Luis Antonio de Villena
Giuseppe Tomasi di Lampedusa EL MUNDO
Se editan las misivas que Lampedusa envió a su familia de sus viajes la europa de entre 1925 y 1930
Giuseppe Tomasi di Lampedusa (1896-1957) fue un aristócrata decadente y culto en la vieja Sicilia llena de príncipes y viejos palacios, que viajó por buena parte de Europa en su juventud -a veces con su madre- participó en dos guerras, vio destruido su principal palacio de Palermo, y se casó con una dama letona, mujer de carácter, Licy Wolff Stomersee, que era psicoanalista y devota de Freud. Aunque pasó largas temporadas en la isla, a Licy les gustaba poco aquel sur lleno de historia, caluroso y soberbio. Tampoco los amigos y parientes de Lampedusa se llevaban en exceso bien con ella.
Para todos Giuseppe Tomasi (que en vida sólo publicó algunos artículos literarios siendo joven) es el autor de una gran novela, El Gatopardo publicada póstuma en 1958, rechazada por varias editoriales, hasta que el gran novelista Giorgio Bassaniinteresó a Feltrinelli por ella. Una primera edición breve, se vio muy pronto superada con el premio Strega y muy pronto por más de un millón de ejemplares vendidos. Luego vendría la hermosa y fiel película de Visconti.
Giuseppe Tomasi no vio nada de eso, ni la edición de sus pocos y muy notables cuentos ni sus amenísimos ensayos sobre literatura inglesa y francesa. Todo había sido escrito en los años últimos de su vida y llegó tarde, pese a que le había querido ayudar su extravagante primo Lucio Piccolo, cuyos poemas habían gustado a Montale.
Todo en el entorno y el vivir de Lampedusa es vieja Europa. Sus viajes con eje en Londres y Austria, sus claros pinitos literarios, su sensación -creciente- de pertenecer a un mundo tocado de muerte e incluso (en un hombre básicamente liberal) su lejana simpatía por el fascismo, antes del horror, no tanto por estricta ideología sino por un deseo de mantener algo que pudiera llamarse orden. Para los afectos al príncipe de Lampedusa serán muy gratas las cartas suyas que se conservan, Viaje por Europa, la mayoría escritas a sus primos (él se firma el Monstruo) entre 1925 y 1930 mientras recorre el continente y hace gala en su estilo de mucha ironía, una obvia vocación literaria, y de ese mencionado sentimiento de fin de raza, que se verá tan espléndidamente plasmado en El Gatopardo.
Publicadas en español por Acantilado, traducen la muy cuidada y anotada edición de Gioacchino Lanza Tomasi -alumno y ahijado final del príncipe- y de Salvatore Silvano Nigro. Es una correspondencia incompleta pero llena de encanto, donde el Monstruo se queja o bromea entre cultura con sus peculiares primos de Capo d'Orlando, los Piccolo, diletantes de la poesía y la pintura.
Es cierto que si alguien no sabe quién fue Giuseppe Tomasi di Lampedusa, el conjunto tiene un sentido menor, pero para quienes hemos amado El Gatopardo todo está lleno de la premonición de una escritura y la verdad honda de un mundo. Con estas cartas se cierra la obra conservada de Lampedusa, y queda el sabor (en estos momentos de profundas crisis agónicas) de lo que fue el final, el inicio del fin, de una Europa notable. Otros verán más que atisbos de clasismo, pero la alta cultura europea los tuvo, aunque intentara corregirlos. Hoy, cualquiera puede leer El Gatopardo con deleite hondo, sabiendo que los gatopardos se han extinguido o casi... Tempora!
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