Jesús García
En los ataques han fallecido 18 uniformados, según los Mossos d'Esquadra, que se han convertido en "objetivo" desde la desarticulación de la célula de Barcelona y Cambrils.
Agentes de los Mossos d'Esquadra en la comisaría de Cornellà tras el ataque. MASSIMILIANO MINOCRI
Los agentes de policía son “el enemigo natural” del yihadismo, que en cinco años ha perpetrado 46 acciones violentas contra fuerzas de seguridad en Occidente. En los ataques han fallecido 18 uniformados, según los Mossos d’Esquadra. Los europeos sufren tres de cada cuatro atentados terroristas, la mayoría por arma blanca y contra agentes que patrullan las calles. La desarticulación de la célula que atentó en Barcelona y Cambrils en 2017 ha situado a los Mossos como “objetivo” preferente.
El 20 de agosto de 2018, Abdel Taib, argelino de 29 años, salió de su casa con un cuchillo de cocina bajo el chándal. Entró en la comisaría de Cornellà y, al grito de “¡Alá!”, intentó apuñalar a la mossaque atendía en ventanilla. La persiguió por un pasillo, con el cuchillo en alto, hasta que la agente disparó cuatro veces su arma. Abdel murió. Es el desenlace habitual en los ataques contra la policía, que forman parte de la “guerra asimétrica” impulsada por lo que los investigadores llaman “movimiento yihadista global” (Estado Islámico, Al Qaeda y otros grupos).
ATAQUES YIHADISTAS
Contra policías y militares en Europa, América del Norte y Oceanía. Entre 2014 y el 20 de agosto de 2018
Torturado por los remordimientos —está casado con una española, pero mantiene relaciones con hombres— Abdel Taib actuó por razones personales. Pero la estrategia de fondo es la misma: al precipitarse con un cuchillo contra agentes armados, los terroristas afrontan una “operación de martirio”, según el informe de la Comisaría General de Información remitido a la Audiencia Nacional sobre el ataque de Cornellà. Los agresores conocen sus “pocas probabilidades de supervivencia”, pero acometen a sus víctimas “bajo la premisa de la recompensa de ascender al paraíso”.
Los investigadores constatan que, en los últimos años, el yihadismo violento “ha centrado su atención en las fuerzas policiales y las fuerzas armadas en todo el mundo”. Los policías y militares son un “enemigo directo y primordial” y, además, son percibidos como “objetivos mucho más legítimos que la población civil”.
La “campaña de atentados” arranca, para los Mossos, con el asesinato en mayo de 2013 del soldado británico Lee James Rigby. Dos hombres se abalanzaron contra él y le apuñalaron mortalmente en Londres. Los datos de la policía catalana abarcan desde 2014 hasta agosto de 2018. En más de la mitad (23) de los 46 ataques, los terroristas han usado armas blancas. En el resto de casos, han empleado armas de fuego (12), explosivos (1) y vehículos para cometer atropellos (9).
Como en el caso de Rigby, lo habitual es sorprender a los policías en plena calle, “durante el servicio de seguridad ciudadana y orden público, ya sea en puntos estáticos o durante patrullaje móvil”. Los Mossos señalan que son los que más víctimas provocan: siete muertos y 39 heridos. Otros cinco ataques han tenido como objetivo comisarías o instalaciones militares. Es el caso (similar al de Cornellà) de la comisaría de Charleroi (Bélgica), donde un hombre armado con cuchillo entró en 2016 con la excusa de presentar una denuncia. En cinco ocasiones, los ataques son “oportunistas” y se han llevado a cabo “porque ha surgido la oportunidad”, cita el informe.
La desarticulación de la célula de Ripoll que perpetró los atentados del 17 de agosto de 2017 puso en el ojo del huracán a los Mossos. La policía catalana “fue la que más atención atrajo en la propaganda yihadista porque sus agentes abatieron a los integrantes de la célula” liderada por el imán Abdelbaki Es Satty, fallecido en la explosión de Alcanar (Tarragona). Al convertirse, dice el informe, en “referente de la lucha antiyihadista en Cataluña”, los Mossos se transformaron también en “objetivo natural más probable en caso de atentado”.
Imágenes que incitan
Pero la verdadera amenaza llegó un año después, cuando se multiplicaron las informaciones sobre el 17-A. No solo por la conmemoración del primer aniversario de la tragedia —que dejó 16 muertos y más de 150 heridos—, sino también por la publicación de vídeos de los terroristas gracias a la “desclasificación de parte del sumario” de la Audiencia Nacional. Esas imágenes muestran a los jóvenes de Ripoll preparando los atentados, vestidos con chalecos y dispuestos a morir. Y no son neutras. Su “impacto” puede llevar a “individuos radicalizados” a “identificarse” con los terroristas y a “imitarlos”. Además, son “extremadamente similares a las que usa Daesh con una finalidad proselitista”. Su difusión, advierten, “aumenta el riesgo” de atentado.
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