Enrique Yunta
El tenista charla con ABC de deporte y también de la vida, preocupado por los asuntos cotidianos mientras defiende las virtudes de España y de su gente.
Rafa Nadal, número dos de la ATP, en una terraza de la playa de Acapulco - EFE
Después de entrenarse junto a David Ferrer en una de las pistas más alejadas del estadio Pegaso de Acapulco, ya noche cerrada en este sensacional rincón del Pacífico, Rafael Nadal (3 de junio de 1986), número dos de la ATP, abraza a su amigo, al que gana en un partidillo a un set, y cumple con los medios locales, que llevan días esperándole. El español aterrizó el viernes desde Costa Mujeres (abrió ahí un centro que lleva su nombre), pero unos problemas en la muñeca le han obligado a ser prudente y no se le había visto aún en las canchas del recinto. Sí estuvo en la fiesta blanca de los jugadores, siendo el reclamo de todos los invitados, y esta pasada madrugada, casi un mes después de la final de Australia ante Novak Djokovic, empezaba su participación en el torneo ante Mischa Zverev.
El lunes, pasadas las nueve de la noche, y una vez ha realizada la rueda de prensa, invita a ABC para que le acompañe en el coche que tiene asignado hasta su villa, pues en Acapulco está alojado en una parte más exclusiva del hotel Princess, una residencia de película a pie de playa y que huele a mar, fundamental en su vida. Se preocupa por la situación del diario y se presta a afrontar cualquier asunto, hablando antes como ciudadano que como tenista. Porque Nadal, lo dice él mismo, es una persona normal a la que le preocupan los asuntos cotidianos, el día a día de España y de más allá. Y luego está el tenis, claro, apurando al máximo una carrera descomunal a la que cada vez le queda menos, pero que sigue más viva que nunca. Él la alimenta con su pasión.
-¿En qué nota sus 32 años?
-Bufff. Bueno, en general yo personalmente no lo noto en el día a día, no demasiado. Lo que sí es verdad es que cuando uno va analizando las cosas que van sucediendo, se da cuenta de que ha habido más problemillas de los que quería. Este último año, sin ir más lejos. Hay momentos en los que, cuando se van acumulando tantas cosas, uno se cansa. Pero, por suerte, mantengo la ilusión intacta, mantengo las ganas de ir a entrenarme y disfruto muchísimo. Sobre todo cuando estoy bien, claro.
-¿La cabeza puede al cuerpo?
-Depende. Claro, si el cuerpo no te deja que la cabeza pueda actuar, ahí no puedes hacer más. Pero sí me atrevería a decir que, con matices, la cabeza puede al cuerpo. Si te rompes, por muy centrado que estés y por mucha ilusión que le pongas, la cabeza no vale. Lo que sí que hace la cabeza es ayudarte a volver con energía y ganas y a mantener la ilusión.
-¿Trabaja en ese aspecto?
-La he trabajado mucho de muy jovencito, ahora no. A ver, todo el mundo trabaja la cabeza en el día a día. Para mí es vital no anteponer el ocio al entrenamiento. Creo que hay tiempo para todo en esta vida. Pero yo hago el entrenamiento y luego las cosas que quiero hacer, sin olvidarme de lo primero.
-¿Usted es tenista todo el día?
-No, en absoluto. Ni ahora ni en toda mi vida lo he sido.
-¿Pero cuánto tiempo le quita de sus pensamientos?
-Claro que pienso en tenis, pienso en muchos momentos de mi día. Pienso en lo que he hecho mal, en lo que he hecho bien, en por qué me ha salido una cosa así y la otra asá... Pero no soy un obsesivo del tenis ni lo he sido nunca. Lo que pasa es que siempre he tenido una gran determinación para trabajar y para ser mejor tenista. Cuando uno tiene esa determinación para que ambas cosas ocurran, indirectamente sí que en muchos momentos estás pendiente de pensar qué hacer.
-¿Cuándo fue la última vez que se enfadó?
-(Piensa durante un buen rato). No lo sé, tú. Yo, bufff... Sinceramente, me enfado poco. ¿Sabe lo que pasa? Si me enfado suele ser momentáneamente y se me pasa muy rápido. A mí me gusta muy poco discutir. Si no es por una necesidad total, intento evitar los problemas. La gente dice que cuando hay un problema hay que atacarlo, y yo digo que si se puede esquivar, quizás es mejor. -Evitar la confrontación, vaya.-Evidentemente. Si hay una cosa que no te gusta del otro o alguien te ha hecho algo, te puede servir el ir y hablarlo a la cara. Hay una serie de cosas que no tienen más remedio que solucionarse así, pero otras muchas no tienen tanta importancia. Y en todas esas cosas que son menos relevantes yo acostumbro a hacer un giro hacia un lado u otro y esquivo el problema. La vida es mucho más agradable si uno intenta no tener problemas ni discusiones.
-Hoy es muy complicado no tener discusiones o enfrentarse por algo. ¿Percibe que hay mucha crispación?
-A mí, personalmente no me gusta. Si le soy sincero, no va conmigo. No me gusta la confrontación continuada, en ningún caso. De hecho, he seguido todo el tema de Cataluña y llega un momento dado en el que uno no entiende que se enrede tanto. Es necesario discutir en algún caso y que haya diferentes opiniones para mejorar cosas, sin ninguna duda, pero la confrontación tan alargada en tantos sentidos no me gusta nada. Seguro que quien manda hace algunas cosas bien y puede que otras no tanto. Pero a mí no me gusta la manera de criticar todo lo demás. Y eso lo hacen todos. ¿Por qué vamos a estar enfrentándonos todo el día? Se está radicalizando a la sociedad y no me gusta.
-¿Estamos creando un mundo de extremos?
-Bueno, no sé si vivimos en extremos. Pero, ¿sabe? Es tan complicado llegar a acuerdos porque hay demasiada tensión entre todos y eso, desde mi punto de vista, no es bueno. No puede ser bueno. Falta más respeto y tener voluntad de avanzar. Y para avanzar, hay que entenderse.
-¿Habla de todo esto con su gente? ¿Lo comenta con amigos?
-Sí. Hablamos habitualmente de la vida, de lo que es noticia, de la actualidad... Comentamos a diario todo lo que ocurre a todos los niveles: política, deportes, cosas de la vida, las cosas cotidianas, lo que afecta a la familia...
-¿A usted le gusta que le pregunten cosas fuera del tenis? ¿Tiene que medir lo que dice?
-Yo soy una persona normal y corriente, una persona humana, yo no soy solo tenista. Ante todo, soy un ciudadano más español. Y las cosas que nos ocurren me interesan y me preocupan, como a todos. Somos también ciudadanos del mundo, tenemos nuestras vidas. Como le digo, antes que tenista, soy como usted o como cualquier otro.
-Pero, ¿se contiene para decir según qué?
-Sí, evidentemente. A ver, en confianza con amigos, no. Pero cuando estoy ante los medios o ante personas que no conozco soy más prudente y no puedo decir según qué cosas, o más bien no quiero decirlas porque no resolvería nada diciéndolas.
-¿Alguna vez le ha tentado la política o prefiere que esté lejos?
-La política es una parte muy importante de nuestra sociedad, pero no, no es mi ámbito. Lo lógico sería que nunca esté en el mundo de la política. Bueno, nunca digas jamás, pero lo veo casi imposible. Sí es cierto que si estuviera en política, intentaría hacerlo de otra manera, intentaría ser más positivo. Mire, hay una cosa que no me gusta: casi siempre estamos hablando en negativo de nuestro país. Personalmente, viajo cada semana por todos los lugares del mundo y los ciudadanos españoles no somos conscientes de todo lo que tenemos, del buen país que tenemos, de lo bien que vivimos en líneas generales. Claro que hay gente que lo pasa mal, sin ninguna duda. Y claro que hay cosas que tenemos que mejorar, sin ninguna duda. Debemos de preocuparnos para que haya más gente que viva mejor porque eso hará que el funcionamiento del país sea mejor. Los países tienen problemas cuando hay muchas diferencias, cuando hay gente muy rica y demasiados que tienen poquísimo. Ahí es cuando hay conflicto. No digo que sea perfecto nuestro país, pero cuando viajas, te das cuenta de la suerte que tenemos. A nivel de sanidad, de educación... Hay muchos aspectos en España que criticamos habitualmente y yo siempre digo una cosa: viaje a países que consideramos que están taaan por encima y vaya a un hospital, a ver cómo funcionan las cosas... Veremos entonces si son tan superiores como se cree.
-Y en todo ese debate de extremos, está usted, que es un producto de todos los españoles y que rara vez genera debate.
-Tampoco es eso. Nadie genera unanimidad. Yo nunca me he manifestado políticamente, nunca lo haré, pero yo creo en las personas más que en cualquier otra cosa. A mí no me gusta la gente que ve todo lo malo. Puedes tener una afinidad con un partido o con otro, qué más da. Lo importante es que no haya confrontación, que no sea tan ilógico. Cada uno es libre de votar o apoyar a quien más le convenga y es muy respetable. Lo importante es que todos queramos un país mejor, más justo y que nos ayudemos para mejorar.
-Tiene su academia en Mallorca y ha abierto ahora también una en Costa Mujeres (parte caribeña de México, cerca de la costa de Cancún) y muchos niños se apuntan para ser como usted. ¿Es su mayor orgullo?
-No, no. No porque hay muchos niños que quieren ser como grandes estrellas que para mí no son referentes. Lo más importante es ser buena gente y ayudar a las personas. Después hay que transmitir unos valores adecuados para los jóvenes y que se miren en ti con vistas al futuro. Con lo cual, le digo: mi mayor satisfacción es poder representar algo positivo para todos estos jóvenes. No sé si lo hago, pero esta es mi gran satisfacción. Hay muchos niños que quieren ser como personajes que, sin entrar a decir nombres, no creo que puedan ser un buen ejemplo pra los niños.
-Usted confesó que le daba miedo quedarse solo en casa cuando era pequeño. ¿Le sigue asustando?
-Sí, no me gusta mucho estar solo en casa. No soy un gran seguidor de eso, ¡Ja, ja!-¿Pero le d miedo por la soledad o por si pasa algo?-A ver, miedo... ¡Me quedo en casa solo, no tengo ningún problema! Pero prefiero estar acompañado.
-¿Es caprichoso?
-No mucho, la verdad. Creo que no mucho. A ver, seguro que todos tenemos nuestros caprichos. Yo tengo un barco. Mi capricho realmente es el mar, más que cualquier otra cosa. Todo lo que está relacionado con el mar, me da una posibilidad de desconectar de todo lo demás. Me encanta, si tengo la posibilidad de tener ese escape me ayuda mucho.
-¿Le gustaría tener una semana de anonimato?
-Sí, por qué no. Pero jamás me oirá decir que estoy cansado de ser quien soy. No. Demasiadas cosas positivas me ha dado la vida como para quejarme. Al final, lo más importante es que vaya donde voy me siento querido y apoyado por la gente. Eso es lo que uno echa más de menos cuando esta fuera.
-Sin querer entrar a valorar temas íntimos, ha sido noticia últimamente por su ayuda en la tragedia de Mallorca y por la noticia sobre su boda. ¿Le molesta que se hable de su vida privada?
-Lo que no me gusta es el circo. Cuando entras en esta rueda, se dicen muchas mentiras. Lo de Mallorca: se me hace difícil hablar de ello porque fue un momento complicado para todos nosotros. La gente no tiene ni idea, pero tengo la mitad de mi familia ahí, mi familia de parte de madre es de ese pueblo (Sant Llorenç). Yo solo fui a ayudar un poquito y a ver cómo estaban las cosas. Fui con mis amigos, no iba a buscar absolutamente nada porque es evidente que no lo necesito. A ayudar, con mis amigos de toda la vida. Después se crean historias y yo solo hice lo mismo que cualquier otro. Lo que pasa es que lo hice yo, que soy un personaje público, pero no hice ni más ni menos que cualquiera de mis amigos. Así de simple. Todo lo demás, es circo. Sobre la boda: yo jamás he confirmado o he hablado al respecto. Pero, más que me moleste, que no me molesta nada, se entra en la rueda de la especulación, de las opiniones, de mentiras... Al final, la gente opina gratuitamente y se dicen barbaridades. Dónde me caso, si hay despedida en un lugar o en otro... Más que enfadarme, nos reímos. ¡Hay tan pocas cosas que sean ciertas! Sabes que estás expuesto a eso, pero siempre he querido ser noticia por lo que he hecho en una pista de tenis. En mi vida privada, he intentado tener una vida tranquila, feliz siendo anónimo en mi vida privada, y así lo hemos querido siempre tanto yo como mi pareja y como mi familia. Es la forma de vivir más tranquilos y de conseguir la felicidad, es mejor así.
-¿Cuánta gente tiene su número de teléfono?
-No lo sé. Desgraciadamente hay veces que no contesto a todo el mundo y me sabe muy mal. Pero no soy un gran fanático de estar con el teléfono todo el día y llega un momento en el que necesito desconectar del móvil. Pero siempre agradezco todos los mensajes de cariño y de apoyo. Hay cantidad de gente que tiene mi teléfono y no sé cómo lo han conseguido, muchos que ni conozco y no puedo estar todo el día pendiente de gente que no sé ni de dónde sale.
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