Isabel Miranda
El territorio semiárido, caracterizado por altas temperaturas y escasas lluvias, se expande en España.
Córdoba, en marzo - VALERIO MERINO
Los veranos duran cada vez más en España, y no es solo una sensación. Los datos de la Agencia Estatal de Meteorología (Aemet) constatan que la época estival se ha alargado casi cinco semanas respecto a lo que era habitual a principios de los años 80. Lo determina la media de temperaturas máximas, que revela que la estación se ha ampliado a un ritmo de unos 9 días por década. El verano, sobre todo, empieza antes, pero también acaba después. Solo un ejemplo: en los años 70, tomando datos del observatorio situado en El Retiro de Madrid, el periodo estival comenzaba el 15 de julio y terminaba el 16 de septiembre, mientras que en la actualidad esas mismas temperaturas se alcanzan el 11 de junio y finalizan el 22 de septiembre.
La agencia, dependiente del Ministerio para la Transición Ecológica, ha estudiado los datos de un total de 58 observatorios ubicados a lo largo de todo el territorio a raíz del proyecto Open Data Climático, destinado a recopilar las evidencias de los impactos del clima en el país a lo largo de las últimas décadas. Gracias a ello, la Aemet no solo ha constatado que el verano se ha alargado, sino que las zonas afectadas por las altas temperaturas y escasas precipitaciones propias de un clima semiárido se han extendido a otras que eran de clima mediterráneo o continental.
El valle del Ebro y el sureste peninsular (Murcia, Almería y Alicante) eran las regiones que entre 1961-1990 estaban afectadas por este clima semiárido. Ahora estas zonas han ampliado terreno y se extienden también a buena parte de Castilla-La Mancha y otras zonas de la Comunidad Valenciana, según muestra la comparación con los datos climatológicos de 1981-2010. «El resultado es un claro aumento de la extensión de los climas semiáridos que se puede estimar en más de 30.000 kilómetros cuadrados, en torno al 6% de la superficie de España», dice la Aemet.
Más noches tropicales
Los cálculos de la Agencia Estatal de Meteorología hablan ya de más de 32 millones de personas directamente afectadas por algunas de las consecuencias del cambio climático relacionadas con el calor. Aunque la Aemet ha constatado que las temperaturas de todas las estaciones son cada vez más elevadas, el ascenso se aprecia con mayor claridad en primavera y, sobre todo, en verano. Por eso el estudio concluye que el verano es la estación más afectada.
Mientras que el número de olas de frío ha caído drásticamente, especialmente el número de días en los que se desarrollan (desde 2013, por ejemplo, no pasan de unas tres jornadas); las olas de calor son más frecuentes, más duraderas y más extremas. El calor tampoco se sofoca lo suficiente de madrugada. De hecho, las noches tropicales, esas que no bajan de los 20ºC (el umbral de temperatura a partir del que ya cuesta conciliar el sueño), son cada vez más frecuentes y más comunes en más partes del territorio español, sobre todo en las ciudades y en la costa mediterránea.
Lo favorece dos factores. El primero, el fenómeno de «isla de calor» característico de las grandes urbes, donde el bochorno acumulado a lo largo del día no puede disiparse bien por la noche debido a los materiales -como el asfalto- y a la configuración urbanística. En Madrid, por ejemplo, se ha pasado de sufrir menos de 10 noches tropicales de media entre 1971-2000 a más de 20 en el periodo que va de 1981-2010.
El segundo factor del incremento de las noches tropicales, en cambio, afecta a las zonas costeras mediterráneas y se debe al aumento de la temperatura del mar, explicaron en rueda de prensa los portavoces de la Aemet, Rubén del Campo y Beatriz Hervella. El calor en la superficie marítima está aumentando a un ritmo de 0,34º por década desde principios de los 80, lo que provoca «una expansión termal» que también contribuye al aumento del nivel del mar, ahora cifrado en 3,4 milímetros por año. Así, entre 1981 y 2010 la media anual de noches tropicales en la región mediterránea ha sido de 60, con especial incidencia en la fachada oriental y el archipiélago balear.
Según detallaron los portavoces, los datos quizás más preocupantes son los relativos al aumento de las temperaturas, que están «directamente relacionados con la mortalidad». Según datos del Ministerio de Sanidad, entre 2006 y 2017 fallecieron 83 personas por golpe de calor y entre 2004 y 2016, 446 personas por una exposición al calor excesivo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario