Mikel Ormazábal
El grupo catalán CNA trata de evitar la liquidación de la compañía y el despido definitivo de 300 empleados.
Un emplado de Fagor Electrodomésticos en la planta de Garagartza (Mondragón). JAVIER HERNÁNDEZ
El plan que iba a reflotar la extinta Fagor Electrodomésticos (ahora con la denominación Edesa Industrial) ha durado tres años. En este tiempo se ha desbaratado casi por completo el proyecto empresarial que el grupo catalán CNA puso en marcha en 2014 con el propósito de salvar la principal cooperativa de la Corporación Mondragón. Desde este pasado viernes, 143 trabajadores afectados por el ERE de Edesa Industrial (la denominación que sustituyó a Fagor) están firmando sus finiquitos y pasan a engrosar la lista de parados. El resto de la plantilla, otros 163, ven muy negro su futuro laboral porque la actividad de la compañía es absolutamente deficitaria, sobre todo tras la decisión de la dirección de solicitar este pasado viernes el concurso de acreedores “con carácter de continuidad”. Con las fábricas cerradas y un malestar creciente entre los trabajadores, los gestores aseguran a este diario que “la compañía sigue trabajando para evitar el escenario de la liquidación”.
El gigante cooperativo Fagor Electrodomésticos echó la persiana en octubre de 2013 con una deuda acumulada algo superior a los 1.000 millones de euros. CNA, con sede en Torelló (Barcelona) y comercializador de otras marcas como Cata, Nodor, Apelson o Aspe, asumió la propiedad de los activos en una subasta judicial tras abonar 42,5 millones. El grupo catalán presidido por Jorge Parladé anunció a finales de 2014, nada más hacerse con las riendas de Edesa Industrial, que se iban a multiplicar las inversiones para lograr una facturación de 400 millones en 2015 y que la plantilla llegaría a los 705 trabajadores en los centros de Mondragón, Bergara y Eskoriatza (Gipuzkoa) y de Basauri (Bizkaia). Aquellas promesas fueron recibidas con todo tipo de parabienes por los responsables del Gobierno vasco, los mismos que ahora se sienten “engañados” y califican de “intolerable” la planificación de los actuales dueños de Fagor. “Las previsiones de CNA no se han cumplido ni de lejos. Ha habido una mala práctica empresarial y una absoluta falta de previsión”, afirma Ricardo Pérez, presidente del comité de empresa.
Entre los empleados ha cundido la desesperanza. Muchos de ellos están viendo repetido el mismo desenlace que hizo derrumbarse la antigua cooperativa. Xabier Arrieta, que conoció aquel drama y sufre ahora la caída de Edesa Industrial, critica “la mala gestión y las decisiones contradictorias” adoptadas por la dirección. “Empezaron con muy poco circulante en un negocio que requiere de mucho dinero para mantener la actividad. Se ha demostrado que no conocían el terreno”, sostiene este trabajador. En lugar de “apostar por un nicho de mercado”, añade, “han querido abarcar toda la gama de productos, pero para eso hacía falta mucho combustible. Esto empezó hace tres años pero desde hace varios meses ya veíamos venir lo peor”.
La realidad es muy cruda. Las líneas de producción “no cubren sus propios costes”, aseguran los responsables de la firma. Tras un 2015 sin pérdidas, gracias en parte a los pedidos que tenían comprometidos anteriormente, durante el ejercicio 2016 Edesa Industrial arrojó un resultado de explotación negativo de 35 millones, y en mayo de este año presentaba un ebidta negativo de ocho millones. Con unas deudas que rondan los 104 millones, el pasado 30 de junio la dirección tomó la decisión de acogerse al preconcurso de acreedores. Actualmente, la facturación neta de Edesa Industrial es de 80 millones aproximadamente y, según las estimaciones realizadas por la consultora PWC, Edesa Industrial necesitaría unas ventas de 240 millones para alcanzar el umbral de rentabilidad, aunque la dirección considera que ni con esas cifras podría atender sus obligaciones financieras.
La recuperación se hace muy cuesta arriba cuando ahora mismo “la actividad industrial es cero”, afirma Arrieta, salvo en la línea de calentadores Geyser, en Bergara (Gipuzkoa), para “atender pedidos que estaban pendientes”. Los 163 trabajadores que quedaron fuera del ERE están en casa “a la espera de acontecimientos” y “de permiso retribuido”.
“La situación insostenible de la compañía y la falta de tesorería hizo necesario aplicar un ERE de extinción, proponer a los trabajadores un plan de viabilidad que fue rechazado por estos y, finalmente, solicitar el concurso de acreedores”, asegura un portavoz del grupo catalán. Con el futuro de la empresa en manos de un juzgado y la amenaza permanente de una liquidación traumática, solo un hilo de esperanza mantiene en pie Edesa Industrial. Todo depende del resultado de las negociaciones abiertas con dos inversores extranjeros para evitar el cierre completo de la compañía. “Nos hemos marcado como objetivo finalizar este proceso en un plazo máximo de tres meses”, apuntan.
“El futuro es muy incierto”, confiesa Pérez en nombre de la plantilla. Advierte de que además de convencer a algún inversor para inyectar 16 millones, la dirección tiene que acordar el pago de la deuda contraída con sus acreedores no bancarios, mantener el servicio de los proveedores y renegociar el contrato con la Corporación Mondragón para seguir usando la marca Fagor. CNA no abonó en 2016 el canon por este concepto al grupo cooperativo, establecido en un 2% sobre la cifra de ventas según el contrato que firmaron ambas partes, esto es, unos dos millones de euros. La enseña pertenece a Fagor SCoop –engloba a cooperativas como Fagor Arrasate, Fagor Ederlan, Fagor Automotion, Copreci o Fagor Electrónica, todas con buenos resultados económicos–, que a la vista de que el acuerdo se incumple y del perjuicio que le está produciendo en su prestigio la nueva crisis del fabricante de electrodomésticos, ha dado un ultimátum a CNA para que antes del 7 de noviembre presente un plan de viabilidad solvente para Edesa Industrial. De lo contrario, rescindirá el acuerdo e impedirá que pueda seguir comercializando sus productos con la marca Fagor.
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