D. Mendoza
En el marco de PhotoEspaña, el Círculo de Bellas Artes acoge una muestra dedicada a las publicaciones y artistas que retrataron la realidad rusa tal y como la deseaba mostrar el partido comunista.
«La URSS en construcción» fue la revista de cabecera del régimen. En la imagen, un fotomontaje de la primera edición de 1935, en el que se ve a Stalin junto a un campesino
Persiguiendo el sueño de abrir la ruta marítima del Norte –que conectaría el océano Atlántico con el Pacífico por la costa de Rusia–, la Unión Soviética autorizó en 1933 la expedición Cheliuskin. Liderados por Otto Schmidt, 112 personas, entre ellos mujeres y niños, partieron el 2 de agosto desde Múrmansk, en el noroeste del país, en una misión destinada al fracaso. El hielo hacía imposible que un buque normal atravesara ese camino. En septiembre el barco encalló en el mar de Chukotka, donde la tripulación pasó cinco meses atrapada hasta que una oleada de hielo destrozó el barco. La operación de rescate tomó semanas, durante las que los náufragos acamparon sobre el hielo a temperaturas bajo cero. A su regreso a la URSS, sin embargo, fueron recibidos como héroes. El país entero salió a aplaudirles en cada cuidad por la que pasó el tren camino a la capital. «Convirtieron un fracaso en una epopeya», afirma la gestora cultural Oliva María Rubio. Y para hacerlo contaron con el apoyo de los grandes artistas de la época que, obligados a servir al partido comunista para sobrevivir, pusieron a su disposición toda su creatividad. La exposición «Vanguardia y propaganda», abierta al público a partir de hoy en el Círculo de Bellas Artes y de la que Rubio es comisaria, reúne una amplia muestra de los más de 1.600 libros, revistas y documentos dedicados a la vanguardia y el realismo soviéticos que guarda el Archivo Lafuente. La muestra se centra en el periodo entre 1913 y 1941, con especial atención a los trabajos realizados después del 29, cuando Stalin toma las riendas del partido comunista.
«Rusia, fundamentalmente en las tres primeras décadas del siglo XX, se consolidó como uno de los más potentes focos de innovación artística de todo el mundo, fruto de un profundo espíritu de experimentación en el que se produjeron distintos movimientos», explica a LA RAZÓN José María Lafuente, fundador del archivo que lleva su nombre. «El gran auge del libro y las publicaciones viene dado por la unión entre literatos, poetas, artistas e intelectuales», asegura, por su parte, la comisaria. «La mayoría de ellos se une en un principio a la revolución y acoge esa idea de la creación de un hombre nuevo con gran entusiasmo», añade. Sin embargo, con la llegada de Stalin aquella época de eclosión, como la llama Rubio, termina para los artistas, que en adelante deben exilarse o dedicarse al realismo social ideado por el régimen.
Pero con ello no muere la creatividad. «Los que se quedan, como El Lissitzky y Alexander Rodchenko, lo que hacen es plegarse. Desarrollan un estilo que se pone a favor del culto al líder y de la mentira, en definitiva», explica Rubio. Allí se encuentra la paradoja de esta exposición. La vanguardia artística se pone al servicio de la propaganda estatal y produce grandes obras, tanto que resulta imposible no admirarlas, a pesar de que contribuyeron a vender una versión de la historia tan disparatada como el falso triunfo de la expedición Cheliuskin. Una de las técnicas más utilizadas para ello fue el fotomontaje, del que la muestra cuenta con excelentes ejemplos. Es el caso del catálogo de la exposición comisariada por Lissitzky para la Exposición Internacional de la Prensa de 1928, en Colonia, que le hizo famoso. También de la revista «URSS en construcción», que se publicó entre 1930 y 1941 y que se enviaba a sus consulados en Europa y las personalidades internacionales más relevantes del ámbito cultural. Una de las ediciones expuestas es la dedicada a conmemorar el décimo aniversario de la muerte de Vladimir Mayakovsky. En ella trabajaron Rodchenko y Varvara Stepanova, que utilizaron fotos del propio Rodchenko y de Velimir Khiebnikov, así como textos, manuscritos, carteles y, claro, fotos de Stalin y Lenin. Mayakovsky se suicidó en 1930 y se especula con que su muerte pudo estar relacionada con la presión que había soportado desde que su postura, inicialmente alineada con la revolución, comenzara a tornarse más crítica. «En los libros y revistas expuestos hay una presencia bestial de Mayakovski, denomiado el gran poeta de la revolución –afirma la comisaria– y, sin embargo, faltan otros muchos, aquellos que hoy día son considerados los grandes de la época, como Marina Tsvetáyeva, que fue deportada en 1949 y se suicidó; Anna Ajmátova, que tuvo prohibido publicar hasta 1940, y Gustav Klucis, que termina siendo fusilado en 1938».
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