de la Academia de Atenas. La leyenda ha querido ver en la decisión de Platón de poner a su sobrino, Espeusipo, al frente de la Academia una humillación hacia Aristóteles y una muestra de cierta aversión entre ambos.
Tutor del hijo de Filipo II de Macedonia
En verdad, la condición de macedonio invalidaba legalmente a Aristóteles para hacerse cargo del puesto, al igual que provocaba el desdén de muchos griegos hacia Filipo II a pesar de su potencia militar. Su historia es la de un rey que convirtió un empobrecido reino – despreciado por Atenas y Esparta– en la gran potencia hegemónica de toda Grecia. Tras pasarse varios años de su infancia como rehén en Tebas, Filipo regresó a casa con la idea de comenzar una reforma militar de los ejércitos macedonios que, partiendo de la tradicional falange griega, añadiera nuevos elementos tácticos para darle más flexibilidad y poder someter a las grandes ciudades griegas.
Con las principales ciudades estado griegas sometidas y Atenas ofreciendo una alianza favorable a Macedonia, Filipo se dirigió contra Esparta, que prefirió conceder a Filipo II la paz sin presentar batalla. En medio de su vorágine conquistadora, el Rey macedonio decidió casarse en el 357 a. C. con la princesa Olimpia de Epiro (nombre que asumiría años después), hija del Rey de Molosia, una región al noroeste de la actual Grecia. Ella sería la madre de Alejandro y de Cleopatra de Macedonia.
En 343 a. C, Filipo convocó a Aristóteles para que fuera tutor de su hijo de 13 años. Casi como si fuera una venganza contra los griegos «de pura cepa» que impidieron su nombramiento como director de la Academia de Atenas, Aristóteles dio forma al carácter del hombre llamado a concluir el trabajo de su padre y a atar la voluntad griega bajo un nudo bárbaro, esto es, macedonio.
Aristóteles, «de piernas delgadas y ojos pequeños», aceptó la invitación de Filipo II de Macedonia y se encargó de la educación de Alejandro durante varios años. En opinión de un poeta francés medieval: «Le enseñó a escribir griego, hebreo, babilonio y latín. Le enseñó la naturaleza del mar y de los vientos; le explicó el recorrido de las estrellas, las revoluciones del firmamento y la duración del mundo. Le enseñó justicia y retórica, y le previno contra las mujeres libertinas». No en vano, en realidad se sabe poco de su estancia en Macedonia y las obras del filósofo apenas hacen referencia a Alejandro. Como tampoco se advierte su influencia sobre el terreno político. Años después, mientras Aristóteles seguía predicando la superioridad de la ciudad-estado, su presunto discípulo establecía las bases de un imperio universal. El más grande conocido hasta entonces.
Alejandro, el Hegemon de toda Grecia
En términos de la leyenda, Aristóteles enseñó a Alejandro a pensar como un griego pero a luchar como un «bárbaro», lo que, al menos al principio, le valió para someter Grecia. Antes de lanzarse a la conquista del Imperio persa, Alejandro volvió sobre los pasos de su padre para atravesar Tesalia, destruir Tebas y obligar a Atenas a reconocer su supremacía haciéndose nombrar Hegemon, título que lo situó como gobernante de toda Grecia.
Por su parte, Aristóteles aprovechó la pequeña fortuna que Filipo le pagó por instruir a su hijo y siguió con sus investigaciones y trabajos durante el resto de su vida. Además de dinero –según relata Diógenes Laercio– el filósofo reclamó al monarca «que restaurase su patria» destruida años antes por los ejércitos macedonios. En el año 340 a. C, Estagira recuperó su forma y comenzaron a regresar sus antiguos habitantes.
En el 336 a.C, sin embargo, Alejandro hizo ejecutar a un sobrino de Aristóteles, Calístenes de Olinto, a quien acusaba de traidor. Dado que las ejecuciones macedonias solían extenderse a los familiares, Aristóteles se refugió un año en sus propiedades de Estagira, trasladándose en el 334 a Atenas para fundar, siempre en compañía de su fiel Teofrasto, el Liceo, una institución pedagógica que durante años compitió con la Academia platónica.
A la muerte de Alejandro, en el 323, se extendió en Atenas un brote de odio contra los macedonios instigado por el orador Demóstenes. A pesar de su reputación como filósofo, el macedonio fue llevado a los tribunales atenienses acusado de impiedad contra los dioses. Temiendo acabar igual que Sócrates, Aristóteles huyó a la vecina isla de Eubea y allí murió un año más tarde de muerte natural. Sería en esta isla donde los habitantes de Estagira fueron a buscar sus cenizas. Como agradecimiento por salvar la ciudad, sus compatriotas enterraron a Aristóteles en su tierra natal y lo honraron como un héroe, salvador, legislador y refundador de su ciudad.
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