Lourdes Baeza
Los restos mortales del agente, ahorcado hace 53 años, siguen en paradero desconocido.
El espía Eli Cohen (izq.), aparece de pie junto a otros dos acusados en un momento del juicio en la ciudad de Damasco (Siria), el 9 de mayo de 1965. GETTY IMAGES
Pocos espías en el mundo han inspirado tantas historias como Eli Cohen, el agente que contribuyó a forjar la leyenda del Mosad —la Agencia de Inteligencia israelí— que vivió y murió ejecutado en Damasco y sobre el que próximamente Netflix producirá una serie. Sus restos mortales siguen en Siria pero el gobierno israelí, 53 años después de su muerte, acaba de hacer público que ha recuperado un objeto emblemático del espía: su reloj de pulsera.
Cohen era un judío de origen egipcio que emigró a Israel en 1957, al poco de estallar la guerra conocida como la crisis del Canal de Suez. A pesar de que cuando llegó apenas hablaba hebreo, su fluido árabe y características físicas pronto le posicionaron como el candidato ideal para infiltrar en las filas enemigas árabes. Fue reclutado para el servicio de contraespionaje militar israelí y tras residir un año en Argentina —donde trabó lazos con varios funcionarios sirios que le servirían posteriormente de coartada— visitó Damasco. En 1962 se mudó definitivamente a la capital siria donde residía como un exitoso hombre de negocios recién llegado de hacer fortuna en suramérica. Como parte de su identidad ficticia, Cohen, que se hacía llamar Kamel Amin Thaabet, siempre llevaba un llamativo reloj y un enorme anillo de plata con los que fue retratado en varias ocasiones en la capital siria.
En 1965, Cohen fue descubierto porque los sirios tenían nuevos equipos de contraespionaje, recién llegados desde la Unión Soviética
El espía tenía fama de organizar fastuosas fiestas en su apartamento, en las que no faltaban las mujeres y el alcohol. Gracias a ellas se hizo muy popular entre los altos mandos militares sirios y destacadas figuras políticas del partido Baath, que llegaría al poder vía golpe de estado en 1963. Sus buenos contactos le permitieron visitar las fortificaciones sirias en los Altos del Golán y pasar a Israel valiosa información sobre la infraestructura siria en la zona. Detalles, que fueron muy útiles en 1967 para que el Tsahal —ejército hebreo— ganase la Guerra de los Seis Días.
Esa fue la batalla ganada por Cohen, después de muerto gracias a que durante tres años envió mensajes encriptados, algunos en francés, escritos con tinta invisible y otros utilizando el código morse con un transmisor de radio que escondía en su casa. Pero, a finales de enero de 1.965, fue descubierto porque los sirios tenían nuevos equipos de contraespionaje, recién llegados desde la Unión Soviética, con los que detectaron una de sus transmisiones a Israel. Cohen fue detenido, interrogado, torturado, juzgado a puerta cerrada y condenado a muerte.
El 18 de mayo de ese mismo año fue ahorcado en la plaza de Marje, en el centro de Damasco. Como humillación, sus restos quedaron allí expuestos, colgados, durante horas con un enorme cartel en árabe en el que se detallaban sus “crímenes” y su “servicio al enemigo”. De nada sirvieron los esfuerzos diplomáticos israelíes por evitar lo que fue una tragedia nacional. Hasta el Papa, Pablo VI, pidió sin éxito clemencia para el reo.
Durante casi dos décadas, la inteligencia israelí ha tratado de recuperar el cadáver para enterrarlo en Israel. De hecho, el hallazgo del reloj, forma parte de una de esas operaciones especiales de la que el gobierno ha preferido no dar detalles. El primer ministro de Israel, Benjamin Netanyahu, se limitó, en un comunicado, a alabar la labor de los agentes por “traer a Israel un recuerdo que perteneció a un luchador que hizo un gran servicio al estado”.
En el año 2007, Monjer Motsley, el exjefe de gabinete del fallecido presidente sirio Hafez el-Assad, aseguró en declaraciones a Al-Arabiya que hasta en tres ocasiones habían cambiado el cuerpo de lugar para evitar que los israelíes lo encontrasen. “No sabemos exactamente donde está enterrado. Está en algún lugar en el barrio de al-Maza pero ahora ahí han construido edificios, parques, carreteras... Nadie puede encontrarlo", declaró Motsley, que fue también uno de los últimos oficiales sirios que vio vivo a Cohen antes de su ejecución.
Israel aún no ha logrado recuperar el cadáver, pero sí un objeto emblemático del héroe nacional. Ahora, en lugar de la correa original, la esfera del reloj luce sobre una cinta con los colores azul y blanco de la bandera israelí. Así permanecerá expuesto en el cuartel general del Mossad, hasta el próximo mes de septiembre cuando, coincidiendo con las fiestas judías de año nuevo —en hebreo Rosh Hashaná, que este año se celebra el 10 y el 11 de ese mes— el reloj será devuelto a su viuda, Nadia Cohen. “Es un objeto muy especial porque estuvo pegado a su piel. Con la ayuda de Dios quizás algún día podamos recuperar su cuerpo”, dijo Nadia al Canal10 de televisión.
El director del Mosad, Yossi Cohen, mostró a la familia el preciado objeto durante el homenaje en memoria del espía celebrado el pasado mes de mayo. “Fue un momento muy emotivo. Ver lo relevante que sigue siendo, a pesar de los años transcurridos, nos da una idea de lo importante que fue su trabajo para Israel”, reconocía su hija, Sophie Ben Dror, en el canal de noticias hebreo i24news. Ben Dror, también aseguró que, aunque los miembros de la familia no pudieron tocarlo, tras haberlo visto, no tiene ninguna duda de que se trata del reloj que su padre llevó hasta el mismo día de su muerte.
No hay comentarios:
Publicar un comentario