J. A. Aunión
El escritor Andrés Trapiello reedita ‘Las armas y las letras’, su gigantesca obra sobre la Guerra Civil, con nuevos datos, autores y fotografías.
Puede corresponder a una ejecución real o una reconstrucción. Se usó para pedir que no se llevara a los niños a los fusilamientos.
La publicación hace 25 años de Las armas y las letras, de Andrés Trapiello, causó un pequeño terremoto cultural al cuestionar el relato literario clásico sobre la Guerra Civil: “Ni todos los escritores que ganaron la guerra eran malos escritores ni todos los que la perdieron eran buenos”, insiste. Ahora presenta una nueva edición corregida y aumentada, con añadidos, nuevos autores e imágenes inéditas, y hace balance de un trabajo que, admite en el prólogo, “nunca estará terminado”.
Cuenta que el punto de partida siempre fue la búsqueda de esos autores que “no se sentían cómodos” en ninguna de las dos Españas de las que hablaba Antonio Machado, cómo lo escribió en apenas tres meses y cómo sintió que había encontrado por fin el ejemplo con el que encajaba todo cuando cayó en sus manos A sangre y fuego, de Manuel Chaves Nogales. Estaba en el AVE, de vuelta de Sevilla, escuchando las correcciones al primer borrador que le había hecho su amigo Abelardo Linares, que le había entregado, además, algunos libros que podían serle útiles; entre ellos estaba aquella obra desconocida de aquel periodista olvidado. “Los relatos de A sangre y fuego son interesantes, pero lo fundamental eran esas 8 o 10 páginas del prólogo, porque realmente eran el primer testimonio claro, escrito en la época, de esa tercera España que estaba buscando”. Esa tercera España que lleva reivindicando 25 años, y, superados los recelos de quienes le acusaron de equidistante —algo que rechaza de forma tajante—, afirma: “El libro condena claramente el golpe de Estado, pero tenemos la obligación de leer todas las obras con ecuanimidad”.
Tras la publicación de Las armas y las letras en 1994, la primera revisión fue en 2002 —“de erratas, básicamente”—, la de 2010 ya aportó mucha información, y ahora, después de ocho años de trabajo, mucho más, asegura Trapiello, que ha sumado 70 páginas a un libro que ya va por las 661. Las siguientes son algunas de las nuevas aportaciones:
José Castillejo. En las últimas ediciones de la versión de 2010 se llegó a mencionar el libro Democracias destronadas, de José Castillejo, escrito en plena guerra, pero inédito hasta 2008. Ahora ha aumentado la referencia al autor —jurista, uno de los intelectuales más respetados de la época, secretario de la Junta de Ampliación de Estudios— y a una obra que cuenta “lo mismo que estaba diciendo Chaves Nogales”; es decir, que “condenó el golpe de Estado a un régimen legal”, pero que “la República desapareció el 19 de julio, incapaz de proteger a los republicanos en su propio territorio”, explica. “Si la primera edición e este libro pudo descubrirles a algunos a Manuel Chaves Nogales [...], bien empleada sería esta si descubriera a algunos la personalidad de Castillejo”, escribe.
Luisa Carnés. Numerosas escritoras de izquierda aparecen por primera vez en la obra. Entre ellas está Carnés, madrileña, autodidacta, escritora, periodista y militante comunista.
Juan Esterlich. “Escritor, empresario cultural y diplomático del régimen tras la guerra. Durante esta dirigió en París el periódico Occident, pagado por [Francesc] Cambó”. El periódico trató de contrarrestar la propaganda republicana; tenía una sección fija titulada Les armes et les lettres! por la que pasaron, entre otros, Baroja, Pidal, Max Jacobs y Pérez de Ayala.
Mercedes Fórmica. Escritora, responsable de asuntos culturales de la Sección Femenina en Sevilla en la guerra. Organizó un homenaje a Jorge Guillén que fue un fracaso, pero sirvió para que los franquistas “la dejasen en paz y se le procurase algún tiempo después, un salvoconducto que la llevaría fuera de España”.
José Luis Salado. Periodista. Se hizo comunista durante la guerra. “Escribía unas crónicas bastante tremendas en el Madrid en guerra que se titulan Tiros al blanco, libelos que estaban llamando a las checas, a los paseos, a esa violencia que sí que estaba extendida en Madrid”, cuenta Trapiello.
Más sobre Unamuno, Baroja, Chaves... Nuevas obras que van apareciendo van sumando información relevante sobre personajes conocidos. De Unamuno, por ejemplo, “reajusta” el episodio de su famoso enfrentamiento con Millán Astray a la luz del reciente trabajo de Colette y Jean-Claude Rabaté, que corrobora, amplía y corrige algo la versión del incidente que ha circulado durante 70 años.
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