Macarena Vidal Liy
Hanói ha acogido con orgullo su papel de sede para la cumbre entre el líder norcoreano y Donald Trump.
Un cartel en Hanói anuncia la cumbre entre los líderes de Corea del Norte y Estados Unidos. JEWEL SAMAD AFP
Las mazmorras de la prisión de Hoa Lo en Hanói, la capital de Vietnam, eran, según recordaban los reclusos que vivieron para contarlo, “el infierno de los infiernos”. En sus celdas pintadas con alquitrán, para aumentar la sensación de frío y oscuridad, se forjaron —y murieron— varias generaciones de activistas contra la ocupación colonial francesa.
Más tarde, durante la guerra con Estados Unidos, fue la temida cárcel para los presos de guerra del país norteamericano, que la apodaron irónicamente “Hanói Hilton”. Hoy, aquella tenebrosa institución es un museo. Y, en un símbolo de los cambios radicales que ha vivido este país en cuatro décadas, pared con pared se eleva ahora la torre de un hotel de cinco estrellas.
Vietnam acoge esta semana la segunda cumbre entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el líder norcoreano, Kim Jong-un, para tratar de buscar avances en la desnuclearización de Corea del Norte. El antiguo enemigo mortal de Estados Unidos, y hoy buen aliado de las dos partes en la mesa de negociación ha acogido con orgullo su papel de país anfitrión y la posibilidad de convertirse en un modelo para la transformación económica que tanto anhela Pyongyang.
A pocos centenares de metros de Hoa Lo, en el turístico lago de Hoan Kiem, ya ondean las banderas de EE UU y Corea del Norte. Grupos de mujeres vestidas con el traje tradicional se hacen tomar fotografías para guardarlas como recuerdo. Vo Thi Ngoc Tram, una estudiante de Económicas de 23 años, se está sacando unos selfies con sus amigas.
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El peluquero Le Tuan Dong se ha sumado al fervor desatado por la cumbre y regala cortes de pelo al estilo del líder norcoreano o de Donald Trump. Tras el trasquilado, su establecimiento incluso ofrece unas gafas similares a las de Kim Jong-un para acentuar el parecido.
Hasta el momento, más de 200 personas han acudido a este establecimiento para transformarse en clones del “Mariscal”, afirma Le. Pero solo cinco han querido copiar la imagen del presidente estadounidense. ¿Una señal de su baja popularidad? En absoluto. Es una cuestión práctica, dice el peluquero, mientras elimina las patillas de un aspirante a lucir como el presidente norcoreano . “El pelo de Kim Jong-un es más parecido al nuestro, moreno, y es más sencillo de copiar. Para el pelo de Trump, tan claro, hay que decolorar muchísimo; y los hombres vietnamitas no suelen tampoco tener el pelo lo suficientemente largo”.
Al principio, dice, se asombró mucho de que Vietnam hubiera sido elegido como escenario del famoso cara a cara. Pero después, su sentimiento fue de satisfacción.“Tenemos la capacidad para organizar bien una cumbre de esta importancia, y además así podremos mostrar el desarrollo económico y político de Vietnam”, sonríe.
Hanói vive estos días un frenesí pre-cumbre. Por las avenidas principales de esta capital de siete millones de habitantes, varios carteles anuncian la reunión y dan la bienvenida a los líderes. Ha aumentado la presencia policial. En las callejuelas de la ciudad vieja, llenas de turistas, camisetas con la imagen de Kim Jong-un se han convertido en la última novedad de las abigarradas tiendas de souvenirs. El ministro de Exteriores vietnamita, Han Binh Minh, tuiteaba este viernes: “La cumbre Corea de Norte-EE UU en Hanói está entre los acontecimientos más significativos de Vietnam en 2019 y garantizar la seguridad para la cumbre es nuestra gran prioridad”.
Su viceministro, Le Hoai Trung, declaraba por su parte a la prensa la semana pasada que la selección de su país “muestra que Vietnam es un miembro responsable y activo de la comunidad internacional, que quiere contribuir al proceso de paz". El escrutinio será inmenso sobre este país de 95 millones de habitantes, el 70% de ellos menor de 35 años. Y quizá quien más atención preste sea el propio Kim Jong-un.
Desde la puesta en marcha de una serie de profundas reformas de liberalización económica (doi mol) en 1986, este país ha visto dispararse su economía, hoy de un tamaño diez veces mayor al de hace 30 años. Plenamente integrado en los organismos internacionales, este año entrará en vigor su acuerdo de libre comercio con la UE. Su crecimiento real fue del 7,08% el año pasado. Su esperanza de vida ha pasado de los 71 a los 76 años; su incipiente clase media ya representa el 13% de la población.
Todo ello, “gobernado por un partido comunista, similar al de Corea del Norte, que ha sido capaz de mantener el mando. Es algo muy atractivo para Kim Jong-un, que quiere acometer reformas en la economía norcoreana y continuar en el poder”, explica por teléfono Le Hong Hiep, del instituto ISEAS-Yusof Ishak en Singapur. Y el control político del Partido Comunista en Vietnam es más que firme. No están permitidos otros partidos y el Gobierno desarrolla lo que Amnistía Internacional describe como “una campaña incansable contra los disidentes”.
Una conocida bloguera, Nguyen Ngoc Nhu Quynh, Madre Champiñón, se exilió a Estados Unidos el pasado octubre tras ser puesta en libertad por sorpresa cuando llevaba dos años encarcelada. Según Reporteros Sin Fronteras, el país asiático ocupa el puesto número 175 en su índice de libertad de prensa, solo por encima de China, Siria, Turkmenistán, Eritrea y la propia Corea del Norte. Incluso las reformas económicas, y hasta qué punto puedan progresar, “están supeditadas a la capacidad del partido de mantenerse en el poder”, apunta Le.
Como su vecina China, en la que se ha inspirado su modelo de crecimiento, el peso de las poderosas empresas estatales ha sido hasta ahora demasiado como para acometer cambios significativos. Otros aspectos de la realidad vietnamita pueden también ser del agrado de Kim. Hanói ha dejado atrás su enemistad cerval con Estados Unidos, con el que mantiene ahora excelentes relaciones no solo económicas sino también en el área de seguridad.
En 2016, Washington levantó finalmente el embargo de armamento que mantenía sobre su antigua némesis. Hoy día, Vietnam participa en maniobras conjuntas con las fuerzas de EE UU, algo impensable hace cuatro décadas. En parte, ese vuelco hacia Washington se debe a la profunda desconfianza de Vietnam hacia su gigantesco vecino, China, con quien mantiene una agria disputa territorial en el mar del Sur de China. El líder norcoreano comparte ese escepticismo y ese deseo de no dejarse dominar por su vecino y principal aliado.
Tampoco le pasa desapercibida a Kim Jong-un la floreciente relación entre Vietnam y Corea del Sur, hoy día el cuarto socio comercial del país del sureste asiático, con un intercambio de 62.600 millones de dólares (unos 55.000 millones de euros) el año pasado. Samsung, el gigante surcoreano de las telecomunicaciones, emplea a 100.000 personas en sus fábricas en Vietnam y en 2017 este grupo representó una cuarta parte del total de las exportaciones vietnamitas.
Es posible que durante su estancia en este país, el líder norcoreano visite una esas factorías. En el lago Hoan Kiem, Huy y Tam, una pareja de recién graduados en busca de su primer empleo, tienen otra recomendación para el líder norcoreano durante su estancia en Hanói: “¡Que pruebe el tofu frito vietnamita con salsa de gambas y fideos!”, dicen entre risas. O que visite la prisión de Hoa Lo, y compare con el lujo disponible en el hotel de al lado. Y que saque sus propias conclusiones.
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