Luis Doncel
Jerome Powell, presidente de la Reserva Federal de Estados Unidos, anunció este martes que baraja la toma de medidas en la misma dirección.
Desde la izquierda, el vicepresidente del Banco Central Europeo, Luis de Guindos; el presidente del BCE, Mario Draghi, y el gobernador del Banco de Lituania, Vitas Vasiliauskas, después de la rueda de prensa. REUTERS
“No. No. No”, respondió Draghi al periodista del Wall Street Journalque le preguntaba si era correcta la idea de que, a partir de 2020, era más probable una subida de tipos que una bajada. El presidente del Banco Central Europeo (BCE) abrió el abanico de posibilidades al anunciar que en la reunión celebrada en Vilnius algunos miembros del Consejo de Gobierno plantearon la posibilidad de retomar el programa de compra de deuda —finalizado en diciembre del año pasado y por el que se han comprado activos por valor de 2,6 billones de euros—. Y que también se puso sobre la mesa la posibilidad de reducir aún más el tipo de depósito, en territorio negativo los últimos cinco años y ahora en el -0,4%.
“Pese a la falta de una acción explícita, el BCE se ha aproximado lo más que ha podido a una bajada de tipos. Esto quiere decir que si la Reserva Federal de EE UU empieza a recortar el precio del dinero, el BCE también lo hará”, aseguran los analistas de ING. Esa posibilidad es más real desde el martes, cuando el presidente de la Fed, Jerome Powell, insinuó que podría dar un vuelco a su estrategia y bajar tipos para adaptarse al nuevo ambiente de pesimismo fruto de las tensiones comerciales entre Washington y Pekín. Llueve sobre mojado. Países como Australia o India ya han dado el paso de ejecutar los recortes.
La guerra arancelaria, los pobres datos de crecimiento en la eurozona y la incapacidad del BCE por impulsar la inflación al objetivo del 2% estrechan cada vez más el margen de actuación de Draghi, al que solo le quedan cinco meses como presidente del BCE. El aire de fin de ciclo se extiende por Fráncfort.
Pero la reunión en la capital de Lituania no abordó solo los tipos de interés. Draghi dio también más pistas sobre una de las grandes decisiones que anunció en marzo: la inyección de liquidez para el sector financiero. Los bancos llevan tiempo protestando por el roto que le provoca en sus cuentas los bajísimos tipos de interés, principal fuente de ingresos en su negocio. Pero lo que el BCE le quita con una mano, se la da con la otra. Las entidades se beneficiarán de un manguerazo de dinero para asegurar que el crédito fluya a familias y empresas; y además será a tipos negativos. En la práctica, esto significa que el Eurobanco pagará a las entidades por prestar dinero a las empresas. Según las condiciones conocidas el jueves, estas operaciones de financiación se harán a un -0,3%.
Parece un regalo, pero quizás envenenado. El mercado recibió con frialdad unas condiciones que son ligeramente peores a las de la anterior ronda de liquidez para la banca, aprobada por el BCE en 2016. Los principales bancos de la eurozona lideraron las pérdidas. Tan solo en España, los grandes del Ibex 35 perdieron 20.000 millones de capitalización en un solo día. Los más afectados fueron el Sabadell, que se dejó casi un 5%, y Bankia, un 4,2%.
“Poco convincente”
“El mercado esperaba algo más del discurso de Draghi, que ha estado poco convincente y no ha obtenido el fruto esperado al sugerir que el BCE podría bajar tipos”, asegura Francisco Vidal, economista jefe de Intermoney. Estas dudas se producen además en la recta final del mandato de Draghi, y cuando no hay todavía un sucesor claro. Esta incertidumbre sobre quién va a encarnar la institución que más hizo por sacar a la eurozona de la crisis no ayuda en estos momentos donde la incertidumbre ya afecta a asuntos tan importantes como la guerra comercial o la salida del Reino Unido de la UE. “El liderazgo de Draghi puede estar diluyéndose, algo que me parecería preocupante”, añade Vidal.
Draghi trató de ahuyentar estos temores recurriendo a su discurso habitual de que el BCE está preparado para actuar si las cosas se complican ante lo que él llamó “una persistencia prolongada de las incertidumbres” y “la creciente amenaza del proteccionismo”, que, reconoció, es mayor de lo esperado y amenaza con quebrar el sistema de comercio global surgido tras la Segunda Guerra Mundial. Una vez más, el italiano quiso comprar tiempo dejando abiertas las puertas a tomar las decisiones que considere adecuadas. Pero justamente tiempo es lo que ahora le falta. Solo le quedan cinco meses al frente del Eurobanco. Y todo apunta a que van a ser unos meses muy complicados en los que se juega su papel en la corta historia de la zona euro.
MENOS CRECIMIENTO Y MENOS INFLACIÓN
“El BCE no está resignado a tener una inflación baja para siempre. De hecho, tampoco nos resignamos a tenerla ahora”, dijo Mario Draghi. Frente a sus palabras, la realidad es que la inflación parece empecinada en incumplir el objetivo del Eurobanco de dejarla cerca del 2%. Y parece que esa meta no está ahora más cerca, sino todo lo contrario. Pese a una ligera revisión al alza para este año (del 1,2% al 1,3%), el Eurobanco cree que en 2020 va a quedarse en el 1,4% (una décima menos de lo que preveía en marzo) y en el 1,6% en 2021 (dos décimas menos).
Las previsiones de crecimiento de la eurozona tampoco dan para muchas alegrías. Mejora ligeramente la de este año, del 1,1% al 1,2%, pero empeoran las de los dos próximos años, ambas en el 1,4%. “Los riesgos siguen inclinados a la baja”, concluyó el jefe del BCE.
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