Ramón Pérez-Maura
La última familia imperial. El zar Nicolás II, la zarina Alejandra, sus cuatro hijas y a sus pies el heredero, el zarievich Alexei. Fue una de las últimas fotos de la familia imperial al completo - ABC
No haya lugar para el equívoco: Fue una gran dinastía que hizo de un pequeño principado devastado por la guerra un imperio que abarcaba una sexta parte de la superficie terrestre del planeta. Pero el cómo consiguieron eso los Romanov hay que verlo en el contexto de sus tiempos. No se puede juzgar los hechos políticos del siglo XVII con los criterios de 2017. Así sería imposible entender nada. La democracia parlamentaria y los Derechos Humanos son maravillosas conquistas. Pero pertenecen al siglo XX.
El primero de los Romanov, Miguel, fue elegido Zar de de Rusia por una asamblea de notables el 21 de febrero de 1613. Tardaron en dar con él hasta el 24 de marzo porque su madre quería apartarlo de ese destino y lo mantenía escondido en el monasterio Ipatiev. Finalmente sería coronado en Moscú el 22 de julio de 1613. Reinó durante 32 años, la mayor parte de los cuales el verdadero gobernante fue su padre. Le sucedió su hijo Alejo (1645-1676) un monje que amanecía a las cuatro de la madrugada y se daba a la oración. Según el momento del calendario ortodoxo, podía rezar de pie hasta seis horas seguidas, aunque arrodillándose y levantándose más de un millar de veces. Porque la principal preocupación de Alejo era limpiar Rusia de sus muchos pecados. En un momento dado pensó que el poder ejecutivo podía ser más efectivo que el espiritual y optó por prohibir beber, fumar, el baile de enanos y el tañer de mandolinas. Tampoco tuvo mucho éxito. Y se ocupó de problemas como el de la lacerante corrupción en su corte rezando por la conversión de los corruptos.
Mas es evidente que la mayoría no fue como Alejo. Los Romanov proveyeron a Rusia de una veintena de Zares y Zarinas entre quienes los hubo dementes y absolutamente geniales. Mas en todos ellos estaba claro que la norma era sostener una autocracia como forma de alcanzar un objetivo imperial. Un imperio construido sin misericordia para con los pueblos que hubo de conquistarse y que todavía hoy se mantiene. Porque Rusia sigue siendo el último gran imperio colonial del mundo. El imperio creado por los Romanov es sostenido, tras el paso por las manos del comunismo, por un híbrido de los Romanov y el totalitarismo socialista de Marx: Vladímir Putin.
Casos notables
Gobernar el Imperio Ruso tenía su aquel. Todos los Zares vivieron bajo constante amenaza sobre sus vidas. Tanta como para que seis fueran asesinados. Catalina la Grande representó el caso más notable de todos. Ella no era una Romanov de nacimiento, sino una consorte. Nacida Princesa Sofía Anhalt-Zerbst se casó con el que habría de ser el Zar Pedro III. A los seis meses de la subida al trono de éste, lo depuso y asesinó y se proclamó a sí misma Catalina II, Zarina y Autócrata de todas las Rusias (1762-1796). Conquistó Ucrania, fascinó al mundo, y se entretuvo con una pléyade de favoritos sin fin y sin contención. Antes de su tiempo, el otro grande de la historia de los Romanov, el Zar Pedro el Grande (1682-1725) compaginó la transformación del Zarato Ruso (o Rusia moscovita) en Imperio de todas las Rusias mientras practicaba la tortura hasta la muerte con su propio hijo el Zarevich Alexis. Tampoco era para tanto comparado con otras sacas del mismo Zar. Finiquitó una sublevación ahorcando a unos doscientos rebeldes y dejando sus cuerpos colgados de los árboles durante todo el invierno para que la putrefacción los devorara a la vista de todos. Y mientras tanto hizo la obra titánica de erigir San Petersburgo en las marismas de la desembocadura del río Neva dando a Rusia una ventana a Occidente que sería la capital del Imperio desde 1703 hasta 1918.
Mas los años de gobierno de esta dinastía llegaron a su fin con la deposición del Zar Nicolás II, un buen hombre al que le faltó la mano de hierro que tan necesaria y útil demostró ser para tantos de sus antecesores.
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