Natividad Pulido
El Museo del Prado celebra, en su bicentenario, con este cuadro heroico los 150 años de la nacionalización de las colecciones reales.
«Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga», de Antonio Gisbert. Óleo sobre lienzo, 390 por 601 centímetros, 1888 - MUSEO DEL PRADO
Espronceda lloró su muerte en un célebre soneto, cuyos primeros versos rezan así: «Helos allí: junto a la mar bravía/ cadáveres están, ¡ay!, los que fueron/ honra del libre, y con su muerte dieron/ almas al cielo, a España nombradía». Ramón Gómez de la Serna, en su proclama de Pombo de 1915, se refirió a «esos hombres íntegros del inolvidable cuadro de Gisbert. Nosotros no somos tan heroicos, pero hay la misma fatalidad en nuestro destino y estamos tan dispuestos a no cejar». Años después, en plena Guerra Civil española, Antonio Machado volvió los ojos al mismo lienzo: «Recordad el cuadro de Gisbert:la noble fraternidad ante la muerte de aquellos tres hombres cogidos de la mano». Marsé, Chirbes y Javier Marías lo incorporan en algunos de sus libros, como el Equipo Crónica en algún lienzo.
Hablamos del «Fusilamiento de Torrijos y sus compañeros en las playas de Málaga» (monumental óleo sobre lienzo, de 3,9 por 6 metros), concluido por Antonio Gisbert en 1888. Una obra que, según Miguel Falomir, director del Prado, merece figurar por derecho propio, junto con «La rendición de Breda», de Velázquez; las pinturas de Goya sobre el 2 y el 3 de Mayo en Madrid, y el «Guernica», de Picasso, en la galería de los grandes cuadros dedicados a la Historia de España: «Es el cuadro que mejor simboliza la idea de que el Prado es el museo de todos los españoles». «No queríamos un bicentenario de confeti, ni una celebración autocomplaciente –añade Andrés Úbeda, director adjunto de la pinacoteca–. Gisbert es mejor pintor de lo que se cree y Torrijos, más importante de lo que se ha reconocido».
Obra de tono épico
Es, en efecto, un cuadro heroico, de tono épico; un icono de la lucha por la libertad, símbolo de la construcción de la nación española. Pintura capital de las colecciones del Prado y obra maestra de la pintura de Historia española, evoca a otros grandes cuadros históricos, como «Los Fusilamientos del 3 de mayo», de Goya, y «La Libertad guiando al pueblo», de Delacroix (Museo del Louvre). Hay quien ve incluso la huella de este cuadro en el «Guernica».
Encargado el 21 de enero de 1886 por el jefe del Partido Liberal y presidente del Consejo de Ministros, Práxedes Mateo Sagasta, al artista alcoyano Antonio Gisbert (1834-1901), éste lo pintaría en París siguiendo un estilo naturalista. Lo acabó en 1888. Cobró toda una fortuna en la época: 40.000 pesetas. Es la única pintura de Historia encargada por el Estado español a un artista para el Prado. El lienzo, que se expuso en el Pabellón Central del Retiro (hoy Palacio de Velázquez), protagoniza una pequeña gran exposición en la sala 61 A del edificio de Villanueva en el Prado. Organizada dentro de los actos de su bicentenario, con la colaboración de Ramón y Cajal Abogados, el museo quiere celebrar con ella los 150 años de la nacionalización de las colecciones reales. El Prado pasó en 1868 a ser un museo nacional, de todos los españoles. Por entonces se llamaba Museo Nacional de Pinturas y Esculturas y reunía tanto las colecciones reales como los fondos del antiguo Museo de la Trinidad, con obras procedentes de la Desamortización, y las adquisiciones contemporáneas del Estado a partir de 1856.
Gisbert, gran pintor de los liberales y director del Prado durante el Sexenio Revolucionario, recrea en esta estremecedora composición el fusilamiento de Torrijos y sus compañeros (entre ellos, Manuel Flores Calderón y Francisco Fernández Golfín, a quienes el general toma de la mano) en las playas de Málaga el 11 de diciembre de 1831. Aparte de militares, también había civiles (artesanos y marineros). Fue una orden directa de Fernando VII sin juicio previo alguno. Amigo del marqués de La Fayette y de poetas como Espronceda y el duque de Rivas, hombre de una gran cultura, el general José María Torrijos (1791-1831) fue uno de los grandes héroes de la independencia española.
Contención y dignidad
Según Javier Barón, jefe de conservación de pintura del XIX del Prado y comisario de la exposición, Gisbert viajó a las playas de Málaga, donde tomó apuntes; se entrevistó con algunos testigos, buscó con ahínco retratos de los protagonistas y, cuando no fue posible, tiró de fotos de sus descendientes. Al contrario que hiciera Goya en sus «Fusilamientos», Gisbert relegó al fondo de la composición al pelotón de fusilamiento. En el centro retrató la heroica y fraternal fila de los condenados y, en primer plano, algunos de los fusilados, que yacen muertos en la arena; una mano desmembrada y una chistera. No aparece ninguna mujer en la composición. Meses antes había sido ejecutada una gran liberal, Mariana Pineda.
Junto al cuadro, cuelga un boceto de grandes dimensiones, también del Prado, que se muestra por vez primera tras su restauración. Gisbert hizo cambios en la pintura final. Elimina las tres figuras de la derecha, más teatrales (al parecer, murieron al grito de «¡Viva la libertad!»), cambia la disposición de los cadáveres y subraya la dignidad, contención, sobriedad y nobleza del cuadro modificando los rostros de los condenados. La muestra incluye otra importante obra de Gisbert, que cuelga en la pared de enfrente. Se trata de «Los comuneros Padilla, Bravo y Maldonado en el patíbulo» (1860), óleo galardonado con la primera medalla en la Exposición Nacional de Bellas Artes en 1860 y que fue adquirido por el Congreso de los Diputados.
«El fusilamiento de Torrijos», una pintura para una nación, cuelga en el Prado, un museo para todos los españoles.
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