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Entre 1940 y 1942, más de veinte submarinos alemanes cargaron suministros en puertos españoles (Cádiz, Vigo, El Ferrol y Las Palmas), a pesar de la teórica neutralidad del régimen franquista: 1.508 toneladas de gasóleo, 37 de aceite pesado y 10 torpedos.
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Mucho se ha hablado sobre aquella España de 1939, recién salida de la Guerra Civil y declaradamente «no beligerante» que, sin embargo, se alineaba con las potencias del Eje. En especial, con Alemania, a pesar de lo heterogéneo de los componentes del bando «nacional»: falangistas, carlistas, monárquicos, moderados y radicales de derecha, etc. Esa aproximación ideológica con los nazis y también con la Italia fascista, que aún no está en guerra, era pleno a principios de la década de los 40.
El estado total de ruina en que se encuentra España y la necesidad de afianzamiento del régimen franquista, tanto frente a los coletazos de resistencia armada protagonizados por guerrilleros pertenecientes a las diversas facciones del bando republicano como frente a los propios opositores internos del nuevo régimen, hicieron que Franco se decidiera por no involucrarse en la guerra. La administración franquista prefirió centrarse más en los problemas internos que en las cuestiones de ámbito internacional, oscilando entre la neutralidad y la no beligerancia.
En esa posición, sabemos ahora que el régimen de Franco facilitó que los submarinos nazis se reabastecieran clandestinamente en el puerto de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, durante la Segunda Guerra Mundial e, incluso, transportó torpedos a las islas para ellos en un buque de la Armada española, a pesar de su neutralidad.
Submarinos nazis en Canarias
La historia de los submarinos nazis en Canarias ha estado envuelta durante años en tintes de leyenda, casi siempre asociada a la supuesta base para los U-Boote que el empresario alemán Gustav Winter habría construido en la península de Jandía (Fuerteventura). Sin embargo, un profesor de Historia Contemporánea de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), Juan José Díaz Benítez, acaba de publicar tres artículos en revistas internacionales relacionadas con la navegación, en los que defiende que esa leyenda en torno a Winter no es creíble y que las bases de abastecimiento estaban radicadas en los grandes puertos, principalmente en La Luz.
Este historiador, experto en la colaboración hispanogermana durante la Segunda Guerra Mundial, despacha las conjeturas construidas durante décadas en torno al empresario alemán y la supuesta base de submarinos de Fuerteventura con un documento del propio Oberkommando der Wehrmacht (OKW, Alto Mando de las Fuerzas Armadas), en el que se queja a uno de los jerarcas del régimen nazi, Hermann Göring, sobre las actividades de Gustav Winter en Fuerteventura.
El OKW le dice a Göring que Winter está llamando la atención del espionaje británico y pone en peligro la «Etappenorganisation»: la verdadera red secreta de abastecimiento de la Marina alemana, organizada desde la Primera Guerra Mundial y que en los años 30 ya contaba con bases activas en el puerto de Las Palmas de Gran Canaria, con el gerente de la casa Woerman, Walter Vogel, al frente, y en Santa Cruz de Tenerife, dirigida por el cónsul Jacob Ahlers. «Si Gustav Winter hubiera sido un Vm (Vertrauenmann, hombre de confianza) de la Etappe Kanaren (la red de abastecimiento en Canarias), habría bastado con ordenarle directamente a través del agregado naval que suspendiera sus trabajos en Jandía», añade.
El puerto de La Luz
¿Dónde estaba la principal infraestructura de abastecimiento de los submarinos alemanes en Canarias, entonces? En el puerto de La Luz, en la capital Gran Canaria, que había recibido instrucciones para prepararse para proveer de suministros a los U-Boote el 15 de agosto de 1939. Es decir, 15 días antes de que los nazis invadieran Polonia y de que Reino Unido y Francia les declarasen la guerra.
En estos tres artículos en « Mariner's Mirror», « International Journal of Maritime History» y « Anuario de Estudios Atlánticos», Díaz Benítez aporta documentos tomados en su mayoría de archivos militares alemanes que demuestran que, entre el 30 de enero de 1940 y el 25 de septiembre de 1942, 23 submarinos alemanes cargaron suministros en puertos españoles (Cádiz, Vigo, El Ferrol y Las Palmas), a pesar de la teórica neutralidad del régimen franquista: 1.508 toneladas de gasóleo, 37 de aceite pesado y 10 torpedos.
Estos trabajos del profesor de la ULPGC se centran en los puertos canarios, los primeros en incorporarse a la red de abastecimiento de la Kriegsmarine. Díaz Benítez precisa que las actividades de los submarinos en Canarias no fueron determinantes para el devenir de la guerra, ya que el escenario principal de la batalla del Atlántico se hallaba mucho más al norte, entre Azores e Islandia, pero sí buscaron debilitar la posición británica en África Occidental. Y, sobre todo, delatan la tolerancia (cuando no complicidad) del régimen franquista con esas operaciones de las Fuerzas Armadas alemanas hasta que el curso de la guerra comenzó a decantar las tornas a favor de los Aliados, lo que tuvo consecuencias en forma de «más miseria y hambre» para la población, porque Londres redobló su presión económica sobre España e hizo mucho más difícil la entrada de alimentos y combustible en el país, remarca este experto.
Combustible y víveres
Cuando estalla la guerra, Alemania tenía ya posicionados en los puertos de Canarias cuatro petroleros con 21.810 toneladas de gasóleo y 16.100 de fuel, tres de ellos asignados a los submarinos.
Sus primeras actividades fueron, no obstante, proveer de combustible y víveres, en ocasiones importados desde Argentina, a los barcos de suministro de la Kriegsmarine y a los «burladores del bloqueo», barcos alemanes que intentaban regresar a puertos de su país o de la Francia ocupada, como el «Amasis» y el «Chemnitz», que inauguraron la ruta en 1939. Le siguieron otros siete.
Sin embargo, el suministro a los U-Boote no lo llevaron a cabo directamente los petroleros, sino un vapor habilitado discretamente para su nueva función, el «Corrientes», que se estrenó ayudando a reavituallarse en el puerto de La Luz al submarino italiano «Capellini», después de que la vigilancia británica le impidiera abastecer a los U-37 y U-43 en febrero de 1941.
Entre el 3 y el 5 de marzo de 1941, en tres noches consecutivas, el «Corrientes» trasvasó 166 toneladas de combustible a los submarinos U-124, U-105 y U-106; el 24 y 30 de junio proporcionó 111 toneladas a los U-123 y U-69; y el 5 de julio suministró 54 toneladas al U-103. Y todo ello, dentro del puerto de La Luz.
¿Se vulneró el estatus de neutralidad?
¿Se hicieron esas operaciones, que vulneraban el estatus de neutralidad de España, a espaldas del régimen de Franco? Díaz Benítez cree todo lo contrario: «Sin la colaboración española», argumenta, hubiera sido imposible actuar en el puerto de La Luz, pero es que además en los archivos constan radiotelegramas del Ministerio de la Marina al comandante naval de Canarias anunciándole la llegada de los submarinos y ordenándole la mayor reserva, así como respuestas de este último confirmando los avituallamientos.
La complicidad de la dictadura franquista con la actividad de los submarinos nazis en Canarias la extrae este historiador de otros dos hechos: en julio de 1941 un buque de la Armada española, el «Contramaestre Casado», transportó ocho torpedos para los buques alemanes en Las Palmas, y las autoridades locales ayudaron a sacar del país a la tripulación del submarino U-167, hundido por su comandante a solo cinco kilómetros de Maspalomas el 6 de abril de 1943, tras haber sufrido un ataque de aviones británicos.
La dotación del U-167 no fue retenida por las autoridades españolas, como le obligaban las normas internacionales, sino que escapó la noche del 12 al 13 del puerto de La Luz embarcada en un remolcador de la casa Woermann, que la transportó a otro submarino que esperaba a recogerla unos kilómetros mar adentro, el U-455. El hundimiento del U-167 había sido tan precipitado, a solo 22 metros de profundidad, que su tripulación no tuvo tiempo de destruir antes todos sus elementos secretos. Hasta el punto de que seis meses después, un pescador local regresó a la costa de Gran Canaria con una máquina de cifrado «capturada» en ese pecio.
Toda esa historia terminó cuando las quejas (y las amenazas) británicas se intensificaron y, sobre todo, cuando los Aliados tomaron el Marruecos francés, lo que facilitó a sus aviones tener bases para ejercer una estrecha vigilancia sobre Canarias.
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