José Elías
Los descubrimientos arqueológicos de Tikal sepultan el supuesto pacifismo maya e iluminan la desaparición de una cultura milenaria.
Uno de los investigadores, en Petén. NATGEO
La Fundación Pacunam (Patrimonio Cultural y Natural Maya), un consorcio internacional de arqueólogos e investigadores, ha revelado al mundo una noticia que ha conmovido a los estudiosos y que promete reescribir la historia precolombina de Guatemala: el descubrimiento, en un área de 2.144 kilómetros cuadrados de Tikal —en el departamento de Petén, al norte del país—, de más de 60.000 estructuras, edificios monumentales, 105 kilómetros de calzadas, un complejo sistema de canales para distribución de agua y hasta 59 kilómetros de murallas defensivas.
El hallazgo es fruto de años de trabajo de equipos de arqueólogos, en su mayoría estadounidenses y guatemaltecos, y abre la puerta a investigaciones en zonas inéditas en grupos de estructuras de vigilancia y una ciudadela fortificada que cambian la percepción de los expertos sobre la manera en que los mayas practicaban la guerra. La historiografía oficial concebía tradicionalmente la cultura maya como una civilización pacífica, dedicada fundamentalmente a la astronomía y las matemáticas, de lo que sería ejemplo el calendario maya (lunar y tan preciso como el gregoriano que nos rige) o el descubrimiento del concepto matemático del cero.
Pero los últimos descubrimientos obligan a reinterpretar esta visión, como comenta a EL PAÍS el doctor en Historia José Cal, profesor de la Universidad de San Carlos de Guatemala. Para empezar, señala, hay que considerar una nueva densidad poblacional y una complejidad social mucho mayor. “Esto cambia completamente el análisis sobre los asentamientos humanos en toda la zona, su vida social, económica, política y religiosa”, puntualiza, al tiempo que subraya que la existencia de murallas defensivas termina de sepultar la visión idílica de los mayas como un pueblo esencialmente pacífico. “Eran pueblos que combatían entre ellos y donde se daban relaciones de poder, con luchas intestinas”.
Uno de los expertos de Pacuman, el arqueólogo Edwin Román, recuerda que la teoría tradicional apunta a que las guerras de los mayas tenían un carácter ritual: la captura de prisioneros para ser sacrificados a los dioses. “Los nuevos descubrimientos señalan que la guerra fue bastante más frecuente”, afirma, y añade que esta habría sido una de las causas para el abandono de las grandes ciudades, pero no la única. "Sabemos que se abandonaron por una conjugación de factores, como sequías prolongadas, determinantes en una sociedad agrícola en un ambiente hostil".
En esta apreciación coincide el arqueólogo Bernard Hermes, que en una conversación telefónica desde Petén señala que el mayor impacto de estos descubrimientos es la nueva visión de la Guatemala precolombina. “Cambia las perspectivas de cómo se desarrolló la cultura maya. Obligará a la reinterpretación de ciertos aspectos de la historia, como la demografía, y permite el conocimiento de nuevos sitios arqueológicos. Es un trabajo gigantesco que seguramente sobrepasará las capacidades del Gobierno”, subraya.
“Este mapeo, obtenido gracias a la tecnología avanzada de la NASA, nos permitirá entender en su justa dimensión la importancia de la civilización maya, particularmente en aspectos como el manejo del ambiente y sus interacciones, incluyendo la guerra” comenta la presidenta de la Fundación Pacunam, Marianne Hernández. “Ha generado un interés extremo a escala mundial para entender la civilización maya. Ahora podemos ver, en toda su complejidad, una civilización que hasta ahora estaba en desventaja frente a otras culturas”, concluye. La historia tradicional siempre colocó a Tikal como el epicentro de la cultura maya. La nueva perspectiva que surge de estos nuevos hallazgos lo coloca como “un centro ceremonial de primer orden, con una función muy importante como observatorio astronómico, pero no el único”, en palabras de Cal, que subraya que esta nueva realidad será determinante para reescribir la historia nacional.
El periodista Carlos Tárano, con estudios de arqueología en la Escuela Nacional de Antropología e Historia de México, califica como “fundamental” el papel de Tikal en la historia de los mayas. “Fue, con Calakmul, en el actual Campeche (México), y con Caracol (ahora Belice), una de las tres grandes ciudades mayas del periodo clásico”. Cada una de ellas ejerció, por largos periodos, un dominio absoluto sobre el territorio de Petén, por lo que rivalizaban, con Tikal como enemigo a vencer. “Tikal”, añade, “es clave primero por su antigüedad (unos 500 años antes de Cristo) y porque recoge los monumentos más representativos de la época clásica maya y porque siempre fue una de las ciudades de mayor extensión que, con los nuevos descubrimientos, cobra una dimensión enorme, de más de 100.000 habitantes”.
“Tikal representa la culminación de un largo proceso de desarrollo económico, político, social y religioso. Su construcción abarcó siglos, entre los años 600 y 900 de nuestra era y cuenta con gran cantidad de monumentos, estelas, que se dedican a contar la historia de los gobernantes o a conmemorar hechos históricos importantes”, dice a EL PAÍS el arqueólogo Edgar Carpio. Geográficamente, agrega, Tikal fue un punto estratégico por el que pasaban los caminos de comercio hacia las tierras altas de Guatemala y hacia el actual México: "No fue una ciudad aislada ni era única".
Esta serie de recientes descubrimientos pone a Guatemala ante el desafío de estudiar a fondo una nueva realidad y proteger este tesoro cultural frente a los expoliadores de tesoros precolombinos, a los que está muy expuesto el país centroamericano.
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