Sara Navas
Reinó en un periodo clave en España, justo cuando estaba modernizándose y abrazando las libertades. Pero fue un mandato desastroso. Consultamos con especialistas y no encontramos a ninguno que hable bien de él.
Montaje sobre el retrato que hizo Goya de Fernando VII, que data de 1815. La obra original se encuentra en el Museo Thyssen de Madrid. Montaje: Blanca López-Solorzano
"Fernando VII fue el peor de los monarcas de las dinastías Habsburgo y Borbón. Fue un rey tirano, entendido como tal aquel monarca que no se atiene a las leyes y normas, que todo lo orienta en beneficio propio e impone sin miramientos su autoridad"
EMILIO PARRA, CATEDRÁTICO EN LA UNIVERSIDAD DE ALICANTE Y AUTOR DE LA BIOGRAFÍA 'FERNANDO VII: UN REY DESEADO Y DETESTADO'
"Su reinado y su legado fueron nefastos"; "supuso un paso atrás en todos los sentidos porque no respetó los cambios que la sociedad demandaba en un momento crucial para la historia política y social del país"; "fue un experto en cambiarse la chaqueta". Especialistas como Luis Enrique Otero (catedrático de Historia Contemporánea de la Universidad Complutense de Madrid), Ángel L. Rubio (vicedecano de la Universidad Complutense de Madrid) o Pilar Díaz Sánchez (profesora de Historia Contemporánea en la Universidad Autónoma de Madrid) coinciden en que el hijo de Carlos IV fue una figura ruinosa en la historia de España. Y eso que no tenía difícil ser considerado mejor monarca que su padre, pues la mala prensa de Carlos IV es lo único que destacó durante los años que reinó. "Carlos IV no tenía muchas luces. El monarca dedicó más tiempo a la caza y la buena vida que a los asuntos de gobierno. La desidia y su incapacidad marcaron sus años de reinado", asegura a ICON el catedrático Luis Enrique Otero. A pesar de todo, Fernando VII (1784-1833) logró doblar esta animadversión.
El Deseado, como le designaron los españoles que esperaban con ansia su regreso mientras eran gobernados por el francés José I, terminó convirtiéndose en el indeseado. Fernando VII ejerció de monarca durante 19 años intermitentemente: primero reinó tres meses en 1808 y volvió a hacerlo en mayo de 1814 hasta su muerte en 1833. Emilio Parra, catedrático en la Universidad de Alicante y autor de la biografía Fernando VII: un rey deseado y detestado (Tusquets Editores), afirma que Fernando VII es el peor rey que ha tenido España, incluso más de lo que se piensa: "Fue el peor de los monarcas de las dinastías Habsburgo y Borbón. Fue tirano, solo miró en beneficio propio e impuso sin miramientos su autoridad, exigiendo a todo el mundo suma fidelidad a su persona".
Con ayuda de varios historiadores repasamos sus episodios más polémicos...
- Traicionó hasta a su padre
"Fernando VII accedió al trono tras haber conspirado contra su padre, Carlos IV, y haber creado una crisis profunda en el interior de la monarquía que la debilitó considerablemente en un momento en que era precisa gran fortaleza interna para hacer frente a la política napoleónica y para mantener el imperio de Ultramar", explica el catedrático en la Universidad de Alicante Emilio Parra. Fernando VII pasó años conspirando con el fin de hacerse con un trono que ansiaba ocupar, pero desconocía (o no quería ver) las obligaciones que llevaba implícitas. Para cumplir su propósito y convertirse en rey de España no dudó en conspirar contra sus padres —Carlos IV y María Luisa de Parma— hasta en dos ocasiones. La primera falló, mostró un fingido arrepentimiento y Carlos le perdonó. No le hizo falta llegar al tercer intento para lograr su objetivo. La segunda vez que se rebeló, en marzo de 1808, Fernando se salió con la suya y terminó destronando a Carlos IV a raíz del Motín de Aranjuez. "Fernando pasó años conspirando contra sus padres. El principal motivo es que no tragaba al primer ministro Manuel Godoy, que ejercía una gran influencia sobre su madre y se especulaba que mantenían un affair", comenta el catedrático Luis Enrique Otero.
- Vendió al pueblo que le había sido fiel
Justo después de que Fernando VII se hiciera con el trono comenzó la Guerra de Independencia y el monarca pasó seis años en Bayona, prácticamente como prisionero de lujo de Napoleón. Cuando el francés se lo pidió, Fernando no dudó en ofrecer en bandeja al pueblo que unos meses antes le había ayudado a hacerse con la corona en el Motín de Aranjuez. Lo hizo a cambio de recibir de Napoleón una generosa pensión y llevar en Francia un estilo de vida colmado de lujos. "Napoleón le exigió el trono de España y Fernando se lo dio sin rechistar", señala Otero. Durante los seis años que España estuvo dominada por los franceses bajo el mando de José I Bonaparte (hermano de Napoleón), Fernando vivió a todo tren en el país vecino. Tan cómodo se sentía al lado de Napoleón y tan olvidados tenía a los españoles que dieron su vida por él que llegó a suplicar convertirse en "hijo adoptivo" de Napoleón Bonaparte. "Lo pidió a través de una carta dirigida el 4 de abril de 1810 a Berthèmy, gobernador de Valençay y, por tanto, el carcelero de Fernando", explica a ICON Emilio Parra. La carta a la que hace referencia el catedrático decía lo siguiente: "Mi mayor deseo es ser hijo adoptivo de S. M. el emperador, nuestro soberano. Yo me creo merecedor de esta adopción, que verdaderamente haría la felicidad de mi vida, tanto por mi amor y afecto a la sagrada persona de S. M. como por mi sumisión y entera obediencia a sus intenciones y deseos”.
- La cultura le era indiferente y por su culpa España perdió más de 100 obras de arte
El monarca sentía por la cultura una desidia que quedó patente el día en que pillaron a José I escondiendo en su maleta más de 100 obras de arte de maestros de la pintura española. Lo hizo en 1813, mientras preparaba su huida de España, y fue el duque de Wellington el que descubrió al francés con los cuadros. Alarmado, Wellington escribió a Fernando VII con la intención de devolver las obras de arte a su lugar de origen. Pero Fernando no contestó y Wellington volvió a escribir a la Corte española. En esta ocasión, tal y como recuerda Susan Jenkins en el libro Catalogue of Paintings in the Wellington Museum, Apsley House, recibió respuesta del ministro Fernán Núñez: "Estimado duque y amigo. Le entrego la respuesta oficial que he recibido de la Corte, de la que deduzco que Su Majestad, conmovida por su delicadeza, no desea privarlo de lo que ha llegado a su posesión. Tal es mi opinión del caso, y por eso creo que deberías dejar que el asunto quede donde está y no seguir refiriéndolo. Tu devoto amigo y primo cariñoso, que te saluda". Resultado de este episodio: actualmente la colección española se encuentra en el Museo de Wellington, en Apsley House (Londres), y no en España.
- Anuló la Constitución de Cádiz y reinstauró el absolutismo
"Fernando VII acabó con las medidas liberales importadas de Francia, como la abolición de la Inquisición. Si a ello le añadimos su aptitud traicionera respecto a los patriotas que lucharon contra Napoleón y que habían promulgado la Constitución de Cádiz, no creo que haya en todo el país un académico que pueda hablar mediadamente bien de su reinado", comenta el vicedecano de la Complutense Ángel L. Rubio. Mientras Fernando estaba en Francia al abrigo de Napoleón, España seguía evolucionando. Durante el exilio del monarca se creó la Constitución de 1812 —conocida como La Pepa, un texto que creaba un marco de libertades y derechos novedoso para la época—, se abolió la monarquía absoluta y se creó un sistema de separación de poderes, libertades individuales y garantías jurídicas. Medidas liberales que el monarca no respetó cuando volvieron a nombrarle rey en 1814. "El monarca impuso su autoridad mediante la represión sistemática de la disidencia política. Abolió la Constitución de 1812 y creó un Estado represivo. Además, prescindió de cuantas leyes y normas le impedían imponer su autoridad, sin importante contravenir el ordenamiento político y jurídico español", afirma a ICON el catedrático Emilio Parra.
Tal y como el escritor Antonio Muñoz Molina explicaba en un artículo publicado en EL PAÍS, Fernando VII restableció la Inquisición, ganándose así el favor de la iglesia, y dejó al país hundirse en una miseria agravada por las destrucciones de la guerra y por la pérdida de la mayor parte de los territorios de América. "Gobernaba como un déspota, escuchando los consejos que en cada ocasión le convenían. Fernando VII representaba los más retrógrados valores del absolutismo en todos los sentidos. Acabó con cualquier atisbo de progreso político y social en un país que había experimentado un considerable desarrollo durante el siglo precedente y al que, con la llegada de las ideas de la Revolución tras la invasión napoleónica, también se asomaban las ideas del cambio político", remata Rubio.
"Un marido tonto, ocioso, mentiroso, envilecido, solapado y ni siquiera hombre físicamente; es fuerte cosa que a los 18 años no se sienta nada”, escribió su primera mujer, María Antonia de Nápoles
- Era un inepto con los asuntos de Estado
Tras el pronunciamiento de Riego en 1820, Fernando VII se vio obligado a jurar la Constitución de 1812, iniciándose así el Trienio Liberal (1820-1823). El monarca tuvo que desdecirse y jurar nuevamente la Constitución. Fue en ese momento cuando pronunció una de las frases que, según los especialistas consultados, dan buena muestra de su hipocresía: “Marchemos francamente, y yo el primero, por la senda constitucional". Lo dijo al tiempo que negociaba con las potencias de la Santa Alianza la intervención militar en España para acabar con los liberales que le habían obligado a jurar la Constitución. Con la intervención de la Santa Alianza finalizó la vigencia de la Constitución de Cádiz, pero no su influjo, que gravitó directamente sobre la política nacional hasta 1868. Lo cierto es que Fernando VII reinó rodeado de una camarilla palaciega. "El descontento con su política le enfrentó con los liberales y, en la fase final, cuando quiso nombrar a Isabel II su legítima heredera, también se enfrentó con los sectores más reaccionarios del absolutismo, que no querían que reinara una mujer y se postularon a favor del hermano de Fernando, Carlos María Isidro de Borbón", señala a ICON Luis Enrique Otero.
- Misógino, egoísta, infiel y maleducado
“El Príncipe es un infeliz, que no ha sido educado; es bueno, pero no tiene instrucción, ni talento natural, ni tampoco viveza: es mi antípoda, y yo, para mayor desgracia, no le quiero nada”. La correspondencia que su primera mujer, María Antonia de Nápoles, enviaba a su madre dejaba claro que la suya no fue una relación feliz. En 1802, año en que contrajeron matrimonio Fernando y María Antonia, las infidelidades y las actitudes machistas por parte de los hombres estaban a la orden del día, pero el trato que daba Fernando a sus esposas —tuvo cuatro— y a aquellos con los que se codeaba superaban los estándares de la época. La madre de María Antonia escribió sobre su yerno: “Un tonto que no caza ni pesca; no se mueve del cuarto de su infeliz mujer; no se ocupa de nada… Mi hija es completamente desgraciada. Un marido tonto, ocioso, mentiroso, envilecido, solapado y ni siquiera hombre físicamente; es fuerte cosa que a los 18 años no se sienta nada”.
Emilio Parra, autor de la biografía de El Deseado, afirma que Fernando recurría a la represión para solucionar sus problemas. "Debido a su carácter, fue una persona despreciable. Era cruel, pues no duda en decretar la muerte de sus oponentes políticos; hipócrita, este rasgo de su personalidad enervó a su madre, la reina María Luisa, y también a Napoleón; desconfiado de todos y ante todo; cobarde, pues no supo reaccionar en los años de la Guerra de la Independencia; autoritario hasta el extremo y sumamente pagado de su alta condición; obsesionado por el dinero, siempre consideró que el territorio de la monarquía española era patrimonio suyo; y hedonista", asegura Parra.
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